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8 de julio 2022 - 12:00hs

Cuando tenía cinco años, Santiago Rosenblatt ya sabía que quería ser ingeniero en sistemas. Si bien asume que estuvo influenciado por las profesiones de sus padres –ingeniero en sistemas y analista en sistemas–, desde sus primeros años de vida ya tenía un interés especial por lo que un niño puede entender como ingeniería: desarmar e intentar rearmar los juguetes. En su caso particular, hasta medía la electricidad con un tester.  

La prematura pasión por la ingeniería, acompañada por una curiosidad inagotable lo llevó a investigar distintas áreas de la tecnología, entre ellas el hacking. “Arranqué a hackear desde muy chico, con 6 años”, contó a Café & Negocios. 

Cuando la mayoría de sus compañeros de clase estaban aprendiendo a escribir y a leer, Rosenblatt ya conocía la palabra hacker –que describe a las personas con grandes conocimientos de informática que se dedican a detectar fallos de seguridad en sistemas informáticos– y en cierta forma, era uno

“Para mí era falso, algo que decía de niño pero en realidad no hacía”, sostuvo Alexander Bobre, que conoce a Rosenblatt desde que tiene 7 años. Pero sí que lo hacía. Por ejemplo, hackeaba videojuegos para acceder de forma gratuita a caracterizaciones pagas para su personaje. 

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Y fue recién en el momento en que le mostró a su amigo lo que podía hacer, que este pudo ver que lograba este tipo de cosas. “Era una experiencia muy divertida”, dijo Bobre. Aunque también un poco frustrante, porque, desde niño, Rosenblatt hablaba con sus amigos sobre hacking con términos que estos no conocían. “Con los años me fui enterando de lo que me decía”, señaló Bobre.

Según Rosenblatt, sus primeros acercamientos al hacking llegaron tras un impulso de su madre, que en ese entonces trabajaba en el área de seguridad de una empresa, concurría a eventos en la materia, y regresaba a su casa con pendrives cargados con programas de hacking, de los que él se adueñaba. 

“Los programas que traía, más mi inquietud, más mi capacidad de entender cómo funcionan las cosas me fueron guiando en el camino”, explicó Rosenblatt.

Pero comenzó a profesionalizarse cuando ingresó la palabra hacker en el buscador de internet por primera vez. Un link lo llevó a otro y así, simultáneamente.

Mientras navegaba por un mundo de información, el pequeño hacker leía, aprendía y guardaba herramientas que creía útiles en una carpeta de su computadora. A prueba y error fue desarrollándose, hasta convertirse en un hacker súper habilidoso. “Cuando entendés cómo funcionan las cosas, las hacés por inercia y es muy rápido”, explicó. 

Tanto es así que durante los años en los que más hackeaba –entre los 10 y los 14–, en algunos casos particulares lograba hacerlo desde el celular en cinco minutos. Candy Crush, fue una víctima de Rosenblatt. 

La ética y el hacking

Durante las andanzas de Rosenblatt en internet, sus padres estaban al tanto y se encargaron de cuidarlo. “Si había algo que estaba mal, le enseñábamos que no lo tenía que hacer”, dijo su padre, Tomás Rosenblatt.

Sin embargo  –como todo niño travieso–, no siempre contaba todo lo que hacía. Y según recordó en la entrevista, en algunos momentos particulares generó problemas en su hogar: “En un punto, mi madre me quiso prohibir hackear”.  

De todas formas, siempre lo incentivaron a experimentar. Tanto es así que su padre contó que lo instaron a comprarse una notebook siendo muy chico para que pudiera probar, y así aprender. Desde ese momento, no paró más.

Hackear, un sinónimo de libertad

Tener la habilidad de hackear hizo más accesible la vida de Rosenblatt, porque podía hacer cualquier cosa. Un ejemplo, fue el acceso gratis –en vez de pagar US$ 180– a la visualización online de los partidos de la NBA. 

“Para mí tener la habilidad de hackear es libertad”, afirmó a Café & Negocios. “Están las reglas, pero perfectamente las podés saltar. Es como que te pongan una barrera, la levantes y pases”, explicó. 

En la entrevista contó dos situaciones en las que levantó esa barrera.

Por un lado, una anécdota divertida. Cuando estaba en cuarto año de liceo se fue de viaje junto a sus compañeros de clase, y se alojaron en un hotel en el que tenían que pagar para acceder al wifi. Logró hackear el sistema generando una tarjeta de crédito falsa y encontrando una vulnerabilidad en el sistema que la chequeaba. Así, todos tenían internet gratis. “Se empezó a correr la bola y gente que llegaba de otro lado venía a preguntar cómo tener internet”, recordó.

Por otro, una que marcó el punto de quiebre en su actividad: cuando dejó de romper y empezó a ayudar. Encontró una debilidad en un marketplace que le permitía comprar todos los productos, y pagar solo el envío. Eligió cuatro ítems –entre ellos un PlayStation Portable y una Smart TV–, fue a una red de cobranza y pagó solamente $ 400 por el envío. En el momento en que comprobó que la debilidad era real, la reportó. Y en lugar de hacerse con los productos seleccionados, pidió una devolución de los $ 400. “Esta historia es interesante porque es el punto de inflexión, es la primera vez que yo tenía algo tangible por hackear. Hasta ahí lo que obtenía era un crédito o algo digital”, explicó. 

La expectativa de ser uno más

“Para mi círculo cercano siempre fue sorprendente que pudiera hackear”, señaló. Sin embargo, a la hora de entrar a facultad pensó que se iba a encontrar con personas que sabían hacer lo mismo que él. Pero no fue así. Sus nuevos compañeros se seguían sorprendiendo, y sus profesores también.

Rosenblatt tuvo un vínculo particular con la facultad, pero no por sus capacidades en cuanto al hacking sino porque desde que comenzó a estudiar también trabajaba.

Su primer trabajo fue en la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento (Agesic), al que entró por participar de un evento donde estaba el encargado de la organización. Llamó su atención y lo invitó a sumarse al equipo, trabajo que aceptó tras algunas discusiones con sus padres: “Ellos me decían que aprovechara que tenía la posibilidad de estudiar sin tener que trabajar, y yo les decía que no tenía sentido que no trabajara porque quería aprender más”, contó.

Al tiempo de estar trabajando para esta organización, entró a Astropay. Su llegada fue a raíz de su participación en una hack night (noche de hacking, en español) que organizó la empresa. Desde ese momento, los directores le insistieron para que comenzara a trabajar con ellos y Rosenblatt –que continuaba haciendo ocho horas en Agesic–, ofreció trabajar cuatro horas gratis

En ese momento aprendió una lección gracias a quien hoy considera una de las personas más influyentes en su vida profesional, Juan José Correa. Quién era el chief executive officer (director ejecutivo, en español) de Astropay le explicó que le estaban insistiendo para que se incorpore a la empresa porque lo consideraban un valor, y que él debía valorarse de igual forma por lo que trabajar gratis no podía ser una opción. Luego de ese intercambio, empezó a trabajar cuatro horas en Astropay, pero siendo remunerado. 

Desde que Correa conoció a Rosenblatt apostó por él: ”Trabajó para nuestra compañía un tiempo, así como también lo hacía para otras empresas mientras terminaba sus estudios. Siempre fue muy ambicioso en la cantidad de cosas que quería hacer y siempre le insistí que mantuviera el foco donde creí que tenía el mayor potencial”, dijo en entrevista con Café & Negocios.

Al tiempo de estar trabajando para Correa, Rosenblatt renunció a su primer empleo y por tener horas libres se contactó con el chief technology officer (jefe de tecnología, en español) de PedidosYa –empresa a la que ya estaba hackeando para reportar vulnerabilidades, pero no de forma fija– para trabajar. Ruben Sosenke le dijo que sí y así comenzó a liderar el área de seguridad de PedidosYa.

Todo esto, mientras cursaba la carrera de ingeniería en sistemas. “La carrera se me hizo muy fácil porque estaba muy bien rodeado en los trabajos, y aprendí un montón”, sostuvo. 

Tanto es así que en la mitad de su curso universitario se desmotivó, a tal punto que dejó de ir a clase. Es que sentía que iba a perder el tiempo, y además tuvo alguna mala experiencia con ciertos profesores. Según narró en la entrevista, tuvo que dejar de decir lo que hacía en clase –liderar el área de seguridad de PedidosYa–, porque, dijo, a algunos docentes no les gustaba que le fuera tan bien, y comenzaron a desmerecerlo.

De todas formas se recibió en tiempo y forma por una cuestión de respeto a sus padres. Y también por una característica propia, que no le gusta dejar las cosas por la mitad.

La decisión de emprender

Rosenblatt es experto en un área en la que hay escasez de talento a nivel mundial, y por eso tuvo muchas propuestas laborales; en un año llegó a recibir 100 por la plataforma LinkedIn. Dentro de las propuestas que destaca está la de Facebook, porque era su empresa de ensueño. Le ofrecieron una posición de manager y dijo que no para cumplir otro de sus sueños, liderar su propia empresa. 

Según Correa, gracias al talento y el foco de Rosenblatt, el mundo hoy tiene a un emprendedor que logró crear una marca personal que capitaliza con su empresa, atrayendo talento de todo el mundo y logrando que empresas de mediano y gran porte confíen en su producto.

Pero para Rosenblatt, su posición actual también es consecuencia de los consejos de su padre, que pusiera el foco en lo importante. En este sentido, el padre recordó: “Cuando le llegaban muchas ofertas de trabajo por LinkedIn él estaba en la mitad de la carrera y le dije que lo primero que tenía que hacer era cerrar la aplicación, porque lo distraía. Lo segundo, era poner el foco en lo importante. Estaba en la mitad de la carrera y tenía tres años de experiencia laboral, cuando terminara y tuviera seis años iban a llegar mejores opciones”. “Era una opinión de padre basada simplemente en el sentido común, por ver cómo él se iba desarrollando día a día”, añadió.

Si bien está muy feliz con su decisión, para Rosenblatt lo malo que tiene emprender es que dejás de lado oportunidades que son impresionantes. Sin embargo, destacó que llevar adelante su propia empresa también es impresionante.  

En 2020 creó Strike Security, especializada en buscar errores en los programas de ciberseguridad de las empresas. Además de ser una empresa particular por su trabajo, también lo es por sus empleados dado que el director ejecutivo –Rosenblatt–, tiene 25 años, y los VP of engineering (vicepresidente de ingeniería, en español), Tomás de Angelis, y VP of operations (vicepresidente de operaciones, en español), Facundo López, tienen 22 años. El resto de los trabajadores mantienen la tendencia de la edad.

“Es un equipo muy joven, pero bastante senior a nivel de experiencia”, señaló Rosenblatt. “Es un grupo de gente con ganas de revolucionar la industria, que le ponen mucha energía al trabajo”, añadió. Y esto es lo que más le gusta de su trabajo, la cultura de la empresa. 

De Angelis habló con Café & Negocios sobre la cultura de Strike Security, y destacó la actitud de Rosenblatt en esto: “Es una persona muy abierta, que siempre está dispuesto a escuchar las opiniones de los demás”. Dentro de la empresa parece que no hay posiciones por lo cercano que son todos. Correa dijo que Rosenblatt tiene una apertura natural para compartir su vida con muchas personas, y de esa forma tomar lo mejor de cada uno. “Esto se ve muy reflejado en quienes lo rodean y en los resultados obtenidos a tan corta edad”, afirmó.
En este sentido, De Angelis explicó que tanto él como su compañero López ingresaron a la Strike Security por la confianza que les transmitió Rosenblatt. 

A nivel del trabajo en sí, Rosenblatt dijo: “Es un placer levantarme todos los días y tener que resolver desafíos. Y estamos resolviendo desafíos para cumplir nuestro propósito, porque nosotros queremos ser una empresa que le permita a la mayor cantidad de empresas posibles tener seguridad de alta calidad”. 

El desarrollo de Strike Security

Cuando Rosenblatt tuvo la idea de crear Strike Security, ya estaba posicionado en el mundo tecnológico gracias a su vasta experiencia laboral. De hecho, desde que dio los primeros pasos para construir la empresa tuvo el apoyo de figuras destacadas en la industria, ya sean nacionales o internacionales. 

A los pocos meses de haber comenzado tenía interés de muchas personas por invertir, todos ellos c-level (directores de área), de las empresas más grandes que tienen presencia en Uruguay. Todos ellos se convirtieron en inversores ángeles y aportaron valor en las diferentes áreas. 

“Abrí una puerta que es difícil de encontrar, pero cuando pasé por ahí entré en un mundo en el que todos me querían dar una mano”, dijo.

Además, tuvo el apoyo del Centro de Innovación y Emprendimientos de la Universidad ORT. Entró con esta última empresa –luego de haber pasado por allí con otras ideas–, porque necesitaba una organización patrocinadora para llegar a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, y la consiguió. “Siempre me trataron súper bien. Hay gente con muchas ganas de ayudar al resto”, sostuvo. 

En 2021 Strike Security cerró una ronda de inversión por US$ 5,4 millones. 

Para el futuro, Rosenblatt quiere aumentar el equipo y revertir el modelo de negocio para que sus clientes puedan acceder a seguridad en las empresas con una tarifa mensual muy baja, de aproximadamente US$ 20. Actualmente el foco está en el testing continuo mensual, que requiere de trabajo personalizado y vale aproximadamente US$ 1.700.

“La verdad tuve mucha suerte”, concluyó haciendo referencia a todas las oportunidades que tuvo en su corta –y al mismo tiempo, completa– vida laboral.

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