Fabián Antúnez se ordenará como obispo el próximo 15 de agosto cuando tome la posesión de la diócesis

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Fabián Antúnez, el obispo cercano a Francisco que le dijo adiós a la abogacía y se hizo "todoterreno" en Uruguay

El nuevo obispo habló de su cercanía con Francisco, reconoció que llegar a Uruguay fue su experiencia más "fuerte" y contó cómo se transformó de un adolescente inquieto a un religioso
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08 de agosto de 2021 a las 05:00

Pocas personas en Uruguay son tan cercanas al papa Francisco como Fabián Antúnez. El nuevo obispo de San José conoció al máximo líder de la Iglesia Católica hace más de 25 años, durante la consagración de un obispo, párroco de Resistencia, en Chaco (Argentina), cuando despegaba como aprendiz en la vida religiosa, y desde entonces no perdió los lazos.

La primera vez que se vieron, Antúnez notó en Bergoglio un hombre de gestos, cercano y abierto al diálogo, a quien luego pudo confiar sus inquietudes en conversaciones de afecto. En ese momento, el pontífice era el arzobispo de Buenos Aires y el ahora exdirector del Colegio Seminario se iniciaba en los jesuitas tras haber abandonado la abogacía.

Con el paso del tiempo, ese primer acercamiento informal y breve se transformó en un vínculo de amistad que se mantuvo por años mientras Antúnez estudiaba la Licenciatura en Teología Moral en Roma y Bergoglio, por entonces cardenal, viajaba frecuentemente y tenía detalle con él, como cuando le consiguió un trabajo pastoral los fines de semana en una parroquia.

Se vieron por última vez en la capital italiana en 2015, pero su cercanía perdura hasta hoy y se expresa en intercambios que mantienen por mail. “Él es muy cercano en los gestos. Siempre que uno lo necesite va a estar. En Roma fue muy delicado y es una persona muy cercana. Lo mío es más respetuoso desde el lugar que ocupa, pero tengo posibilidades de una cercanía, de un mensaje. Siempre digo: mandarle un correo, un mensaje, un saludo, (tengo) ese tipo de cercanía”, contó a El Observador el sacerdote, a sus 52 años nombrado obispo de San José por el papa.

Así como mantuvo el vínculo con Francisco, se preocupa por mantener sus amistades desde la adolescencia. Tiene contacto con excompañeros de básquetbol, intercambia mensajes con conocidos de su lugar de origen, Resistencia, –una pequeña localidad de 300 mil habitantes ubicada en Chaco– y mantiene el mismo grupo de amigos de la secundaria, con quienes se junta cada vez que puede. La diferencia, eso sí, es que aquellos jóvenes que se divertían jugando al rugby sin preocupaciones ahora son hombres hechos y derechos que disfrutan de “celebrar la vida” y ven en él la figura de un cura “normal”.

De voz pausada y clara, con una sosegada postura corporal que se estampa en casi 1.90 metros, Antúnez fue dejando atrás el apego a su país, las picardías, las salidas nocturnas, una relación de pareja e incluso a su propia familia. Describe aquella versión juvenil aclarando que es la misma persona, porque sino –sostiene– se montaría un personaje, pero asume que tuvo que “cambiar ciertas lógicas” de la noche y que correr, una de sus pasiones, lo ayudó a oxigenar y a encontrar parte del sentido espiritual. 

Antúnez, de 52 años, fue rector del Seminario hasta el 31 de julio

Era ese joven de los amigos, el barrio, el básquetbol, el rugby y el vóley, muy inquieto y sólo hacía una pausa cuando era atrapado por la lectura. Pertenecía a una familia de clase media y compartía los atardeceres con los vecinos entre “figuritas” y juego de bolitas. Su madurez llegó tarde y, sorprendentemente, brotó hacia el compromiso jesuita tras un “llamado de Dios”. 

“Empecé a vincularme con grupos de jóvenes, a hacer apostolados con chicos en situación de calle y fue una reconversión fuerte para mí, un cambio de vida fuerte. No tenía transmisión de la fe ni pertenecía a grupos juveniles. Sí tenía una fe fuerte de mi madre, había hecho la comunión, pero no era un típico joven de iglesia porque no había cultivado mucho esa experiencia”, comentó. 

Fueron meses y meses en los que acompañó a su novia a un grupo de jóvenes en una parroquia, mientras cursaba el tercer año de abogacía en la facultad, hasta que un retiro espiritual lo motivó a dejar los casos que seguía. “Fue muy fuerte la experiencia de ejercicios espirituales. Yo hice una propuesta de oración de San Ignacio de Loyola de retiros de silencio personalizados, donde ahí comencé a ver más claramente la posibilidad de un llamado en los años finales de la carrera (de abogacía) como un horizonte fuerte que se me empezaba a presentar. Hasta que volví a hacer de nuevo, por segunda vez, un retiro de San Ignacio de ocho días y ahí pude claramente sentir el llamado a la vida religiosa. Pude integrar todos mis procesos y decir que sí. Fue un momento de decisión fuerte. A partir de ahí, empecé a dejar los casos que seguía, a soltar el mundo del derecho y asumir que, definitivamente, al año siguiente iba a entrar a los jesuitas”.

"Un shock cultural"

Desembarcó en Uruguay como seminarista (estudiante de cura)para trabajar en el Colegio Seminario. Su primer obstáculo: la idiosincrasia uruguaya. ¿El resultado? Ser un todoterreno.

Debió ingeniárselas para ganarse al uruguayo, muy distinto al argentino, más devoto de la religión y de la Virgen. Por eso lo rememora como “un shock cultural bastante interesante de elaborar”.

“Venía de trabajar mucho en la pastoral social, en los barrios, entonces tuve que adaptarme al mundo educativo y a una institución grande, como el colegio (Seminario). Era mucho más joven, estaba recién comenzando mi camino vocacional y conociendo a la gente. Yo venía de una transmisión de la fe mucho más explícita, de manera más directa y encontré un uruguayo más reservado, más de la religión en el ámbito privado, no tanto en lo público. He tenido que conocer al uruguayo más por dentro, buscar puertas de entrada para la transmisión de la fe, explicitar el hecho religioso y que no lo viva como invasivo. Aprendí mucho”, recordó.

En poco tiempo, Antúnez se “ganó” al uruguayo con su “poder” de simpatía y sociabilidad, a pesar de ser algo reservado. Su don de escucha, dicen sus conocidos, hizo que pronto caiga bien a todo aquel que cruzaba en los pasillos del Seminario. Forjó su etapa de magisterio allí, previo a su ordenación sacerdotal, y esos primeros dos años en el país lo “marcaron mucho”, reconoce. 

El sacerdote reconoció que tuvo que "conocer al uruguayo más por dentro, buscar puertas de entrada para la transmisión de la fe" en comparación a cuando vivía en Argentina

Aunque ya sabía lo que era estar lejos de su familia porque antes había dejado Chaco para vivir en Buenos Aires con los jesuitas, esta vez se enfrentaba a su primera “experiencia fuerte” fuera de Argentina. 

No fue la única: años más tarde viajó a Granada, donde cursó la Licenciatura en Estudios Eclesiásticos (entre 2002 y 2005), se ordenó de diácono en Sevilla; luego se alojó en Roma para estudiar Teología Moral y trabajar en el apostolado de una parroquia hasta 2007; y finalmente volvió a Montevideo para retomar su vida en el Seminario, donde fue director de Pastoral por diez años y también rector. 

“Agradezco haber estudiado una carrera universitaria previa, la experiencia de pareja que tuve –porque puedo entender más a la gente– y que fue genuino mi proceso de discernimiento. Fue un proceso honesto, sincero, en el que Dios fue marcando los tiempos. En la vida no se pierde nada, todo son aprendizajes y de todo tenemos que entresacar lo que nos hace crecer”, reflexionó.

Toda esa experiencia y el colegio quedarán atrás para empezar un nuevo desafío. Si bien visitó muchas veces San José –siendo director de pastoral– en recorridas con grupos de castores o jóvenes universitarios pertenecientes a la red juvenil ignaciana, dice que "hay muchos lugares de la diócesis" que no conoce. "Tengo que ir a visitar y conocer”, dijo. 

El sábado 15 de agosto a las 16 horas Fabián Antúnez se ordenará como obispo y tomará posesión de la diócesis de San José, que abarca también a Flores. “Lo vivo con paz. Quizás el salto más grande es el poder soltar la congregación. Yo sigo siendo jesuita pero dejo de vivir en sus casas y de pertenecer a las obras suyas. Esa es la parte del desarraigo más grande que estoy experimentando”, confesó.

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