Emilio Tenti Fanfani en Montevideo.

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Emilio Tenti Fanfani, experto en educación: “La verdadera reforma educativa no se hace por decreto”

El sociólogo Emilio Tenti Fanfani advierte que buena parte de la izquierda es políticamente progresista, pero pedagógicamente conservadora
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22 de noviembre de 2022 a las 05:00

Emilio Tenti Fanfani —referente de la sociología educativa— nació en Italia, estudió en Francia y vive en Argentina. Pero cuando habla de las reformas educativas pareciera que sigue al detalle la realidad uruguaya. O más bien, viene a demostrar que la llamada transformación curricular que se discute en Uruguay no está aislada de la marcha mundial.

En su visita a Montevideo en el marco del V Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales, organizado por Flacso, el autor de “La escuela bajo sospecha” dice que el liceo es la nueva Primaria y que a la izquierda (de la cual se siente parte) le falta una mirada crítica sobre las necesidades de cambios en la enseñanza.

Usted dice que “se debe cambiar el derecho a la escuela por el derecho al conocimiento”, ¿por qué?
Porque es lo que vale en la sociedad. ¿Por qué se llama Ministerio de Salud y no Ministerio de Derecho al Hospital? Es bien sencillo: el derecho es la salud, el hospital es solo un medio. La escolarización es un instrumento, un medio, pero el objetivo es el conocimiento. Vos podrías tener un diploma y no tener el conocimiento.

Pero, ¿el conocimiento no está en Google?
Eso es una fantasía, es creer que la mesa está servida. La teoría de la relatividad está en internet. Los museos están en internet y también todas las partituras de Bach. Pero si no has desarrollado los criterios de apreciación de la música, si no has incorporado la física o el pensamiento crítico, todo ese repositorio de información disponible en la red no sirve para nada. Hay que saber hacer, saber aprender, saber incorporar.

Eso que en Uruguay tanto se habla en la transformación curricular bajo el rótulo de “competencias”.
Eso mismo que está “de moda”, aunque no es nada nuevo. La escuela empezó primero desarrollando competencias. Se llamaban destrezas, luego habilidades. En la Edad Media se enseñaba a guerrear, a la oratoria. Es decir: primero se enseñaron a hacer cosas, recién después vinieron las disciplinas y los contenidos. La destreza, la habilidad y la competencia son sinónimos, por más que los pedagogos se enfrascan discutiendo la semántica de las palabritas. Es el saber en el cuerpo. Los empresarios lo saben bien. Ellos cuando compran una maquinaria saben que necesitan a las personas capacitadas para usar esa maquinaria.

¿Entonces la educación sería “servil al mercado laboral” como critican algunos sindicatos?
¿Qué significa formar para el mercado de trabajo desde la educación inicial hasta el término del bachillerato? Significa desarrollar ciertas capacidades potentes asociadas a los lenguajes y el cálculo. Con esas dos habilidades llegás a la empresa y el jefe te va a enseñar lo necesario para hacer las tareas específicas de esa empresa. El empresario lo único que necesita conseguir es ese sujeto que tiene las habilidades básicas bien arraigadas que le permiten luego aprender el conocimiento inherente a la empresa en cuestión. Eso pasa incluso a nivel de la educación superior. Unicef contrata a un contador para que maneje un sistema contable interno. Luego llaman a ese mismo contador de Unesco, pero usan otro sistema contable. Eso no te lo va a enseñar la facultad, sino que la universidad te da el conocimiento habilitante para que luego el empleador te enseñe lo característico de esa empresa. Y lo más básico para eso es saber leer, escribir y calcular. No hay misterio.

Sin embargo, un liceal uruguayo se enfrenta a diez profesores que cada uno le “enseña” una disciplina. ¿Es una falla?
Sí. Hay que integrar mucho más. Si la Secundaria se convirtió en obligatoria, ya no puede ser “secundaria” como dice el nombre. Es la nueva Primaria. Es la básica común y original que ahora demora unos 14 años. El bachillerato, tarde o temprano, lo tendrá todo el mundo. Es una fantasía pensar que uno va a conseguir un trabajo de calidad por tener bachillerato. El desempleo no está asociado a la Secundaria por la sencilla razón de que la Secundaria es lo más básico. Es el piso mínimo.

Los estudios del Instituto Nacional de Evaluación Educativa de Uruguay muestran que la escuela no revierte la inequidad de base de sus alumnos. ¿Por qué pasa eso?
Por eso la escuela está bajo sospecha. Cuando ves los resultados de las pruebas PISA y la mitad de los chicos y chicas de América Latina no cuentan con los conocimientos más básicos luego de haber pasado por la escuela y parte del llamado liceo, ya no podés decir que es culpa de esos estudiantes. Antes, cuando era una escuela elitista, se decía que el que no avanzaba era “un burro”, que “no le da la cabeza” o que “no tiene ganas de estudiar”. Pero cuando la mitad no avanza no se puede seguir con esas justificaciones: ¿la mitad son vagos o burros? Eso es imposible. En toda sociedad hay una mínima cantidad de superdotados y una mínima cantidad de chicos con alguna dificultad especial. El resto, grosso modo, está en la media. Eso hace que la escuela es la que esté sentada ahora en el banquillo de los acusados.

¿Qué significa eso?
Hoy hacer política educativa es formar la escuela. Los gobiernos le ponen nombres rimbombantes: reforma, revolución, transformación. Sea lo que sea, todos y en todas partes están intentando cambiar.

¿Está la población preparada para esos cambios?
No. De hecho, había que cambiar el paradigma de la educación obligatoria para pasar a estos dos supuestos: todos los estudiantes están capacitados para avanzar y todos tienen derecho a aprender. Entonces hay que crear las condiciones sociales y pedagógicas para que se cumplan estos supuestos. Cada uno a su ritmo.

Le repito: ¿está la sociedad preparada para aceptar ese nuevo paradigma?
Cambiar las condiciones sociales depende de la política. A la interna de la educación le cabe el pensar lo pedagógico y revisar si tienen sentidos los viejos dispositivos: el examen, la repetición, el abanderado, la nota cuantitativa. Cambiar eso cuesta mucho, más cuando la escuela es una de las instituciones más antiguas y que empezó como obligación antes que un derecho. La escuela no fue el resultado de la lucha de los ignorantes que querían aprender a leer y escribir. En todo caso fueron las élites constructoras del Estado que dijeron “hay que”. Eso hace que se naturalizaron grillas de una decena de asignaturas, clases de 40 minutos. Es un horror. Es difícil convencer a los padres y madres de la necesidad de esos cambios.

Si se sacan las notas y la repetición “se empareja para abajo”. ¿Es así?
En el papel es fácil cambiar todo. Pero los cambios profundos ocurren tras un cambio cultural, la verdadera reforma educativa no se hace por decreto. Los jesuitas en Barcelona fueron súper innovadores en eso y ahora venden su sistema. Pero para convencer a los padres y los docentes de que valía la pena trabajar en base a proyectos y por áreas estuvieron debatiendo tres años.

Esos colegios jesuitas son privados, ¿la tienen más fácil que los públicos para concretar los cambios?
Sin dudas. Las escuelas públicas son parte de la burocracia estatal. El secreto de la burocracia es que las acciones de los hombres están reguladas por leyes. Por eso los miembros de estas organizaciones se llaman funcionarios. Cumple una función que está establecida y no puede pedírsele nada por fuera de eso establecido. Circulaba el mito de que en el Teatro Solís había un cargo que era para subir el telón, y otro cargo para bajarlo. Esto permitió la producción en masa: no es lo mismo producir un auto en serie que alumnos en serie. El gerente es un líder que intenta que los miembros de su organización cumplan con objetivos y no con una función asignada por papeles. ¿Por qué un docente suele durar más en un instituto privado que en un público si en el privado te pueden despedir cuando al dueño se le antoja? Por la sencilla razón de que se buscan objetivos y un sentido de pertenencia.

¿Parte de la izquierda no está pudiendo entender esa idea?
Todos sospechan de la escuela, pero cada uno argumenta desde una de las siguientes tres explicaciones. La primera es la teoría de la decadencia: son esos que dicen que la escuela no es satisfactoria porque se han perdido los valores, porque docentes eran los de antes, antes los jóvenes tenían ganas de estudiar, había disciplina. La segunda perspectiva es la neoliberal: el problema de la escuela es del sistema público, porque es el Estado estructuralmente un mal gestor de los recursos, es un elefante burocrático, perezoso, al que no se le pueden introducir dosis de competencias. Esos neoliberales son reformistas a su manera. Hablan de la libre elección de los padres y hasta a veces te defienden el home schooling, bregan por la autogestión de los centros educativos y toda esa parafernalia que llevó al sistema chileno a los enormes problemas de inequidad. ¿Qué le queda al progresismo? La perspectiva economisista: el problema de la educación es del presupuesto. Se invierte menos en la educación, hay recortes. Es la perspectiva preferida de los sindicatos y de sus intelectuales orgánicos. Son políticamente progresistas, pero pedagógicamente conservadores. Lo único que les queda son los valores utópicos. Eso hace que busquen innovar muy poco y que terminen siendo reaccionarios como oposición a la mirada neoliberal. Lo que está faltando es la mirada progresista y crítica a la vez: la que sea capaz de criticar el sistema de evaluación actual, el asignaturismo y no ser solo un opositor a todo.

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