Gabriel Griffa

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Entrevista de Daniel Castro a Gabriel Griffa: “La economía circular nos lleva a desarrollar nuevas economías muy importantes”

El empresario argentino, radicado en Uruguay, fundador de Sistema B propone un cambio en la gestión empresarial y agregar a la misión y visión, el propósito
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20 de noviembre de 2022 a las 05:10

Qué aprendimos desde el asesinato de Caín a Abel? Parece que nunca pudimos salir de ahí, reflexiona Gabriel Griffa. El empresario editorial, especialista en comunicación y fundador de Sistema B en Uruguay lamenta que, desde aquel hecho bíblico, la humanidad parezca estar empeñada en la autodestrucción.

“Cuando uno ve las guerras y las cosas que pasan en el planeta, dice ¿puede ser que no hayamos aprendido nada o que hayamos aprendido tan poco?”. Con esta pregunta como lanza, el empresario es un guerrero por la “cultura de la paz” y la “ética del cuidado”, ya que de no cambiarse la mentalidad imperante volveremos a caer en el paradigma de la violencia, afirma preocupado en entrevista con Luces Largas.

Es crítico con el Mundial de Qatar que se estrena este domingo, y se pregunta si tiene sentido haber construido la cantidad de estadios que se construyeron en un país donde a la sombra hay 50 grados. “¿Tiene coherencia o estamos construyendo una nueva Torre de Babel?”, se pregunta con pesar, y recuerda que en el proceso de construcción de los estadios murieron unos 7.000 obreros.

Griffa propone un cambio de paradigma en la gestión empresarial, al pasar del tradicional enfoque de misión y visión, al de misión, visión y propósito. Aclara que no se trata de sumarle simplemente una palabra, sino que tiene que ver con un profundo cambio en la manera de pensar.

Se habla mucho, pero parece que no se hace lo suficiente para un cambio de paradigma que usted entiende como vital para la subsistencia como humanidad. ¿Falta mayor conciencia?
Efectivamente, conciencia es lo que falta. De alguna forma tenemos que reconocer que el poder político –y esto lo digo a nivel global– decidió no prestar atención a lo que venían diciendo los científicos. Durante todo el siglo pasado se estuvo hablando de la contaminación ambiental, de la degradación del planeta; y sin embargo el poder político nunca quiso escuchar, ni tampoco el poder económico, ni tampoco las empresas. De alguna forma, el planeta durante toda la historia de la humanidad nos vino financiando.

¿Qué quiere decir exactamente?
Que siempre los humanos fuimos utilizando los recursos naturales que el planeta iba regenerando por sí mismo. Ahora, entre el año 1984 y el año 1987 aparece una nueva realidad, lo que se llama la deuda ecológica. En esos años, de mediados de la década de 1980, los humanos comenzamos a consumir los recursos naturales a una velocidad muy superior a la que tiene el planeta para regenerarlos. Con eso comienza a aparecer el concepto de la deuda ecológica, cuando empezamos a quedar en deuda con el planeta, que es quedar en deuda con nosotros mismos y con las generaciones futuras. Si extendemos en un año calendario el consumo de los bienes naturales –hoy ya por su escasez considerados bienes sociales– , nos damos cuenta de que si en el año 85, supongamos, llegábamos al 31 de diciembre, hoy hemos llegado al 29 de julio…

El dato es alarmante y el pronóstico sombrío.
Esto quiere decir que hasta el día 29 de julio el planeta está regenerando los bienes naturales que consumimos. Pero a partir de esa fecha nos estamos comiendo el capital; ya no vivimos de los intereses. Y eso es realmente un problema acuciante que se ve reflejado, por ejemplo, en el cambio climático, tema con el que tenemos que lidiar hoy todos juntos a nivel global. Ahora aparece el concepto ya no de independencia, sino de interdependencia…

Todos conectados y obligados a buscar soluciones en conjunto; decirlo es fácil, pero ¿cómo hacerlo?
Hay que entender que las sociedades, los países, las comunidades y las personas somos interdependientes entre nosotros, además de independientes. Digamos que la interdependencia no es un concepto que está en las antípodas de la independencia. No es o, es y. Somos independientes e interdependientes. Esta es una de las nuevas consignas de este paradigma que tiene que ver, por ejemplo, con conceptos como la corresponsabilidad: todos somos corresponsables de lo que nos pasa. 

A propósito de paradigmas, usted sostiene que la organización tradicional que fijaba su misión y visión con un modelo de gestión por objetivos, ahora deberá transitar a otro paradigma, que implica sumar a la visión y misión el propósito, el valor integral. Hablemos de eso.
En estos últimos 30 años, de la Cumbre de Río hasta acá, se ha avanzado muchísimo. ¿En qué? En conceptos, en palabras, en términos… El hombre es hombre porque les pone nombre a las cosas; entonces hoy podemos hablar de una cantidad enorme de conceptos, como la creación de valor integral, la sustentabildiad, la regeneración, la ecoeficiencia, que son palabras que antes no existían. Y ha habido una cantidad de documentos que se han firmado entre países, las convenciones de cambio climático, acciones impulsadas por Naciones Unidas, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Hay una infinidad de sucesos y de hitos, como Laudato si, la encíclica papal –que no comento como un documento religioso sino como un documento político del papa, que nuclea a unos 1.700 millones de fieles en el mundo–. Me parece que es mucha el agua que ha corrido bajo del puente, es mucho lo que se ha avanzado y es mucho lo que tenemos por delante. Lo interesante de todo esto es que hoy ya tenemos las herramientas y el conocimiento para poder efectuar el cambio

Pero muchas veces esas herramientas se ponen en cuestión o se duda de su existencia.
No podemos decir que no tenemos las herramientas, no podemos decir que no tenemos el conocimiento como humanidad. Ahora lo que falta es la decisión política, y hay una lucha enorme en cuanto a los privilegios. A todos aquellos que tenemos privilegios nos cuesta mucho renunciar a ellos. A la vez, al mirar el escenario político actualmente, hay que entender que términos como izquierda y derecha han quedado totalmente perimidos, han quedado en el pasado. Los problemas que enfrentamos hoy como humanidad nos obligan a pensar en términos de sostenible o insostenible. Y hay algo muy interesante que poco se comenta, que tiene que ver con el modelo económico que imperó durante la historia de la humanidad hasta la revolución industrial incluida, que tiene que ver con la economía lineal. 

Usted dice que imperó, lo plantea como algo del pasado, pero aún sigue muy fuerte y presente. 
No importa si uno estaba en un país socialista, comunista, con democracia republicana. Digamos, todos los países del mundo funcionaron a través de una economía lineal, donde se extraía, se producía o se fabricaba, se comercializaba, se consumía y después se tiraba. Era el concepto de economía con el cual nos manejábamos y esto imperaba en todo el mundo y en todos los sistemas. En algunos las empresas eran del Estado, en otros eran de propiedad privada; pero la economía lineal fue el modelo económico que creamos los seres humanos durante toda nuestra vida. Hoy ya estamos en lo que se llama la economía circular, donde ya no se trata mas de producir, de acumular y de tirar, sino que se trata de encontrar formas sostenibles para el uso de los recursos. Y que todo aquello que consideramos basura termine siendo un insumo para otras industrias. La economía circular nos lleva a desarrollar una cantidad de nuevas economías muy importantes, que están basadas en la colaboración y no en la competencia.

¿La competencia es otro paradigma roto?
El viejo paradigma de la competencia hoy es reemplazado por otro paradigma de la “coo-petencia”, que implica cooperar y competir al mismo tiempo. Vamos a un caso paradigmático: Pepsi y Coca Cola, que uno las considera compañías archirrivales. Ambas se han unido, por ejemplo en Latinoamérica, para los temas relacionados con los desperdicios y el reciclaje de envases, y esas son acciones que toman en forma conjunta. Bueno, esto está pasando en infinidad de industrias ¿Por qué? Porque se entiende que este cambio tiene que ser sistémico, lo cual quiere decir que el todo tiene que estar vinculado con la parte y la parte tiene que estar vinculada con el todo, y nadie es tan fuerte como para poder hacerlo solo. Esto obliga a las empresas, y no solo a las empresas sino a todas las organizaciones, a volver a revisar sus viejos conceptos de misión y visión, a lo que hay que incorporarle el propósito, que tiene que ver con el para qué, el para qué hacemos lo que hacemos. Tenemos una obligación moral para hacerlo, porque las nuevas generaciones quieren saber dónde trabajan, y si esos lugares de trabajo están agregando valor o están destruyendo valor. Estas generaciones son muy conscientes de la calidad del bienestar y la calidad de vida, acompañadas de la calidad del ambiente, de la sociedad y de los vínculos. 

O sea que en el futuro no deberían existir organizaciones sin propósitos, o sin estos nuevos propósitos.
No puede haber organizaciones que se desvinculen de sus propósitos, que se desvinculen del para qué estamos organizados haciendo lo que hacemos. Y cuando uno incorpora el propósito a la misión y a la visión de la organización, inexorablemente termina en lo que John Elkington llamaba la triple cuenta de resultados, siendo conscientes de que hay que crear valor en lo ambiental, en lo económico, en lo público y en lo social. Obviamente hablamos de dimensiones de creación de valor sostenible y regenerativo, que todas juntas conforman lo que hoy se llama impacto o creación de valor integral. Esto quiere decir que, obviamente, si uno está en el sector privado, su foco de creación de valor es la creación de valor económico, pero al mismo tiempo debe acompañar la creación de valor público, de valor ambiental y de valor social.

Usted propone cambios de paradigmas, de formas de ver las cosas, de consensos, pero no debemos soslayar que vivimos en sociedades agrietadas.
Hay una grieta que tenemos que resolver, que es la grieta de lo superavitario y lo parasitario. 

¿Cómo es eso?
Tenemos que ser conscientes de que con lo que decimos, con lo que hacemos y con lo que pensamos estamos permanentemente creando valor o destruyendo valor. Y todos aquellos que somos capaces, es decir todos aquellos que tenemos posibilidad de desarrollarnos en la vida y que no formamos parte de un grupo de riesgo (…) tenemos que asumir la responsabilidad de ganarnos el sustento diario, además de ahorrar un poco y compartir parte de nuestro dinero, de nuestra capacidad, de nuestro conocimiento y de nuestro tiempo con aquellos que menos tienen. ¿Por qué? Porque no podemos seguir descansando en la idea de que el Estado va a resolver todo.

Redefinir el rol del Estado implica una discusión que viene de muy atrás.
Con esto no estoy criticando al rol del Estado, simplemente creo que con la idea del Estado de bienestar los ciudadanos nos hemos descansado y nos hemos desvinculado de la responsabilidad que tenemos respecto del prójimo. Esto nos lleva a una dimensión individual colectiva. ¿Por qué? Porque todos vivimos en comunidad y somos mamíferos gregarios desde un punto de vista biológico, pero a la vez tenemos una dimensión espiritual, donde reside la conciencia. Y me parece que todos tenemos que ser conscientes de que este problema en el que estamos hoy, que tiene que ver con el calentamiento global, el cambio climático, con las inequidades, las asimetrías y un montón de situaciones que consideramos injustas, y son los problemas a los que hacen referencia los 17 objetivos y las 169 metas de los ODS. Cuando uno mira el documento, se da cuenta de las agendas globales de países, comunidades, empresas, que van en dirección de esa conciencia colectiva, que llama a una inteligencia colaborativa y a una inteligencia colectiva que tiene que ponerse en marcha.

Vuelvo sobre su afirmación de izquierdas y derechas como clasificaciones perimidas. Pero están muy vigentes en el debate.
La izquierda y la derecha son dos formas del viejo paradigma. Tenemos que entender que estamos en un cambio, estamos transitando hacia un nuevo paradigma. La izquierda y la derecha fueron definiciones que sirvieron para un momento de la humanidad y no es que estuvieron mal. Cada época o generación van tratando de resolver los problemas que tienen, con el conocimiento adquirido. En algún momento esos conceptos nos sirvieron y fueron muy útiles, pero, para los desafíos que tenemos que enfrentar hoy, ya no nos alcanzan. Y la realidad es que las personas creamos sociedades o instituciones para que nos resuelvan los problemas que tenemos. 

Comenzó el Mundial de Fútbol en Qatar, y allí usted observa una muestra de todas estas incongruencias en las que a menudo caemos como humanidad.
Me parece que es un caso que debemos analizar y revisar entre todos. ¿Tiene sentido haber construido la cantidad de estadios que se construyeron en un país donde a la sombra hay 50 grados? ¿Tiene alguna coherencia? ¿o estamos nuevamente construyendo la Torre de Babel? Tengamos en cuenta que murieron aproximadamente unos 7.000 obreros construyendo esos estadios. ¿Vale la pena semejante esfuerzo? Yo creo que no. Acaban de llegar 800 vuelos diarios de jets privados a Dubái (NdR: atravesar el Atlántico en un avión privado genera las mismas emisiones que un hogar europeo a lo largo de seis años, según businessinsider.es) ¿Tiene sentido? Yo creo que no. Alineada con Laudato si’, la Iglesia católica definió hace unos 10 años, los siete u ocho pecados sociales, uno de los cuales era el consumo excesivo, el gasto excesivo.

Entones, desde su punto de vista, ¿en qué deben pensar o enfocarse en el futuro las empresas, la sociedad civil, los gobiernos?
Deben pensar en qué tipo de ser humano les están devolviendo a las familias al final del día. Creo que si nos hacemos esa pregunta muchas casas cambiarían mucho.

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