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26 de febrero 2013 - 19:25hs

En abril del año pasado, Emilio Lessa –un aficionado al avistamiento de aves, prejubilado y de 56 años–comenzó a concurrír entre tres y cuatro veces por semana al Botánico. Su objetivo eran los lechuzones orejudos, unos animales difìciles de ver por su sigilo y sus hábitos nocturnos. Durante esas incursiones, alentado por la periodicidad de sus visitas al recinto del Prado y sus 11 años de experiencia en el avistamiento de pájaros, Lessa decidió cumplir un sueño: editar la primera guía de Aves del Botánico y alrededores.

Este emprendimiento tuvo su concreción el 8 de febrero, cuando Lessa publicó de su propio bolsillo el citado manual, el cual releva las 94 aves que el aficionado observó desde el otoño del 2012 hasta este verano.

Lessa publicó 500 ejemplares del libro y desde ese día concurre varias veces a la semana al Botánico y los vende a sus visitantes al precio de $200. Las guías también pueden conseguirse en Aves Uruguay y en el futuro, Lessa planea venderlas también en instituciones educativas. El próximo 11 de marzo a las 19.00 horas presentará su trabajo en el Botánico.

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“Todo el mundo me dice que dí en el clavo porque a nadie se le había ocurrido hacer esta guía. Es muy interesante porque en una superficie de 13 hectáreas se pueden ver 94 especies”, sostiene Lessa sin disimular su entusiasmo por la exhaustividad de su tarea.“La guía más chica de aves en Uruguay, que es de Gabriel Rocha, es de todo el departamento de Montevideo (que tiene unas 27.000 hectáreas) y consta de 140 especies”, agrega.
La publicación, explica Lessa, no abunda en términos técnicos sino que trata de brindar un acercamiento práctico y sencillo a estos animales. Cada especie es descripta según las siguientes aspectos: si se los ve solos, en bandada o en pareja; cuál su ubicación (si se los puede ver en los árboles, en el piso o en vuelo); y los detalles de nidificación, de alimentación y de tamaño.

Entre las especies poco comunes que pueden avistarse en el Botánico, añade Lessa, se encuenta el gavilán chico y dos aves migratorias de invierno: el cortarramas y la calandria tres colas. Otras aves más comunes que habitan el Botánico, no son por ello menos interesantes, explica el aficionado. Así, por ejemplo, Lessa describe su fascinación por cómo la torcaza se expone al sol en pleno verano y extiende la cola y las alas para aprovechar el efecto bactericida que tienen los rayos UV.

Lessa recomienda a quienes quieran inciarse en el avistamiento de aves que no vayan sin largavistas y que agudicen su audición porque los pájaros se ven primero con los oídos. “Un buen observador de aves se define en cuatro verbos: caminar, parar, oír y ver”, asegura.

Si bien en su vida profesional trabajó en un frigorífico y luego como importador, Lessa se siente definido por la pasión que lo acompaña hace más de una década. “De las aves me gusta todo: el canto, los colores, los comportamientos. Nada existe cuando las estoy
observando. Entro en un mundo ideal”, afirma.

Lo suyo no es un hobbie sino una pasión, aclara, al tiempo que comenta que la única forma en la que se imagina llegando a viejo es con unos largavistas colgados al cuello.

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