Julio César Giménez sigue siendo ídolo en Peñarol, Vélez y Ferro Carril Oeste

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El Pibe de Oro, ídolo de Peñarol, que le ganó al cáncer y ama a Messi: la vida de Julio Giménez

Fue un volante con una proyección tremenda dentro de la cancha, y manejaba con exquisita clase a la pelota
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10 de septiembre de 2022 a las 05:03

Los diarios del mundo conmocionaban con sus títulos a fines de agosto de 1954. Se había suicidado un histórico presidente de Brasil como fue Getúlio Vargas, para muchos, el más importante en la historia de ese país. En tanto, en Artigas, la casa de los Giménez con mamá Ilda y papá Mauricio se preparaban para la llegada de un nuevo hijo al que bautizaron como Julio César.

Siempre fue un niño muy tímido, y con 16 años, había llegado de su ciudad a la capital, y una gloria como Juan Eduardo Hohberg le dijo que iba a debutar en Peñarol. Se sentó el vestuario y al lado suyo estaban Ladislao Mazurkiewicz, el chileno Elías Ricardo Figueroa, Omar Caetano, el argentino Ermindo Onega… “¡Todos los que yo juntaba en el álbum de figuritas! ¿Cómo podía ser eso posible?”, dice Julio César Giménez desde Buenos Aires, a Referí.

Fue, sin dudas, un elegido con la pelota. Uno de esos jugadores espectaculares quien, de haber jugado en esta época, sería millonario.

Julio César Giménez en su pasaje por Peñarol

En Artigas jugaba con pelotas de trapo, “algunas de plástico que me traían los Reyes y que se rompían enseguida, aunque siempre había alguno que tenía una de cuero. Nos juntábamos a jugar cerca del hospital y se paraban los partidos cuando venía alguna ambulancia con la sirena”.

Jugó al baby fútbol en Colegio Parroquial, en Nacional y en Uruguay que tenía los colores de Peñarol. De allí llegó a Wanderers, un club con historia en el departamento. “A los 13 años jugué en la Primera con mi hermano mayor, Edgardo, porque tenía cuerpito medio de grande. Él había estado en Peñarol en Cuarta y jugaba con Pablo Forlán”, dice.

Trabajó en una fábrica de pastas, atendía a los clientes y repartía pedidos en los triciclos. De más chico lo hizo en una fábrica de dulce de leche, queso y caramelos y queso. Hacía el reparto y se ganaba unos pesos.

Pablo Forlán y Julio César Giménez celebran tras una victoria clásica de Peñarol

Así recuerda una infancia feliz. “Mi viejo jugaba al fútbol de ‘9’ en Wanderers de Artigas y en la selección de Artigas, y lo hacía muy bien. Trabajaba en la intendencia y como Policía. Él era blanco. Cuando ganaban los colorados, lo mandaban a una comisaría en campaña, y si ganaban los blancos, lo traían a la ciudad. Éramos cinco hermanos, tres mujeres y dos varones. Mi vieja nos criaba. Lo que más extrañaba cuando fui a Montevideo era ella, porque era la cuota de amor de la familia”.

No había televisión y escuchaba en la radio a Heber Pinto y a Carlos Solé. También leía la revista argentina El Gráfico que compraba su hermano. De esas dos formas conoció nombres como Pedro Rocha o el propio Ermindo Onega. “Rocha era un grande y Ermindo me gustaba mucho. Pensar que cuando llegué, al poco tiempo se fue de Peñarol y yo me quedé con su puesto”.

Su historia con el Pulpa Etchamendi

En febrero de 1971 llegó a Peñarol y se fue a vivir a la pensión que tenía el club en Ejido y Durazno. A mediados del año anterior, Nelson Moraes -quien era de Artigas y jugó en los aurinegros- habló con él para que se animara a ir al club. Ya jugaba en la selección de su departamento por el Campeonato del Litoral, pero su hermano le pidió que siguiera estudiando y que viajara un tiempo después.

Tres meses le bastaron en Montevideo para debutar en la Primera de Peñarol, con 16 años.

Ya mostraba su pinta de crack y antes de su primer clásico ante Nacional, le ocurrió una anécdota imperdible.

Así la cuenta: “Era muy tímido y fui a la empresa de ómnibus Cora, en la que nos encontrábamos los artiguenses que extrañábamos y hablábamos de todo. Tenía 17 años. Una noche me estaba yendo para la pensión y una mujer de 30 años pasó en un auto, me dijo que ella era de Peñarol y que me llevaba. Pero me llevó a su apartamento. Tuve una buena noche con ella”.

Washington Etchamendi fue técnico de Nacional y de la selección uruguaya

Y agrega: “Pero al otro día me pasó lo mismo con otra, a la salida de la práctica. Y eran muy bonitas. Terminé en un apartamento en el Centro. Un día después, en otro en Pocitos. Yo era un gurí y tuve mucho sexo. Fueron cuatro mujeres en la semana y yo me enamoraba de ellas. Llegó el clásico y no levantaba las patas”.

A los pocos días, en Los Aromos lo agarró Cacho Caetano: “¿Qué te pasó en el clásico? ¿Estabas cagado?”, le preguntó.

Y Giménez le contó lo que había pasado con esas cuatro mujeres. “No tenía fuerza. Tuve una semana tremenda”.

Caetano lo miró y lo interrumpió con un insulto, pero no hacia él: “¡Qué hijo de puta el Pulpa Etchamendi (técnico de Nacional de entonces)!”. Y le dijo: ‘Vos sos medio tiernito y no lo sabés, pero algunos técnicos mandan mujeres a los jugadores contrarios para que se queden sin fuerza’. “Recuerdo esa anécdota con mucho cariño y sigo enamorado de las cuatro mujeres de aquella semana”, cuenta a las risas.

El Pulpa luego lo llevaría a jugar la Minicopa de Brasil como técnico de la selección uruguaya en 1972.

El equipo de Peñarol campeón uruguayo de 1973; arriba aparecen Walter Corbo, Omar Caetano, Walter Olivera, Nelson Acosta, Hugo Fernández, Mario González; abajo, Nelson Quevedo, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Ruben Romeo Corbo

El 7 de febrero de 1973, fue un día especial. Peñarol recibía a Boca Juniors por la Copa del Atlántico y ganaría 3-2. Giménez jugó el primer tiempo y anotó un golazo eludiendo a varios rivales, incluso al arquero Enrique Vidallé. Pero cada tanto, preguntaba al banco cuánto faltaba para que terminara.

“Llegué al vestuario en el entretiempo y no podía más, estaba muy cansado. Me fui a la pensión y me sentía mal. Volví un día después y Dante Cocito me vio la orina y me dijo que tenía hepatitis. Y tenía razón. Estuve tres meses en cama y me fui a otra pensión en la calle Convención con una enfermera”.

Un equipo de Peñarol: arriba: Mario Zoryez, Rodolfo Sandoval, Walter Corbo, Nelson Acosta, Hugo Fernández, Mario González; abajo: Daniel Quevedo, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Alberto Santelli

En ese partido, debutó Fernando Morena en Peñarol en el segundo tiempo y ni bien ingresó, anotó el transitorio 2-2. Daniel Quevedo marcaría el tanto de la victoria.

En esos meses, descubrió su otra pasión: la lectura. “Empecé a leer muchísimo. Roberto Matosas me cuidaba mucho, me iba a ver y me dijo que leyera, me traía libros y al final, no quería que viniera nadie a visitarme por la pasión que tenía por la lectura. Leía de todo un poco. A veces tengo insomnio, no quiero tomar pastillas y me leo en la compu todos los diarios que puedo”, cuenta.

Y se explaya al respecto: “Me encantaba John Carlin, quien hizo el libro “El factor humano” en el que se basó la película “Invictus”. Tiene artículos muy buenos, hasta que me enojé con él porque era amante de (Lionel) Messi, como yo, pero hizo mala propaganda y escribió en contra de él porque Leo había firmado como embajador de la Unesco en Arabia Saudita y como que Messi era cómplice por jugar el Mundial de Qatar. Él escribe para el diario Clarín que acá no es muy santo. Me enojé y no lo leo más”.

Daniel Quevedo y Julio César Giménez, una dupla formidable de Peñarol

Volvió tras tres meses y al poco tiempo, se fisuró un pie en un clásico, luego de un choque con Néstor Soria de Nacional. Fue el día que Peñarol terminó con lo que podía haber sido el segundo quinquenio tricolor, y le arrebató el Campeonato Uruguayo de 1973, la tarde en que Morena anotó su primer gol clásico. Las enfermedades y las lesiones no lo dejaban en paz.

“Fernando (Morena) fue un ‘9’ espectacular y en todo lo que ganamos, él tuvo mucho que ver. Me da mucha pena su presente por su enfermedad de Alzheimer. Son esas cosas que te hacen enojar. Siempre le dije que pudo haber hecho muchos más goles si yo no hubiera sido tan comilón. Pero eso lo aprendés con el tiempo. Los técnicos eran muy diferentes, te decían ‘jugá a dos toques’, pero nada más. No es tan sencillo. Jugar bien es en velocidad y en juego colectivo y a veces en el fútbol uruguayo subestiman a los técnicos que intentan jugar bien, le dan con un caño. Esa es la gran materia pendiente que hay en Uruguay”, indica.

La primera Teresa Herrera ganada por los aurinegros con Giménez en el equipo: Hugo Fernández, Mario Zoryez, Nelson Acosta, Walter Corbo, Voltaire García y Mario González, arriba, en tanto abajo aparecen José Cruz, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Daniel Quevedo

Y añade: “Es increíble que Uruguay siga sacando tantos jugadores. Amo a Messi por su habilidad, pero más amo que juega en equipo. Hay técnicos que son Muy intensos para marcar y para llegar al arco contrario, como Klopp y el Cholo Simeone. A Uruguay le tengo mucha fe para el Mundial de Qatar”.

Con Peñarol fue tricampeón uruguayo en 1973, 1974 y 1975. “Andaba mucho con Daniel (Quevedo) y con Lorenzo Unánue. Jugábamos mucho al ajedrez y al ping pong en Los Aromos y hasta hoy lo jodo que era suplente mío. Volví a hablar con él luego de un tiempo de no hacerlo porque vivíamos lejos, y recuperamos el diálogo. Me daba buenos libros. Era muy murguero. Yo lo acompañaba a los tablados para ver a las minas (se ríe)”.

El mismo Heber Pinto, aquel que de niño escuchaba en la radio en Artigas, lo bautizo como “El Pibe de Oro”. Habla y desgrana muy bien el fútbol. “No disfrutaba ganar con Peñarol, porque compraba a los mejores jugadores de los clubes chicos y entonces siempre ganaban los grandes, o Peñarol o Nacional. Hasta que llegó Defensor en 1976. Ahora hay algunos equipos que la pelean más, está mucho más parejo. Sí disfrutaba jugar los clásicos o la Libertadores y también hacerlo en la selección. Con Morena entrábamos ganando”.

El 28 de enero de 1976 jugó, quizás, el mejor partido de su vida. Se disputaba el clásico por la Liguilla y Peñarol goleó 5-1 con tres goles suyos.

La noche de los tres goles de Giménez a Nacional, la bronca del arquero Nilson Bertinat, lo cide todo

“Hacer tres goles en un clásico y dar la vuelta por ser campeón con un estadio repleto, fue impresionante. Yo estaba lesionado en un tobillo y ya se habían hecho los dos cambios (los que se podían hacer en aquella época), entonces Fernando (Morena) me dijo: 'Quedate arriba que yo bajo un poco'. El primero que anoté fue un balazo de afuera del área. Luego convertí otro, y en el último, le hice un sombrero a (Raúl) Möller y me fui amagando hasta el arco. Amagué a patearle a la izquierda a (Nilson) Bertinat, se tiró, quedó sentado y medio que entré con pelota y todo al arco. Incluso le metí un codazo a Pizzani porque casi me saca el gol”, recordó. ¡Tres goles clásicos en solo 17 minutos!

“Es el sueño de cualquier uruguayo: hacer tres goles en un clásico, uno muy lindo, y dar la vuelta. Fue la mejor noche futbolística de mi vida”.

Sigue siendo ídolo para muchos manyas quienes lo vieron jugar. Por eso, hace poco vendió una camiseta de Peñarol que utilizó, en US$ 900. “La tenía en un cajón, mis hijos no le dan mucha bola y entonces la vendí. También una de la selección en US$ 600. Tenía las de Maradona, Ruben Paz, Bochini y venía alguno y yo se las regalaba”.

Un equipo de la Mutual: arriba, Nelson Agresta, Jorge Fossati, Felipe Revelez, Martín Taborda, Sergio Ramírez, Juan Vicente Morales; abajo, Julio César Giménez, Juan Ramón Carrasco, Fernando Morena, Ruben Paz y Rubens Navarro

En 1976, por la Libertadores, le anotó un golazo de 35 metros al Pato Fillol quien defendía a River argentino con un equipazo que venía de ser campeón en su país.

Hace muy poco le sucedieron un par de anécdotas y una incluye a ese gol. “En una semana, miraba la televisión y estaba Fillol y dijo que el gol más increíble que le hicieron fue el mío. A los 15 días, otra vez en TV, a (Enrique) Hrabina le preguntaron cuándo empezó el romance de la hinchada de Boca con él, y sostuvo que fue “cuando trabé de cabeza en el suelo contra Giménez, cuando él jugaba en Unión”.

Con Hugo Bagnulo y con Dino Sani, tuvo algunas idas y vueltas en Peñarol. “Hugo tenía cosas buenas y era muy cabulero, medio paternalista. Lo empecé a valorar con el tiempo. A mí me volvió loco porque se cruzaba conmigo y siempre me decía algo. Me volvía loco porque era muy gurí. Me sedujo más siempre la inteligencia. Dino Sani conmigo tenía razón, me hacía entrar en el segundo tiempo siempre, pero era mal bicho. Nunca me enseñaron a jugar en equipo. Me hubiera gustado que me enseñara a jugar en equipo, cosa que luego aprendí a jugar en Vélez y en Ferro”, expresa.

Un clásico que jugó por la Copa de Oro de los grandes en 1985 con el Vasco Ostolaza con la casaca aurinegra

Con Juan Alberto Schiaffino fue diferente cuando estuvo en Peñarol. “El pase fuerte, el control y la técnica, el jugar en equipo. Me dijeron que había sido un crack, tenía otro tipo de personalidad. Me llegó más como técnico. A veces uno es medio egoísta. Justo tuve un buen momento con él y parecía que él sabía más. Era un señor tratándome. Me gustaba escucharlo, me daba indicaciones individuales”.

Julio César Giménez en su pasaje por Vélez Sarsfield

Llegó a Vélez y enseguida le empezaron a gritar “¡Uruguayo, uruguayo!”. Así lo recuerda: “Teníamos un muy buen equipo. Perdimos la final con el mejor River que era la base de la selección de Argentina, con Passarella, Fillol, Alonso. Jugaba con Carlos Bianchi que no era tan rápido como Fernando (Morena), pero era muy bicho. Ya era medio grande porque había regresado de Francia. Me pasaba algo similar que con Luis Artime, no entendía cómo hacía tantos goles, porque no era bueno con la pelota, pero hacía goles en todos lados”.

Uno de los equipos de Vélez Sarsfield en el que aparece Julio César Giménez al lado de Carlos Bianchi; el segundo desde la izquierda de los parados, es Jorge José González, otro uruguayo, mientras que el arquero es Julio Falcioni

En 1982 fue campeón del Nacional con Ferro Carril Oeste dirigido por Timoteo Griguol.

“Griguol era paternalista, nadie quería jugar con Ferro porque presionaba mucho y tenía algo que con el tiempo se hace mucho y en esa época no se hacía, hacer el abanico con los del fondo cuando tocan entre los cuatro del fondo, pero no avanzar. Fue el único equipo que jugué que sabíamos que ganábamos el partido que jugáramos. Tocábamos tanto la pelota, que un día jugábamos contra Huracán que estaba metido en todo su campo, y el árbitro cobró técnico a favor de ellos porque decía que Ferro no quería avanzar ¡y estábamos todos dentro del campo de ellos! Clarín y El Gráfico eran muy Menottistas y todo lo que tenía que ver con Griguol o Bilardo estaba mal visto. En el inconsciente del árbitro debe haber pensado que no queríamos atacar. Ese título lo disfruté porque en 1981 fuimos dos veces vicecampeones. Y conseguimos ese título que fue notable, con un pressing bárbaro. Se armó un buen grupo que fue el más fuerte de los que estuve”.

Una anécdota con Maradona

Menotti lo llevó a Barcelona de España, pero no pudo jugar por cupo de extranjero ya que entonces jugaban solo dos y estaban Diego Maradona y Bernd Schuster. Jugó en una gira por Estados Unidos ante Cosmos, Fluminense y Udinese.

“En 1983 me fui a Barcelona. Menotti me había aclarado que iba a Barcelona B por el cupo de extranjeros. Conceptualmente está un escalón arriba de casi todos los técnicos que he tenido. Por eso admiro a los inteligentes. Después ha tenido errores que no supo manejar como jugar al achique”, comenta.

El mejor jugador en la historia de El Salvador, el Mágico González, viajó invitado a esa gira y jugó con los catalanes ante Cosmos. Giménez nunca había jugado en el césped sintético. “No me gustaba. Jugar de championes para mí no era normal. Diego (Maradona) era muy fuerte por su presencia. En Barcelona no fue todo lo grande que fue después, no lo vieron jugar en su plenitud como luego en Italia. Creí que después de Diego no venía nada más y vino Messi y me rompió el balero mal. Es un fenómeno. Si alguien habla mal de Messi, siempre digo que no hablo nunca más con esa persona”.

Diego Maradona y Julio César Giménez en su pasaje por Barcelona de España

En esa misma gira, Giménez vivió una anécdota con Maradona. Estaban en el hotel de Nueva Jersey en un salón de juegos, jugando al ping pong y como sucede normalmente, el ganador queda en cancha.

“Yo era bueno. A los españoles les iba ganando a todos. Diego golpeó la mesa para jugar, y le tocó enfrentarme. Lo empecé a joder que los uruguayos éramos lo mejor en todo, le hablé de l que hizo Peñarol en 1966 para ganar la Libertadores ante River, de Maracaná, que los uruguayos tenemos tres huevos. Boludeces para chapear”, recordó.

Maradona lo escuchó atentamente y simplemente le respondió: “‘El partido es a 21, si llegás a 5, te lo doy como ganado’. Me ganó 21-1. Pensé: ‘No puede jugar tanto este muchacho’. Lo había visto jugar al tenis y jugaba bien. Aparte era zurdo y siempre te complican. Ligó un poco, pero 21-1 no tengo excusas”.

Al término del partido, llegó el turno de Maradona para gastarlo: “‘Me hiciste fuerza, ¿eh? Los uruguayos no existen’. Estoy enojado por cómo terminó. Los amantes de Diego no merecíamos que se muriera así. Me dio mucha bronca. Me enojé con él. Era para que estuviera ahora en Qatar dando el puntapié inicial. Con 60 años sos un tipo muy joven. Me da mucha bronca que se haya arruinado así. Un tipo muy generoso”.

Julio César Giménez hace un par de meses con Ricardo Gareca, extécnico de Perú, y con pasado en Vélez Sarsfield

Como jugó muy poco en Barcelona Athletic, la filial del club catalán, aprovechaba los ratos libres.

“Como no jugaba, en invierno me iba a Andorra a esquiar y en verano, a Ibiza. Como experiencia de vida me fue bien, pero futbolísticamente no me sirvió. Cuando fracturaron a Maradona, yo estaba en la cancha. Ahí empecé a practicar con Barcelona, pero Menotti se decidió por Gabrich porque faltaba gol y me quedé otra vez afuera”.

Estuvo en el plantel de la selección uruguaya que disputó el Mundial de Alemania de 1974, pero por muy poquito no pudo jugar.

“Teníamos mucha expectativa por la gira previa y teníamos a un Fernando (Morena) picante. Nos fuimos con gran ilusión. Nos cacheteó Holanda. Fue lo mejor que vi en cuanto a selección. Sabíamos que tenían a (Johan) Cruyff, pero no le conocíamos la cara. Fue la revolución del fútbol, no se respetaban puestos, con dinámica, pressing. Fue un paseo mal”, recuerda.

Giménez con la selección uruguaya en 1976; parados, Darío Pereyra, Alfredo De los Santos, Walter Corbo, Rafael Villazán, Juan Vicente Morales, Pablo Forlán; abajo, Juan María Muniz, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Juan Carlos Ocampo

Luego de empatar ante Bulgaria, venía Suecia. “En el entretiempo me dijeron que calentara que iba a entrar. Pensé: ‘Voy a jugar en un Mundial’. Se podían hacer dos cambios y ya habían hecho uno. Cuando estaba pronto, me dijeron que no iba a entrar porque (Luis) Garisto tenía un tobillo hinchado. Yo le decía, ‘dale Garisto, no jodas, por esa boludez no vas a jugar’, y entraron por él y no pude jugar. Me quedé sin debutar en un Mundial. Fuimos un desastre”.

Fue técnico de las divisiones menores de Peñarol en 2000-01.

“Dirigí al Cebolla (Rodríguez), a (Sebastián) Sosa, Rodrigo Cubilla, (Maximiliano) Bajter, Álvaro Alonso. Era Quinta división. Al Cebolla le dije: ‘Dame bola que en tres meses estás en Primera. Jugá en equipo en el primer tiempo y en el segundo, gambeteá, encará que explotás’. Hablé con Gregorio y en pocos meses, debutó con Villa Española y después hizo la carrera que hizo. Tenía mucha potencia, era picante”, cuenta. Después dirigió a las juveniles de Vélez y entre otros, tuvo a Jonás Gutiérrez, quien jugó el Mundial de Sudáfrica 2010 con Argentina.

Viejos compañeros en Peñarol se juntaron hace un par de semanas: Voltaire García, Julio César Giménez, Walter Corbo, Ariel Sandoval y Luis Villalba

En 1995 recibió una noticia tremenda, pero gracias a su gran personalidad, no le movió los cimientos.

Le dolía mucho la zona lumbar y fue al médico. “El médico me dijo que tenía cáncer y me sacaron un riñón. Después de la operación, no fui ni al primer control, porque soy antidoctor, antirremedios. Es raro, porque creo mucho en la ciencia, soy contradictorio”. 

Hoy trabaja en un club, y tiene seis hijos, dos de su primer matrimonio y cuatro del segundo. Uno de ellos tuvo un paso por Liverpool en la misma categoría de Nicolás De la Cruz y luego jugó futsal en Italia. Otro vive en Dinamarca. Tiene cuatro nietos, dos mellizos. Este domingo 11 viaja a a Artigas para juntarse con un grupo que se llama Residentes.

Julio César Giménez se encontró hace muy poco con Juan Ramón Carrasco y con Ricardo "Zurdo" Viera

“Hace unos días estuve en Montevideo y me reuní con algunos excompañeros de Peñarol como Voltaire García, Walter Corbo, Luis Villalba y Ariel Sandoval. También fui a comer con (Juan Ramón) Carrasco por unos amigos en común y es todo un personaje. No lo conocía fuera de la cancha”.

La pelota lo extraña en las canchas. Cuando jugaba, era su dueño. Un elegido del fútbol.

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