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Excusas en la oficina: por qué es el peor hábito y cómo detectar mediocres

Son una puesta en escena que, si se instala en la cultura de la empresa, tiene resultados catastróficos en el clima laboral
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15 de enero de 2020 a las 05:03

Por Daniel Colombo

Las excusas son un hábito: la mayoría de las personas viven poniéndolas para no tomar acción y obtener los resultados que dicen que quieren. 
Van desde justificar por qué no cuidan su salud hasta dejar de asumir las tareas en el trabajo; desde dejar de estudiar cuando tienen un examen inminente hasta ‘plantar’ a los amigos cancelando a último momento.

Cuando vas por la autopista de la realización personal, las excusas te arrastran por caminos alternativos que te distraen de tu objetivo. Además, te quitan energía y entusiasmo, porque lo que logran es que pierdas el foco.

La mente puede jugar a tu favor o en tu contra. En el caso de los mediocres, las excusas son el argumento perfecto para justificar su inacción. Seguramente conocés personas que son verdaderamente sofisticadas en sus argumentos, porque necesitan hacer esa puesta en escena para autoconvencer a su subconsciente de que lo que dicen es “aparentemente” real.

El problema es que el subconsciente, al igual que el nivel inconsciente, no distingue lo real de lo falso por lo que, si le das una excusa, la toma como real. Por eso, la próxima vez no te prestará atención y producirá probablemente el resultado en automático que vos mismo le programaste la vez anterior: otra excusa. Así funciona y se instala ese mal hábito.

El costo de no hacer

Cada vez que decís que vas a hacer algo y no lo hacés, te mentís a vos mismo y eso daña tu estructura interna de autoestima: es una pequeña herida en la autoconfianza, por lo que ya nada volverá a ser igual.

En aquel momento puede parecer inocente, aunque no lo es, ya que la justificación repetida y prolongada en los años lleva a un resultado catastrófico: una vida postergada, gris, opaca, sin logros y con tus sueños aniquilados por tu falta de integridad. Además, las excusas son como las mentiras: se necesita de otra y otra, y otra más, para tapar la anterior.

Precisamente este fenómeno fue estudiado a principios del siglo XX por la investigadora soviética Bluma Zeigarnik junto al psicólogo Kurt Lewin. Luego de algunas pruebas sociales, concluyeron que la forma natural en la que está diseñado nuestro cerebro es la de completar las acciones, promesas o propósitos; sin embargo, si no está finalizado, la persona experimenta cierta disonancia o un leve grado de dolor interno o malestar, por haberlo dejado inconcluso. Esto genera una carga emocional dominada por la culpa y la decepción. La memoria del cerebro, y también de las células (memoria celular) almacena estas sensaciones desagradables, y las repetirá frecuentemente, como un llamado de atención sobre aquello que dijiste que harías y luego lo cambiaste por una excusa.

Lo interesante del experimento Ziegarnik es que también funciona a la inversa: cuando completás algo que hiciste de modo comprometido, el cerebro almacena esa experiencia gratificante y te premia dándote más energía y entusiasmo para dar el siguiente paso. Ese es el motivo por el que las personas automotivadas son las mejores emprendedoras: siguen adelante atravesando desafíos y problemas.


Tres pasos que evitan excusas

Todo cambio produce rechazo en la inmensa mayoría de las personas, porque implica hacer algo que se resume en las 3 D: desconocido, diferente o desafiante. Es así como las excusas aparecen para evitar pasar por la incomodidad de lo que sale de la experiencia previa.

Si querés realmente erradicar para siempre las excusas de tu trabajo (y vida), lo lograrás trabajando en vos, en tus creencias limitantes y paradigmas que frenan tu crecimiento; y en tomar mayor consciencia de este proceso que será gradual, aunque con resultado garantizado si lo hacés paso a paso:

1. Hacete responsable de tus actos y tus dichos. Cuando asumís tu responsabilidad por lo que decís, hacés, pensás, sentís y actúas, tu vida entra en concordancia; de tal forma que ya no tendrás tantas disonancias o distorsiones internas que -en lo concreto- se manifiestan en una gran contradicción interna. El ejemplo más claro es el célebre “quiero, pero no puedo”.

2. Actuá en consecuencia. Asumí tu parte, incluyendo las consecuencias, y verás como empezás a despegar en la autopista de tu realización personal y profesional. Trazá planes por escrito, reunite con personas exitosas que te alienten a ir adelante dejando atrás las excusas, observá tu lenguaje y dejá de usar justificaciones en modo automático. Muy pronto verás cómo estás avanzando en un sentido proactivo y directo hacia tu propósito.

3. Mantenete en movimiento hacia tus objetivos, pase lo que pase. El movimiento es todo impulso hacia adelante y hacia arriba, en línea con tus objetivos. Sólo esto es lo que necesitás para alcanzar tus metas. Por más extraño que parezca, el dejar de ponerte excusas te traerá una energía multiplicada para encarar nuevos proyectos y anhelos.

Fuente: El Cronista - RIPE

 

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