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Entre la esperanza y la experiencia
Los argentinos eligen mañana a un presidente comprometido a iniciar el trabajoso camino lento hacia la recuperación del país o a otro que representa el ruinoso populismo kirchnerista. Todas las encuestas asignan favoritismo a Mauricio Macri, líder de una alianza de partidos opositores bajo el lema Cambiemos, para vencer al oficialista Daniel Scioli en el primer balotaje en la historia argentina. Pero las respuestas de los encuestados no son demasiado confiables, como quedó en evidencia en los errados augurios para la primera vuelta, lo que no permite descartar a Scioli.
El postulante del Frente Para la Victoria, sin embargo, corre con el doble lastre de una campaña deslucida, centrada en vituperar contra Macri, y, sobre todo, del hartazgo de gran parte de la población con 12 años de gobierno desordenado, ineficiente y autocrático del matrimonio Kirchner. Scioli ha tratado de desprenderse de la pobre imagen del kichnerismo, argumentando que si le toca asumir como presidente el 10 de diciembre encabezará un gobierno diferenciado del actual. Pero su intento ha sido vano. Cristina Fernández de Kirchner, reacia a desaparecer del primer plano político, le impuso a Carlos Zannini, un hombre de su confianza, como compañero de fórmula y se ha asegurado de llenar bancas legislativas y otros cargos importantes con miembros de la Cámpora, la militante organización kirchnerista que lidera su hijo Máximo. Además de este cerco, los discursos de la presidenta durante la campaña –centrados en su figura más que en la de su candidato– y las ambiguas declaraciones de otras personas de su entorno, como su jefe de gabinete Aníbal Fernández, han evidenciado claramente el corral kirchnerista que atrapa a Scioli.
A menos que el postulante oficialista coseche una ayuda decisiva de la maquinaria del gobierno para atraer votos, recurriendo a regalos y cualquier otra artimaña, como ya lo ha hecho, entre la ciudadanía más pobre y desinformada, la sensatez parece inclinar mayoritariamente al electorado por Macri. Llega respaldado por su exitoso gobierno de la ciudad de Buenos Aires y por un mensaje de cambio y esperanza que ya le dio buen resultado en la primera vuelta el 25 de octubre, al mejorar agudamente su prevista votación nacional y al arrebatarle al kirchnerismo su vital bastión tradicional de la provincia de Buenos Aires, donde sufraga más del 40% del electorado total.
Macri no ha prometido milagros de la noche a la mañana, pero sí el comienzo de un complejo proceso gradual de aplicación de la lógica económica para salir del recesivo descalabro actual, para retomar el desarrollo y para poner nuevamente de pie a un país caído en el caos interno y el descrédito internacional. La clave para lograr estos objetivos es crear confianza, tanto en los inversores externos como en los argentinos que tienen refugiados en el exterior recursos estimados en más de US$ 400 mil millones. Es factible que esa confianza se genere si Macri triunfa en el balotaje. Es menos probable que ocurra si el ganador fuera Scioli, quien, pese a sus afirmaciones de que gobernará con independencia del kirchnerismo, estará inevitablemente limitado por la tela de araña con que la Sra. Kirchner y su Cámpora lo han envuelto desde que asumió la candidatura presidencial.
