Cuando tenía cinco años, Santiago Rosenblatt ya sabía que quería ser ingeniero en sistemas. Si bien asume que estuvo influenciado por las profesiones de sus padres –ingeniero en sistemas y analista en sistemas–, desde sus primeros años de vida ya tenía un interés especial por lo que un niño puede entender como ingeniería: desarmar e intentar rearmar los juguetes. En su caso particular, hasta medía la electricidad con un tester.
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