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Ruido de fondo: así es la película de Netflix que "predijo" el accidente en Ohio
"Ok. Corre película"
Ruido de fondo (White noise) empieza con una película, o varias: un compilado de choques automovilísticos en la historia del cine de Hollywood. Los impactos, los hierros retorcidos, los despistes y la inevitable imagen de los personajes atrapados en el interior chocan con las palabras del docente que guía la proyección: “Son una larga tradición del optimismo americano, una reafirmación de los valores tradicionales”. La muerte como consumo cultural.
Noah Baumbach corrió el riesgo. Se aventuró en una adaptación de la novela homónima de Don DeLillo de 1985 que se consideraba una de esas piezas de la literatura que no puede ser contenida en el mundo de la cinematografía. Básicamente ”infilmable”. Hasta ahora.
Baumbach recibió una copia del libro de parte de su padre cuando estaba en la universidad y volvió a leerlo en 2019 cuando su padre falleció. “Tenía la sensación de que no importaba lo que estaba pasando en el país, sentiría que fue escrito para ese momento específico”, afirma Baumbach en las notas de producción de la película. "Si lo habría vuelto a leer después del 11 de setiembre o durante los primeros días de Internet, o cuando Trump fue elegido: de alguna manera tiene algo que decir sobre este país”. El largometraje, coproducido por la productora A24, es una de las opciones más fascinantes de Netflix en el comienzo del año.
Ruido de fondo es una criatura cinematográfica completamente diferente a las que criaba Baumbach hasta el momento. No es cómodo, pero una vez que se entra en el mundo que propone el director, inmersos en aquella fantasía distópica del sueño americano de los 80, lo absurdo y la ironía cautivan al espectador mientras ve a una sociedad perseguida por la noción de que en algún momento va a morir. Solo el consumo alivia la sensación de que la vida tiene irremediablemente un final, como el choque espectacular de una película de acción. “Parte de la tradición norteamericana”
“Quería hacer una película que fuera tan loca como el mundo se siente para mí en este momento” – Noah Baumbach
Jack (J.A.K) Gladney, interpretado por Adam Driver, es un académico de mediana edad especializado en estudios sobre Hitler que se avergüenza de no saber hablar alemán pero tiene una capacidad incomprensible para convertir sus clases en una performance admirada. Babette, la esposa personificada por Greta Gerwig, lidera talleres de postura mientras pierde paulatinamente la memoria. Jack y Babette viven en un perpetuo estado irracional agitado por el temor a la muerte; no solamente la propia, sino la preocupación de sobrevivir a su pareja.
La familia Gladney se completa con los niños: cuatro hijos en total. En una situación digna de Los tuyos, los míos y los nuestros comparten el cuarto matrimonio de ambos. “Esos son míos, de los matrimonios uno y tres. Allí está la de Babette del marido número dos. Wilder es nuestro. Somos el cuarto de cada uno”, explica JAK a su colega, el profesor Murray Siskind interpretado por Don Cheadle, especialista en estudios de Elvis Presley, mientras recorren el supermercado.
La historia se estructura en tres actos –impregnados por la cultura pop– en los que los personajes se enfrentan a situaciones ordinarias y extraordinarias que sortean con similar preocupación.
Durante la primera parte de la película la familia enfrenta los pequeños (o grandes) desafíos cotidianos: mantener viva la pareja, educar a los niños e intentar que no se maten entre ellos y cumplir con sus respectivos horarios laborales, mientras miran películas sobre catástrofes aéreas y cenan enfrente a la pantalla. Escenas de la vida doméstica. “Se trata de cómo nuestra negación de la muerte se sublima en forma de muerte en nuestro entretenimiento, y cómo estos son los rituales y estrategias que hemos creado para nosotros mismos para darle sentido a todo”, considera el director.
Pero con un accidente ferroviario llega el apocalipsis: una nube tóxica, un “evento de contagio aéreo” o un “cómo lo estén llamando ahora en la televisión”. La amenaza real de perder la vida. Se suceden la desinformación y la certeza de que al menos uno de ellos estuvo expuesto a lo desconocido, una evacuación, un campamento de emergencia, una fuga adrenalínica y reparar en que intelecto a veces no es suficiente para encontrar una salida. “Desearía poder pensar para salir del problema”, dice el padre de la familia.
En el tercer acto vuelven a la vida y enfrentan las secuelas. Es la oportunidad de enfrentar las mentiras que acumulaban. El giro más oscuro de la historia. La preocupación de la hija mayor de la familia por la pérdida de memoria de su madre descubre la adicción de Babette a unas píldoras experimentales que anestesian el miedo a la muerte, a cambio del abuso sistemático en el cuarto de hotel con un tipo patético que termina con un par de tiros cuando Jack se hace cargo de la violencia y va a buscarlo, en parte para vengar a su esposa y en parte por la curiosidad de la píldora mágica, pero termina en el hospital de una monja atea.
“Hay dos tipos de personas en el mundo: asesinos y moribundos. La mayoría de nosotros somos moribundos. No tenemos la disposición, la rabia o lo que sea necesario para ser un asesino" - Murray Siskind
En medio, el supermercado. Ese airbag que absorbe los golpes y transforma la neurosis en pequeños momentos de felicidad entre góndolas repletas de cajas de cereales y tetrabriks de colores estridentes perfectamente organizados. La oferta de la felicidad que se presenta para todos, menos para los intelectuales.
“Ruido de fondo es ardua, disparatada y absurda. Es al mismo tiempo, y a veces consecutivamente, sátira de la vida académica universitaria, ensayo posmodernista, comedia amarga sobre la muerte, drama de familia desestructurada, ácida celebración (y crítica del intelectualismo) de la cultura popular, y lúcida distopía con la tecnología, el consumismo, la monotonía y la obsesión química por una forma de felicidad que al menos destierre el miedo al trance como principales culpables del desastre”, escribe Javier Ocaña en El País de Madrid y elige las palabras justas. Ruido de fondo es todo en dos horas y 16 minutos.
Este mundo onírico y ochentoso se apoya en el minucioso trabajo del diseñador de producción Jess Gonchor, la diseñadora de vestuario Ann Roth y el coreógrafo choreographer David Neumann. Todo bajo el lente anamórfico de 35mm que eligió Baumbach.
Se trata de la quinta vez que el director y Adam Driver cooperan en una película y al mismo tiempo marca el regreso de Greta Gerwig a la pantalla desde 2016, desde que emprendiera una exitosa carrera como directora de películas como Lady Bird o Little Women.
“Cuando Noah comenzó a trabajar en el guión, dijo: '¿Quién debería interpretar a Babette?' – recuerda Gerwig, quien además es la pareja del director– Y dije: '¡Yo!'. Y luego pensé: 'Oh, Dios, ahora lo he hecho'. Creo que hay algo sobre las capas de quién es ella y cómo se revela a sí misma y cómo es una extraña para sí misma y también una extraña para su marido, profundamente. Eso era algo en lo que sentía que quería entrar”.
En medio del caos y la megaproducción, Baumbach vuelve a mostrar una intimidad conmovedora: la fragilidad de los personajes, las dinámicas familiares, las infancias, el amor, las debilidades y las fortalezas humanas. En su tercera colaboración con Netflix, después de Los Meyerowitz (2017) y la ganadora del Oscar Historia de un matrimonio (2019), el director empuja los límites de la comodidad y ofrece una historia de complejidades.
La certeza de que la vida y la muerte no son eventos independientes, sino parte de la misma experiencia permanece al final de los títulos, como un retrogusto existencialista. Puede que la única forma de escapar a ese ruido de fondo sea bailar en la góndola de un supermercado al ritmo de New Body Rhumba de LCD Soundsystem.
*Esta nota se publicó originalmente el 10 de enero de 2023.
