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Fiebre africana de los cerdos

La catástrofe sanitaria que le abre una inmensa oportunidad a Uruguay
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09 de junio de 2019 a las 05:00

Mientras los agricultores estadounidenses chapalean en el barro y al no poder plantar dan una sorpresiva oportunidad a la agricultura uruguaya y  de todo el Mercosur, un segundo suceso inesperado da una oportunidad maravillosa, en este caso a la ganadería de Uruguay. Un segundo cisne negro que se posa sobre Uruguay y es un cisne cruza con 5 de Oro. Más importante que el cisne negro agrícola que ayuda por un solo año. Porque está en nosotros lograr que este, sea un envión más permanente.

Una crisis sanitaria sin precedentes en China  y el resto de Asia (Vietnam, las Coreas, Japón) está diezmando a la población de cerdos. Millones de animales están siendo sacrificados tratando en vano de contener a la peste. El público se vuelca masivamente a buscar una carne alternativa. La demanda por carne vacuna desde China ya era inmensa por un proceso gradual de aumento en el poder adquisitivo e interés por una carne que hasta hace 10 años era exótica. Pero ahora se ha vuelto un tsunami que está llevando al precio del ganado a niveles récord.

China no había comprado nunca carne uruguaya en el siglo XX. Empezó a hacerlo gradualmente, tímidamente entre 2008 y 2013. Tendones, garrones, rabos, huesos. Hasta 2014 se mantuvo como un comprador de segundo orden, adquiriendo unas 20 mil toneladas por año. En 2013 pasó a comprar 90 mil toneladas, en 2015 150 mil y este año, en los últimos doce meses culminados en mayo superó por primera vez las 250 mil toneladas compradas. De cada tres kilos de carne que exportamos, dos van para China. No mandamos más porque no tenemos.

La situación es insólita por varias razones. Primero porque esta demanda furiosa con miles de compradores pidiendo “mándeme lo que sea que tenga” encuentra del otro lado a los campos uruguayos con la menor cantidad de novillos que se hayan registrado desde que se llevan cuentas ordenadas (1974). Nunca hubo tan pocos novillos. La apretura de los productores acosados por los altos costos, la elevada exportación de ganado en pie, la sequía que golpeó dos años atrás. Hay muy pocos novillos. De modo que algunas industrias suben los precios que ofrecen  a los productores con tal de intentar que aparezcan lotes de algún lado.
Entonces viene una segunda situación insólita, porque los compradores reclaman que si no hay novillos, que sean vacas. La faena de vacas sube, los precios se llevan hasta lo que el productor pida y entonces hay una muy elevada faena de hembras que en un momento en el que hay una tremenda perspectiva como para aumentar la producción, se sacrifique producción futura. Porque más vacas y vaquillonas faenadas en el presente son menos terneros en el futuro. Y un riesgo agregado porque para  los productores lecheros que están en la lona, se ofrece la oportunidad de salirse del negocio o achicarlo vendiendo vacas a buen precio. Nunca se faenaron tantas vacas lecheras.

Una tercera situación insólita es la de las industrias que perecen de todo éxito. Porque una demanda tan fuerte por carne que permite a algunos pagar muy alto la hacienda obliga a otros a cerrar porque no les da la billetera para comprar el ganado.

¿Por qué un problema en los cerdos repercute tanto en la carne vacuna? Pues porque China alberga a la mayoría absoluta de los cerdos del mundo. Casi 60% de la población mundial. Viviendo hacinados en condiciones de higiene más que dudosas. Un cuestionamiento más a la producción animal realizada en condiciones “industrials”. Lo que los críticos sajones llaman el “Factory farming” suma un nuevo escándalo.

Y la producción uruguaya extensiva, sobre pasturas naturales, donde los animales se mueven libremente, a la sombra cuando quieren sombra y al sol cuando quieren sol, la que tanto se ha criticado incluso aquí dentro de fronteras, es ahora más nunca una oportunidad gigantesca. Producir alimentos en un marco de vida silvestre.  Los productores de los pastizales están más estimulados que nunca. Los cultores del pastoreo rotativo, racional, regenerativo intercambian ideas, organizan reuniones, reciben decenas de productores interesados en intensificar en armonía con la naturaleza. Discuten sobre cuál es el mejor método para convertir la energía solar en pasturas y estas en proteína animal. Se habla más que nunca de bienestar animal, de captura de carbono, de mejorar la salud de los suelos. Dan ganas de que el genial inventor  de la frase “la vaca les gana” viviera para verlo.   

Hay más paradojas. Porque en el mejor momento de la ganadería, son récord las importaciones de carne. Algo que puede rechinar en un país ganadero pero que es en realidad el libre mercado funcionando correctamente. Importamos carne a precios accesibles desde Brasil y Paraguay para los consumidores locales y exportamos a alto precio la carne uruguaya prestigiosa en todo el mundo.
The Guardian titulaba esta semana “No hay manera de frenarla. Millones de cerdos son sacrificados en Asia ante la mayor epidemia en animales que se haya visto”. Ahora se trata de que nazca la mayor cantidad de terneros en cada primavera, que se los críe de la mejor manera y que lleguen a tiempo al rescate de un sector industrial que trabaja con un uso bajo de su capacidad potencial, lo que lamentablemente no sucederá hasta 2022.

Es, por supuesto, también una oportunidad para los productores de cerdos que venían agobiados por la importación de carne brasileña a un precio muy competitivo. Los brasileños ahora están exportando a mejor precio a China. 
Respecto a Brasil, también vale remarcar la importancia fundamental de proteger las fronteras terrestres que hoy son “tierra de nadie donde el ganado cruza sin mayor control”. El precio del ganado en Uruguay es mucho más alto que en Brasil y tanto la entrada de ganado como de productos veterinarios que son usados aquí sin controles y con posibilidad de dejar residuos en la carne preocupa a los productores ganaderos locales. 

Las oportunidades que se abren son mucho mayores que los riesgos. Duele pensar lo que podría estar exportando Uruguay si tuviera la cantidad de ganado que tenía cinco años atrás. Pero también estimula pensar que millones de asiáticos están probando por primera vez la carne uruguaya y que una vez que la prueban van a querer más de ese producto sano, delicioso y producido de una manera amigable con el ambiente. Como dice un productor artiguense, mientras los chinos no descubran la vacuna a la fiebre de los cerdos, la carne se ha convertido en el oro rojo que tenemos que cuidar. Y aún cuando aparezca esa vacuna –que lo hará más tarde o más temprano– la ganadería uruguaya es más que nunca una herramienta formidable para empujar a la economía uruguaya. Unir nuestros pastizales milenarios con los emprendedores millenials, articular las pasturas nativas con el blockchain y el big data, mandar fotos del novillo junto al ñandú a través de un código QR a una pareja japonesa que cena en un restaurant de alta gama en Tokio. El Uruguay ganadero tiene más vigencia que nunca, ayudado por millones de virus en la China. 

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