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En el blanco de los turistas

Extranjeros llegan a Uruguay para utlizar cotos de caza privados, un negocio que ha crecido y que tiene una normativa vigente pero cuyo control riguroso es difícil
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14 de septiembre de 2012 a las 20:12

Diparar con un rifle a un blanco desconocido en la distancia donde los puntos vitales no están marcados sino que deben ser entendidos para hacer blanco”, le escribió Ernest Hemingway a un amigo sobre su fanatismo por la caza.

La caza puede ser una pasión o un hobby, polémico en la actualidad como otras tantas actividades donde está en juego la vida de animales, desarrollados dentro de las normas vigentes. También puede ser un negocio. O ambas cosas a la vez.

Desde hace unos años, Uruguay se transformó en un país donde la caza menor o de plumas (específicamente, de aves) y la caza mayor (desde chivos y ciervos hasta búfalos de agua) se han desarrollado en diferentes cotos en todo el país. Este fenómeno es un foco de atracción de turistas extranjeros que llegan al país para probar sus destrezas. Seis cotos (dos permanentes y cuatro que se habilitan para la temporada de palomas), y 30 empresas que traen turistas para cazar, componen esta particular “industria”.

Para ordenar el mapa, a grandes rasgos la caza de palomas se desarrolla mucho en el litoral, mientras que la caza de patos tiene un destaque especial en Rocha y la Laguna Merín, por la presencia de hábitat de bañado. La caza mayor se desarrolla sobre todo en la zona este, en predios con bosque nativo, corrientes de agua y cerros pedregosos.

En cuanto a la normativa de control hay especies que son plaga nacional y que por lo tanto se pueden cazar todo el año (como el jabalí), mientras otras cuya caza está regulada (como los ciervos, las palomas y las perdices, entre otras).

Esta actividad está regulada por el Ministerio de Ganadería, pero el control estricto “es difícil”, señalaron tanto desde allí como desde los privados que regentean los cotos. El Observador conversó con algunos propietarios sobre quiénes arriban del exterior a cazar y cuáles son las especies preferidas, de dónde llega el turismo de cacería y cuáles son los precios que maneja este mercado.

Plumas y trofeos
Según estimaciones de los propietarios de cotos en Uruguay, el 90% de la cacería turística que se realiza en el país es la llamada “de pluma” y se refiere a aves.
La producción agrícola tiene una influencia directa en el desarrollo de la fauna de aves. El crecimiento de los cultivos cerealeros en el litoral y de arroz en el este hacen que palomas y patos se reproduzcan tanto que incluso los productores llaman al personal de los cotos para que los ayuden a diezmar la población de estas especies.

En el mes de octubre de cada año, el ciervo colorado macho quiebra sus cuernos y desde entonces hasta el marzo siguiente desarrolla su cornamenta, que crece en general más grande que su versión anterior. Los ejemplares con la cornamenta más simétrica y de mayor tamaño son genéticamente mejores, son los más aptos para liderar la manada y transformarse en proveedores de mayor cantidad de hembras.

Por lo tanto el esplendor en las astas, que para los cazadores es el verdadero trofeo, se da entre marzo y setiembre. Esta es la llamada “temporada del ciervo”. Uno de los establecimientos donde se desarrolla la caza mayor es la estancia La Bacana. Se encuentra cerca del pueblo de Illescas, en Florida, a 225 km de Montevideo (unas 3 horas en auto). Es una estancia de 3.300 hectáreas, de las que 800 están dedicadas al coto.

Allí se pueden cazar nueve especies: búfalo de agua, ciervo colorado, ciervo axis, ciervo dama o gamo, antílope negro, muflón (una cabra con cuernos redondos), cabra cuatro cuernos y chivos salvajes.

“Contra lo que se cree de la caza en coto, aquí los animales están en medio de la vida salvaje, no reciben alimentación “humana”, son ariscos y tenés que laburar para cazarlos. Viven en el monte autóctono, en los cerros, las llanuras o el campo pelado”, explica Gabriel Negreira, encargado de La Bacana.

En el establecimiento también hay jabalíes, que se pueden cazar todo el año (y generan el problema de que se comen las crías de los ciervos). También habitan especies protegidas como los zorros grises y el zorro común, que no se pueden cazar.

El precio base para cazar, por ejemplo, un ciervo colorado va desde los US$ 1.500, más US$ 200 por persona por día. Incluye tres comidas por día, las armas y las municiones.

Además de la cacería, la estancia también vende animales en pie. “Hace muy poco tiempo un cliente brasileño nos compró 60 ciervos para su propio establecimiento”, dijo Negreira, quien contó que el establecimiento cría sus propios animales, pero los machos los traen desde Argentina. Al llegar, quedan en cuarentena.

Los clientes que llegan a Uruguay tienen procedencia variada: estadounidenses (que se dedican principalmente a la caza “de pluma”), muchos europeos y también brasileños. Los que menos predominan son los uruguayos. Hay quienes llegan a Uruguay porque es un país más regulado, otros porque lo consideran una rareza.

Algunos de estos clientes sintieron el flechazo (o en este caso se podría decir, el “balazo”) y se establecieron aquí. En la criollísima Isla Patrulla, “mojón de la tradición” según Los Olimareños. Allí vive Mathieu Jetten, un empresario inmobiliario holandés que llegó en 2001 a cazar palomas a Río Negro. Le gustó tanto el país que lo recorrió hasta que llegó a Rincón de los Matreros y “se enamoró” de esa región de sierras de Treinta y Tres, dijo. En 2005, abrió su propio coto y empresa, “Uruguay Natural Hunting”, de una extensión de 1.000 hectáreas.

Jetten apunta sobre todo al cercano mercado brasileño. “No hay que olvidar que aquí estamos a solo cinco horas de auto desde Porto Alegre”, dijo el empresario.
Tras la inversión y difusión, los cazadores llegan para conseguir el “trofeo”: la cabeza del animal cazado, que pasa a decorar las casas de los cazadores.

En La Bacana, por ejemplo, se encargan de brindar también el servicio de taxidermia para las cabezas y los cráneos. “La forma de cazar de los extranjeros difiere de la forma uruguaya. Los gringos cazan solo de día, con rifles de mira. Se acuestan temprano. El uruguayo caza de noche, con linternas y perros, y le gusta hacer asados y fiesta después de la caza”, contó Luis Bermúdez, experimentado cazador que trabajó en un coto de Rocha.

La seguridad de todos
Por los precios y los costos, los cotos de caza privados en Uruguay son “lujo para extranjeros” como lo definió un ex capataz de una estancia que fue coto.
Martín Bercianos, un empresario de Paysandú, sondeó la posibilidad de armar su propio coto pero la ecuación no le cerró. “Hicimos el cálculo de traer la gente, más la construcción de una pista de avión, fundamental en la cobertura médica. Si a un cliente lo pica una yara en el monte, ¿qué hacés?”, dijo Bercianos.

La seguridad de los clientes y del personal de los cotos es fundamental. En la mayoría de los establecimientos se le realiza a los clientes una prueba de tiro, para evaluar su capacidad. En el caso de La Bacana, el centro de salud más cercano es la policlínica Batlle y Ordóñez. En Rincón de los Matreros, ante cualquier accidente el hospital más cercano está a 40 kilómetros, en la ciudad de Treinta y Tres.

Luego está la seguridad de los animales. La división de Fauna del MGAP realiza controles periódicos trimestrales (ver recuadro). Cada establecimiento tiene además un equipo de veterinarios permanente. “Algunas de estas razas son muy delicadas y necesitan atención intensiva”, explicó Negreira.

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