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Europa entre la rebelión de granjeros y aranceles climáticos

La agenda medioambiental pone en pie de guerra a los productores de alimentos
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01 de diciembre de 2019 a las 05:00

Esta semana el parlamento europeo declaró emergencia climática a nivel de la Unión Europea y global. Puede parecer una mera declaración sin consecuencias.  Pero lo que está pasando está generando movimientos sísmicos dentro y fuera de la Unión Europea. Los granjeros están más que alarmados. Los cuestionan por el glifosato, por matar animales, por emitir gases de efecto invernadero. Grupos veganos hacen atentados en las granjas. Hasta que los productores de allá, como hace dos años los de aquí, dijeron basta.

Primero fueron los pacíficos holandeses. Esta semana fueron los franceses, los irlandeses  y los alemanes. Los agricultores de Europa se han rebelado. En esta era de protestas a lo largo y ancho del mundo, desde Chile a Irak y desde Colombia a Hong Kong, se agrega un movimiento social de importancia, y que se suma como un ingrediente a la espera de que el acuerdo Mercosur-Unión Europea de enorme importancia para el futuro de Uruguay sea ratificado por los parlamentos de todos y cada uno de los países de la Unión.

No es Un solo Uruguay. Pero podría ser parecido.  Miles de tractores estacionados en la Puerta de Brandeburgo, uno de los símbolos de Berlín. Miles de tractores marchan por la principal entrada de París, trancando el tránsito habitual. Antes lo han hecho los holandeses frenando a paso de tractor la principal vía de acceso a Ámsterdam. Se vienen regulaciones restrictivas en la forma en que se hace la producción. Llegan controles que antes no existían. Cada sistema productivo, sea un tambo o una aerolínea o una empresa naviera tiene que ir pensando cómo va a bajar sus emisiones de gases.

Los agricultores de Europa, ellos, los más subsidiados del mundo tal vez. Los que tienen precios altos y estables en comparación con el resto del mundo, claman que se están quedando sin futuro.  Como los de Uruguay tienen un problema  de costos y escasez de mano de obra para competir en una lógica de libre comercio. Pero enfrentan problemas mucho más importantes.

Por un lado enfrentan restricciones cada vez más fuertes en el uso de agroquímicos. En algunos casos con la prohibición al uso del glifosato, que se viene en Alemania y que ya es una realidad en Austria.  En otros restricciones en el uso de fertilizantes. Un ingenioso cartel de uno de los tractores que se estacionó en la puerta de Branderburgo en Alemania apuntaba que sin fertilizantes no se puede producir.  El gobierno de Angela Merkel tomó medidas para proteger las aguas subterráneas y los polinizadores. Producir es cada vez más difícil. Pero tal vez lo que más moleste a los productores es –aquí y allá– la estigmatización. Producen los alimentos que todos consumimos, se sienten víctimas de bullyng. Un ingenioso cartel de un productor alemán decía  que “nuestras plantas capturan al CO2 que ustedes emiten en las ciudades”.

Los productores ganaderos irlandeses, lejos de los precios movidos por China que tienen los ganaderos de América del Sur, son de los más militantes. El primer ministro de Irlanda, Leo Vadarkar, explicó a los productores que “tenemos plena consciencia que los productores han pasado tiempos muy difíciles en los últimos dos meses e incluso en los últimos dos años. Sabemos que el precio al que venden está por debajo del costo de producción, y eso no es sostenible.  Pero también tenemos que ser honestos con los productores: hay algunas cosas sobre las que el gobierno tiene control y otras que no. El precio del ganado es de las cosas que no controlamos.

Son significativos los textos de los productores en estas marchas. “Hay 7.500 millones de personas; 200 millones pueden alimentarse como cazadores y recolectores. El resto necesita agricultores’’, decía un cartel. Otros, más sencillos, sostenían: “No hay agricultores, no hay comida’’, “¿cómo te atreves?, matas mi futuro como agricultor”  y “nosotros te damos de comer’’.

Pero el electorado europeo tiene en estos momentos al clima como su preocupación principal. Casi la mitad de todos los europeos temen al cambio climático más que perder un trabajo o un ataque terrorista, mostró un estudio del Banco Europeo de Inversiones (BEI) este jueves (28 de noviembre) presentado cuando los legisladores de la UE declararon una “emergencia climática”.

La encuesta del BEI a 30 mil encuestados de 30 países, incluidos China y Estados Unidos, mostró que el 47% de los europeos consideraba el cambio climático como la principal amenaza en sus vidas, por encima del desempleo, la migración a gran escala y las preocupaciones sobre el terrorismo.

“Los ciudadanos europeos están muy preocupados por el cambio climático y su impacto en su vida cotidiana y su futuro”, dijo Emma Navarro, vicepresidenta del BEI responsable de la acción climática y el medio ambiente.

El BEI, propiedad de los gobiernos de la Unión Europea, es la institución internacional de préstamos públicos más grande del mundo”.

Los europeos no solo aplican restricciones a sus agricultores. Se vienen las nuevas barreras no arancelarias al comercio. Y los chinos están muy preocupados al respecto. El Parlamento Europeo analiza impuestos a los productos provenientes de países que contaminan y China es el país que más gases de efecto invernadero emite en el mundo”. Lanzar un “impuesto fronterizo de carbono” dañará los esfuerzos globales para enfrentar el cambio climático, dijo la cancillería de China el miércoles, pronunciándose contra el “proteccionismo” climático, una semana antes de nuevas conversaciones mundiales sobre el clima en Madrid, que empiezan este próximo lunes y serán fundamentales para trazar el próximo mapa de políticas ambientales globales. La llamada COP 25 reunirá en la capital española a delegados de más de 200 países de la ONU y tendrá una vez más a Greta Thunberg y sus seguidores de protagonistas. Iba a ser en Chile, pero el estallido social lo impidió.

El proyecto del impuesto fronterizo y climático fue lanzado en octubre por el nuevo comisionado climático de la UE, Frans Timmermans, y dijo que comenzaría la investigación sobre el nuevo impuesto, destinado a proteger a las empresas europeas de la competencia desleal al aumentar el costo de los productos respecto al de los países que no toman medidas contra el cambio climático. El impuesto fronterizo al carbono es parte de un conjunto de medidas que apuntan a que Europa sea neutral en emisiones al 2050. Y manda una señal a los países que aspiramos a exportar cada vez más al mercado de más sofisticación en el marco de un acuerdo de libre comercio de importancia fundamental.

Es posible que Uruguay sea un país “carbono positivo”. Tiene poca industria, tiene una matriz energética limpia y tiene una forestación y praderas importantes. Si logra medirlo y certificarlo, tendrá una llave de oro en sus manos.  Un país abierto y que saque carbono del aire, tiene un posicionamiento excepcional. Hay que medirlo y valorarlo.

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