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El Wanda-Gate, el arrepentido y la “rompe hogares”: lo que subyace debajo de un culebrón en tiempo real

La ficción que se generó alrededor de una historia real sacudió la agenda y el triángulo entre Wanda, Icardi y la "China" Suárez dejó en evidencia dinámicas más profundas
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25 de octubre de 2021 a las 18:45

Todo duró una semana. Y hace una semana que no se habla de otra cosa. En la fila del supermercado, entre los parroquianos del bar, en la parada del ómnibus, en el trabajo o la sobremesa del domingo: el culebrón argentino se actualiza a cada minuto y nosotros, cualquiera que tenga un celular en la mano, lo seguimos en vivo.

Todo empezó con una explosión, virtual. “Otra familia que te cargaste por zorra”, con este mensaje en su cuenta de Instagram la mediática y empresaria Wanda Nara empezó a escribir el primer capítulo de un improbable guion de telenovela. Dos pistas claras: dejó de seguir a su marido, el futbolista del PSG Mauro Icardi, y a la actriz y modelo Eugenia “China” Suárez en las redes sociales. No tuvo que nombrar a nadie.

La separación o no separación de la pareja argentina se convirtió en el tema más comentado de la agenda pública. El rumor corrió como un chorro de nafta hasta encontrarse con el fósforo de las redes sociales, y la explosión se sintió en ambos márgenes del río de la Plata.

“Criamos a las mujeres para que se vean las unas a las otras como competidoras, y no por puestos de trabajo ni logros personales, que es algo que en mi opinión podría ser bueno, sino por la atención de los hombres”, escribió Chimamanda Ngozi Adichie en su ensayo Todos deberíamos ser feministas. Heredado de la época en la que el matrimonio definía el valor de una persona, a muchas mujeres se les enseña a competir. Especialmente por un hombre. Como si no hubiera cuestiones más interesantes. Como si la cooperación entre mujeres no fuera posible.

La psicóloga Victoria Marichal, especializada en sexualidad y género e integrante de la Red de Psicólogas Feministas del Uruguay, señala que el conflicto deja en evidencia esta histórica idea de la competencia femenina por los hombres. "Esto de que las mujeres se pelean, se odian, hablan mal una de las otras, y todo en función de la aprobación de la mirada masculina. Un poco se repite ese estereotipo ubicando socialmente a las dos mujeres: una como la cornuda y otra como la roba maridos. Sacando la responsabilidad de quien comete la infidelidad en este caso, que vendría a ser el varón".

Las conversaciones se partidizaron y por unos días la verdadera grieta argentina, y rioplatese, se abría entre estas dos mujeres. “¿De qué lado hay que estar?”, fue una pregunta recurrente. Como si hubiera que elegir entre la trinchera de la esposa y la de la supuesta amante, catalogada de “rompehogares” y “robamaridos”, “rápida”, “zorra” o directamente “puta”. ¿Siempre se vuelve a llevar la discusión a la cama? “En todas las culturas del mundo, la sexualidad femenina tiene que ver con la vergüenza. Incluso culturas -como muchas occidentales- que esperan de las mujeres que sean sensuales, no esperan que también sean sexuales", observa Adichie. 

“No hay ‘robamaridos’. Los maridos tienen capacidad para aceptar o rechazar una propuesta sexual y/o amorosa. La culpa no es de ellas. ¿O es que si la rechazan ellos se sienten menos machos o creen que sus pares los van a ver así?”, escribió en Página 12 la periodista argentina Mariana Carbajal, una de las fundadoras del colectivo Ni Una Menos, y agregó: “Hay mujeres para las cuales que un hombre esté casado no implica un límite. ¿Son zorras? Son mujeres con los mismos códigos de hombres para los cuales que una mujer esté casada no implica un límite”.

El concepto de la ladrona de esposos da por entendido que hay un certificado de propiedad de por medio. Vuelve a la idea de la pareja como una posesión, y ya sabemos que ese cuento sólo puede terminar mal. “Una mujer no roba a un marido, en principio, porque los hombres no son una pertenencia. No solo por respeto a las mujeres, sino por respeto a ellos, que no son objetos inanimados —como una caja fuerte— que se dejan saquear sin que su deseo o decisión pulse enter o de la clave para abrir su cuerpo o su corazón”, escribió la activista y escritora argentina Luciana Peker en una columna publicada en Infobae.

Volvamos por un momento al lenguaje. "Zorra", con su carga animal, debe ser uno de los términos que más repercusión tuvo en las redes durante la última semana. Pero, ¿también usamos palabras despectivas cuando se trata de un hombre o más bien son términos enaltecedores? De hecho, cuando el mismo Icardi rompió el pacto de amistad y empezó un vínculo con la propia Wanda Nara, exesposa del también futbolista Maximiliano López, se inventó un verbo para referirse a su actitud: Icardear. Dígase de un hombre que olvidó el mandamiento -no menos machista- de que “la esposa de un amigo tiene barba y bigote”. Pero, en el subtexto, es el ganador. El macho alfa. El conquistador. Una idea que hasta una marca de refrescos tomó como leimotiv de una publicidad en la que cuando te quedás con lo que no es tuyo “ganás por afano”.

Ahora el hombre desaparece de la discusión. Él, que es quien era parte de la alianza matrimonial, se mantiene en las sombras de la rivalidad femenina. Permanece aquella idea de que el hombre tiene un deseo irrefrenable, impulsivo e incontrolable. La otra lo sedujo. Pobre.

La violencia se ha manifestado por diversos medios. "Los medios de comunicación y las redes sociales incrementaron un montón esa violencia para con ambas, en función del 'team' con el que estuvieras. La China Suárez queda como la roba maridos, es un término que deja muy pasivo el rol de Icardi como si no tuviera ningún tipo de influencia y ahí viene a mecharse este preconcepto horrible que es base también de la cultura de la violación, que tiene que ver con que los varones tienen un deseo incontrolable o irrefrenable, entonces si alguien viene de afuera a seducirlos no puede contenerse. Y no, un marido no se puede robar porque no es un objeto y tiene conciencia y poder de decisión", señala Marichal.

Con las horas se va construyendo un guion que a cualquier plataforma de contenidos rechazaría por ser poco creíble, irreal. La verdad es que no sabemos cuánto de lo que se comentó fue, concretamente, real. ¿Cuánto importa la realidad en la construcción del chisme? Cuanto más sorpresas tenga la historia, mejor. Si es verdad, mejor. Si no, poco importa. El relato se construye para nosotros, los espectadores, que miramos en nuestros teléfonos cada lanzamiento de un nuevo episodio. Los propios protagonistas arman un guion en tiempo real, dan explicaciones, piden disculpas o da un giro en la trama en el momento menos pensado.

La discusión sobre la privacidad de las figuras públicas también entró en el culebrón del momento. ¿Hasta dónde deberían los medios de comunicación inmiscuirse en la intimidad de las personas? Aunque sean ellas mismas las que expongan los detalles. ¿Por qué es de interés público con quién se acuesta o se deja de acostar una pareja? ¿Hay algún valor en levantar las sábanas ante la audiencia para ganar clicks? Las métricas sin dudas suben a costa del chimento del que todos hablan. Se llegó incluso al punto de que se esbozar la posibilidad de difundir fotos íntimas, al aire, en un programa de chimentos. ¿Dónde se marcan los límites? Desde Uruguay miramos, como en muchas ocasiones, en una reposera lo que pasa del otro lado del río pensando que estamos lo suficientemente lejos como para que no nos salpique.

“El costo de sostener la imagen de familia feliz lo pago yo”, escribió Suárez cuando, cuatro días después del foco del incendio, decidió hablar. O, mejor dicho, escribir. Las redes sociales habían expuesto su lado más ingenioso, humorístico y hasta violento, aunque también, en contados casos, abrió la puerta a una reflexión más profunda. El acoso virtual y la cancelación son hijas de la sociedad hiperconectada.

“Gracias por ser el motor de nuestras vidas. Cuanto duele lastimar a tus seres queridos. Solo sanas cuando tenés el perdón de a quienes heriste”, escribió Icardi en un intento de salvar lo que queda de la relación. Y así, disculpándose, lo confirmó. Mientras ellas son las combatientes, las acusadas, las zorras, él es el que está dispuesto a todo por la contrapartida del perdón.

¿Qué es lo que nos atrapa? Puede ser la lista de nombres famosos, suficientes como para armar el casting de la ficción irreal. Pueden ser los mensajes filtrados. Puede ser la sensación de estar espiando en la vida de los demás en tiempo real. O puede ser, también, la confirmación de que a los ricos y famosos les pasa lo mismo que a uno; con la diferencia de que el dolor se transita en un vuelo privado a Milán, cuando si te pasa a vos probablemente tendrás que ahogarlo viajando en un 141 de camino al trabajo. “La sociedad no juzga a las que, todavía, considera libertinas. Las juzga a todas. También a las que están dolidas. No es una sociedad conservadora: es una sociedad machista. Todo amor y todo deseo femenino, todo impulso y todo grito, es reprimido y malversado. Por zorra o por resentida”, sentenció Peker.

No es cuestión de salir a medir con la regla del feminismo. No es cuestión de elegir trincheras. Es tratar de pensar, al fin y al cabo, quiénes son las que quedan rodeadas por el fuego. Marichal señala que el lugar que le toca a la esposa tampoco es un lugar amigable. "Por una lado esto de la cornuda que es 'algo debe haber hecho' o 'por algo está en ese lugar'. También traer su historia como 'te lo merecés'. Lo mismo con Suárez, 'si vas a estar con maridos ajenos te merecés esta violencia que se está ejerciendo hacia vos en redes sociales'".

"La sociedad se pone de un lado o del otro porque todo esto de alguna manera nos adoctrina a todas las mujeres en qué roles tenemos que ocupar, qué cosas se pueden hacer y qué cosas no. Si no ya ves las consecuencias que tiene", dice la psicóloga y agrega: "Por eso creo también que el sistema mediatiza tanto estos casos, porque es una forma de educarnos a todas en seguir perpetuando los roles de feminidad que se nos enseñan como mujeres".

Este lunes llegó el final de la serie, o al menos de la última temporada. Y terminó como empezó: en Instagram. "Me di cuenta de algo: que teniendo todo no tengo nada si no estoy con él. Estoy segura que este mal momento que atravesamos nos fortalecerá como pareja y como familia. Lo importante es que los dos tuvimos la libertad de ponerle fin a nuestra historia de 8 años, pero con el alma cansada de llorar, libremente nos volvimos a elegir", escribió Nara en un triunfo más del amor romántico. De la mujer que, en su rol de esposa y madre, perdona todo porque sin él no es nada. Ser en función del otro. Aunque tengas el alma cansada de llorar. 

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