Mayoría de asesinatos son con arma de fuego.

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¿En qué zonas crecieron los homicidios y por qué el delito se va corriendo de departamento?

El Ministerio del Interior reconoció que al menos tres bandas de origen brasileño ingresaron en el norte del país: Os Manos, Os Tauras y Bala na Cara
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02 de agosto de 2023 a las 05:03

Los homicidios son más frecuentes los fines de semana y durante las noches. La mayoría de homicidas cuentan con antecedentes penales o fueron indagados por delitos anteriores. Los asesinatos suelen consumarse con armas de fuego. Y con mínimas variaciones, desde hace una década Uruguay registra en cada primer semestre del año cerca de cinco homicidios cada 100.000 habitantes. El semestre de este 2023 no fue la excepción: las 187 muertes computadas bajo el rótulo de este delito —apenas tres menos que el mismo período de 2022— equivalen a 5,24 homicidios cada 100.000 habitantes.

Los expertos en metodología dirán que, a ciencia cierta, la tasa es un poco mayor. Ocurre que el censo poblacional en curso demostrará que la población uruguaya es más pequeña que la estimada para la época, por lo cual el denominador se achica.

Pero lejos de tecnicismos, los datos presentados por el Ministerio del Interior este martes confirman que el delito se va corriendo de zona y el crimen organizado está detrás de la explicación. Tanto es así que más de la mitad de los homicidios registrados en el primer semestre (52%) fueron motivados por “ajustes de cuentas”. Al menos si se sigue la categorización oficial de la policía.

El departamento de Durazno, por ejemplo, tuvo en el primer semestre de este año la misma cantidad de asesinatos que los contabilizados en los últimos tres años completos. ¿La razón? Según el ministro Luis Alberto Heber, tres bandas de narcotráfico “que eran conocidas por todo el departamento” se disputaban el territorio, hasta que “en los últimos meses” fueron capturados sus cabecillas (pese a que eso no puede asegurar la disolución de estas organizaciones, remarcó).

En el norte del país, en cambio, “las bandas penetran desde Brasil” por la frontera seca, y eso explica, según la policía, el incremento de los homicidios en Artigas y la meseta (en cifras comparativamente altas) en Rivera.

La inteligencia policial identificó a al menos tres organizaciones de origen brasileño con operativa en los departamentos fronterizos. Bala na Cara había sido la primera en cruzar el límite nacional.  Ya contaba con el control de las drogas en Porto Alegre y la venta de crack en las cárceles del sur de Brasil. La fundación especializada InSight Crime la describe como la segunda banda más grande de Rio Grande do Sul, caracterizada por la “violencia desmedida”.

En 2018 empezó a competir con ella la banda más populosa del sur de Brasil: Os Manos. La estimación refiere a que cuenta con al menos 10.000 miembros y una subdivisión de células que le hacen responder a varias cabecillas con independencia. La clave para su crecimiento está en el reclutamiento de adolescentes que hacen el “trabajo sucio” y a quienes les prometen una fidelidad casi religiosa.

Una tercera banda, Os Tauras, ya fue confirmada en Artigas. Hace un año no se había podido comprobar su existencia. Ante la pérdida de fuerza de Bala na Cara, salió al cruce de Os Manos, de quien se presume un vínculo con el temido Primer Comando de la Capital.

Un reciente estudio del Centro de Informaciones y estudios del Uruguay (Ciesu) y el Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro revela que el tráfico de drogas como tal es un mínimo porcentaje de los asesinatos entre bandas, aunque en crecimiento, pero sí existen otras tantas muertes que rodean al “ajuste de cuentas”. En este sentido, estos homicidios se cometen mayormente en espacios públicos, entre hombres jóvenes y con armas de fuego. El agresor y la víctima se conocían previamente y más de la mitad de los autores tenía antecedentes penales.

Una de las dificultades de este tipo de asesinatos es la falta de testigos dispuestos a brindar información a la Justicia. Lo mismo ocurre con las pruebas materiales en crímenes que son extremadamente violentos como muestra de fortaleza, de “acá mando yo”.

El dicho popular español dice: “El que no tiene no teme al ladrón”. Porque durante años la delincuencia estuvo asociada a la búsqueda de dinero, a la lógica de mercado, y a la ley de oferta-demanda. Pero la evidencia más reciente —y lo que pasa en la frontera con Brasil es ejemplo de ello— demuestra que aquel paradigma no siempre aplica.

El criminólogo Spencer Chainey, director de la unidad de América Latina del Departamento de Criminología de la University College de Londres, ya lo había explicado en El Observador: “el patrón de asesinatos no cambia tanto, sino que se asocia a áreas donde las personas tienen conflictos entre sí o entre grupos criminales rivales”.

Los homicidios, que el propio ministro Heber reconoció que son el indicador más fiable para saber cuán segura está una sociedad, están “planchados” en las cifras globales (aunque en cifras más altas que hace una década), Las autoridades (de ahora y de antes) suelen asociar el corrimiento a la fortaleza de la policía en dar con el crimen organizado de un área. Aunque, en el fondo, también se puede interpretar que la violencia no cede y tampoco conoce fronteras.

Mirá cómo evolucionaron el resto de las denuncias de delitos:

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