El secreto mejor guardado

Uruguay arrastra una triste tradición en la participación de la granja en la creación de riqueza para el país. La resignación ha sido la tónica en el tratamiento de estas empresas que han sido miradas como un objeto del Mides antes que del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) o el de Economía y Finanzas.

A pesar de ello, la actividad granjera, como ninguna otra, es descollante en el derrame e incentivo de su entorno con un potencial de dejar en cero la desocupación, conforme con ser tratada como un mayor de edad empresarial.

En particular la avicultura de carne aviar resulta un sobreviviente de la desidia oficial y cuyo futuro se encuentra comprometido injustamente, considerando que se trata de una actividad rentable y competitiva.

Uruguay se encuentra libre de la enfermedad Newcastle sin vacunación, lo que equivale a un “libre de aftosa sin vacunación” en la carne vacuna.

Este status lo ostenta Uruguay desde el 16 de junio de 2001, con la prohibición de vacunar, reportándose a la OIE el último caso en octubre de 1984.

En el status sanitario –que muy pocos países pueden exhibir– no se encuentra la explicación de que Brasil y Argentina exporten a los mercados premium con un precio superior en US$ 400 por tonelada y ocupando en el ranking exportador mundial el N° 1 y N° 5, respectivamente.

Tampoco habremos de encontrar una justificación en el nivel tecnológico de nuestros productores. Contra lo que algunos suponen, los indicadores productivos en la carne aviar nacional se encuentra entre los mejores del mundo. La conversión del alimento en carne aviar se encuentra muy próxima a dos kilos de alimento por kilo de carne.

La mortalidad muestra una constante disminución, con valores de 6,7% en el año 2013 a un valor de 4,6% en el año 2019.

La edad de faena se ubica en un rango entre 50 y 54 días para un peso de faena en pie de 3,1 kilos (gran tamaño), lo que da una excelente performance.

Se trata de una cadena unida y compenetrada que ha dejado atrás relaciones conflictivas entre façoneros e industria, abonadas por la tumultuosa quiebra de la empresa Moro.

Se relacionan mediante contratos que permiten a ambas partes hacer su negocio y lo hacen de conformidad. En este sentido los reclamos de los productores y de la industria son comunes, como lo son sus estrategias.

En este estado de cosas, con una faena decreciente, una importación creciente y una rentabilidad negativa, en los últimos meses el gobierno ha bajado la devolución de impuestos del 6% al 3% y restituido el IVA a la venta de carne aviar.

El MGAP no ha tomado acción alguna frente a las múltiples propuestas de los productores para dinamizar la exportación, aún a costa de su propia rentabilidad.

El gobierno ha estado completamente ausente en la habilitación de nuevos mercados y en particular de mercados que pagan el máximo precio a nivel mundial.

Los productores se han fijado como meta lógica la exportación, sin embargo el acuerdo de protocolos sanitarios necesarios para la exportación solo está convenido con los mercados marginales. El ministerio ha desechado cada una y todas las  propuestas realizada por los productores.

Estamos frente a un sector postergado y camino a la extinción de una manera injusta e incomprensible.

No piden subsidios, ni protección extra a la que merecen por su competitividad propia y legítima.

No se quejan del costo país, ni del valor creciente de la mano de obra y las tarifas públicas.

Utilizan un paquete tecnológico de primer nivel y solo reclaman el reparo a la omisión de las autoridades.

Parece evidente y justo preservar su existencia hasta que se haya restablecido el acceso a los mercados.

Si el próximo gobierno se lo propone, existe una chance cierta de convertir a Uruguay en una potencia de carne aviar, como lo son sus vecinos.