Artigas está en rojo. Los mapas oficiales muestran que en el departamento más norteño de Uruguay la reserva de agua en el suelo está por debajo del 15%, el acumulado de lluvias en el último mes siquiera sirve para colorear de verde el pasto seco, y los arroyos ya dejan ver sus fondos barrosos y agrietados. Las más de 20 vacas que cría Luis Perero lo sienten. Apenas se mueven con un balanceo cansino, como si sus cuerpos estuvieran en modo de ahorro de batería. Pero este martes, cuando les abrieron las porteras del predio de la escuela rural n°34 de Tamanduá, sacaron fuerzas vaya uno a saber de dónde y trotaron hasta el pequeño pozo de agua desesperadas por saciar su sed.
La Administración Nacional de Educación Pública ya recibió el pedido de productores y vecinos de al menos cuatro escuelas rurales para que se les permita pastorear y aprovechar el agua disponible en los predios de estos centros educativos. Hubo dos solicitudes en Artigas, una en Tacuarembó y otra en Lavalleja. La Administración había resuelto la semana pasada que, previa coordinación con las inspecciones escolares, se habilitaba esta ayuda de emergencia siempre y cuando “no se afecte el uso habitual del recurso para el funcionamiento de la escuela”.
Perero fue el primero en recurrir a este salvataje, cuando notó que “el pasto (en que deambulan sus vacas) se está viendo desde la raíz, el tajamar está casi vacío y los bichos casi no comen”. Lo dice apenado y con el clásico cantito portuñol que caracteriza a los artiguenses que habitan a escasos kilómetros del límite con Brasil.
El consejero Juan Gabito había dicho a El Observador que en el país hay unos mil predios de escuelas rurales que pueden reunir las condiciones como para ser utilizados.
Las cuatro hectáreas de pasto que rodean a la escuela de Tamanduá y el pozo de agua que OSE tuvo que rehabilitar son un ejemplo. Aunque la directora de este centro educativo, Laura Gerez, reconoce que “no será de demasiada ayuda porque la escuela también está sufriendo la sequía”.
El vínculo entre la escuela n° 34 y los Perero no es de ahora. Ya van cuatro generaciones de esta familia que estudiaron en esta institución que lleva 112 años en la zona. Luis, en concreto, cursó hace más de medio siglo y luego se dedicó al cultivo de tabaco, el producto estrella en esas tierras.
“Ahora soy jubilado, pero crío algunas vacas para tener un ingreso extra, para tener leche y algo para llenar la olla”, dice antes de hacer una larga pausa, reflexiva , y aclara que lo que más le preocupan son los terneros.
Luis pretende que al menos los animales más pequeños se queden pastando y bebiendo agua en el predio de la escuela por “dos o tres meses”.
La emergencia agropecuaria regirá hasta por lo menos abril. Los 11 niños matriculados para cursar este año en la escuela n°34 retornarán al aula en marzo, en horario de verano, y desde entonces convivirá ganado y estudiantes.
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