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Gabriel Calderón: "En Europa que un actor trabaje más implica una mejoría económica. En Uruguay, no"

El director y dramaturgo estrena el 1º de setiembre en la Sala Verdi su nueva pieza If - Festejan la mentira
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21 de agosto de 2018 a las 05:00

¿Cuánto saldrá la entrada en este caso?

Gabriel Calderón lo anuncia. Escribe: "Se viene el festejo" y debajo estampa una imagen –limpia, bella– de una corona de flores blancas e inmaculadas con un lazo en el que se lee: "Festejan la mentira".
 
Para los que lo siguen desde su arrolladora Mi muñequita, que se presentaba a la medianoche en la sala pequeña del Circular; lo vieron actuar (y cantar) en La ira de Narciso; fueron casi que religiosamente a ver las primeras tres piezas de su pentalogía (Uz, Or, Ex); no es necesario aclarar mucho más. Calderón vuelve después de cinco años de no poner en escena una pieza escrita por él. Entonces, sí, 2018 es un festejo.
 
Para los nuevos, los que se inician en la muy nutrida carrera del artista (vale aclarar que Calderón tiene 35 años y, por solo mencionar uno de sus logros, sus piezas se han traducido a siete idiomas), puede que este momento no sea tan relevante. Todavía.
 
Calderón es –difícilmente alguien diga lo contrario– una de las voces más destacadas del teatro nacional. Y cuando vuelve, la escena local (e internacional también) presta atención.
 
Él, mientras tanto, en pleno proceso de ensayos no parece demasiado nervioso. "Que haya estado cinco años pensando no habla de la calidad de la obra, sino de lo lento que pensé. Hay obras que se piensan en una noche, se escriben y son maravillosas. No creo que el tiempo y el trabajo sean certificado de nada", dijo sobre If - Festejan la mentira, la cuarta entrega de su pentalogía fantástica.
 
Como es habitual, Calderón habla en plural. No es solo él en la creación teatral. En este caso lo acompañan algunos nombres conocidos en sus puestas en escena: Dahiana Méndez (su pareja y madre de sus hijos) y Gustavo Saffores. También estarán Gloria Demasi, Carla Moscatelli y Giselle Motta. "Acá somos profundamente diferentes. Acá la unanimidad es que todos vamos a hacer una obra. Y la negociación va a ser interesante y teatral si todos aportamos miradas muy diferentes. Ojalá, irreconciliables. Y que, en algún punto, vamos a tener que ceder para hacer una obra de teatro. Ahí es cuando el teatro pasa a ser un espacio vital donde entiendo lo que no entiendo. Me obligo a comprender, a acordar, con lo que en otro ámbito de la vida no acordaría", contó. Juntos estrenan una pieza que nació en la cabeza de Calderón, después pasó a unos tarjetones llenos de garabatos y terminará el 1º de setiembre –por nueve funciones– en la Sala Verdi.
 
If - Festejan la mentira se estrena en Montevideo. Después se van a Buenos Aires y Colombia. Parece que cambió la lógica de las temporadas en los grupos independientes. ¿A qué responde?
 
Lo que pasó es que los actores tenían cada vez menos tiempo porque, por ejemplo, por año es probable que actúen en tres o cuatro obras. Lo empecé a notar en los ensayos; no podíamos coordinar porque tenían varias funciones. El Galpón o el Circular todavía hacen temporadas largas. Un mes, dos meses, y si les va bien pueden hacer más. Pero los independientes tenemos que negociar con los espacios que van quedando. Con el extremo de que los espacios que te dan los teatros públicos son muy reducidos. Tenés diez u ocho funciones. Ya está instaurado así. Es la realidad y tiene sus pros y sus contras. Los actores trabajan más. En Europa, que un actor trabaje más implica una mejoría económica. En Uruguay no. Toda esta expansión internacional, en mi caso, es por la necesidad de vivir de esto. Afuera me pagan lo que acá no te paga nadie. Si al espectador acá le ponés el promedio de lo que sale una entrada afuera te tratan de ladrón. Acá se paga una entrada irrisoria para lo que hacemos.
 
Si a mí me pagaran lo que me pagan afuera por hacer lo que hago no viajaría. Quiero estar acá, me gusta este país, tengo mis hijos y los tengo que dejar porque no tengo otra que ir a trabajar afuera. No vivo de lo que hago, sobrevivo con lo que hago.

 

Va a salir $ 500, es una entrada cara. Hay mecanismos para pagar menos, pero en Europa ese precio es para estudiantes. En Francia, por ejemplo, la entrada sin beneficios sale entre treinta y pico y 40 euros. En pesos uruguayos son más de $ 1.300. Después las obras de teatro comercial en la Gran Vía en Madrid, el Boulevard en París o Corrientes en Buenos Aires tienen entradas caras. Para que nosotros saneáramos lo que estamos haciendo tendríamos que tener una entrada de $ 1.000. No la paga nadie, o solo dos personas. Y mucha gente se vería desestimulada por ese precio. No quiero desestimular pero tampoco quiero estimular por el precio de la entrada. Quiero incentivar por otras cosas.

 

 
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El elenco de If: Carla Moscatelli, Gloria Demasi, Dahiana Méndez, Gustavo Saffores y Giselle Motta
El elenco de If: Carla Moscatelli, Gloria Demasi, Dahiana Méndez, Gustavo Saffores y Giselle Motta
Hace cinco años que no dirige algo que haya escrito. Pero en el medio tuvo hijos, fue y vino varias veces a Europa, trabajó como actor en La ira de Narciso. ¿Hay una presión por volver a estrenar y terminar su pentalogía?
 
Lo que siento es que la escritura de lo que voy a dirigir empieza a pasar por caminos de búsqueda cada vez más estrechos. Antes tenía más cosas que decir y ahora por el acumulado histórico ya hice algunas cosas y también ya no quiero hacer otras. Es más lo que descarto que lo que queda. En estos cinco años me he entusiasmado con ideas que terminan siendo una palabra de esta obra y, en su momento, pensé que eran una obra entera. Por otro lado está mi vida, sin duda: formé una familia y se desequilibró mi presencia afuera. Me di cuenta de que si estaba seis meses trabajando acá no compensaba ni una semana de taller en el exterior. Entonces me convenía incentivar mi trabajo afuera, pero también sabía que no me quería ir de Uruguay. Es una contradicción personal: sé que está bueno salir, pero no quiero dejar de hacer teatro acá. Después, en lo que tiene que ver con el hecho concreto de la serie, cuando decís "Voy a hacer una serie de obras de algo" implica que hay un factor común. El problema del factor común, que me ayuda para organizar, es que me resisto a aburrirme. Hacer lo que ya hice y me salió bien me aburre. Para mí es muy importante repetir algo de la serie, pero sin duda que sea novedoso. Y me resultó muy difícil encontrar esa novedad. Una obra de teatro no es una buena idea, son muchas buenas ideas que tienen la apariencia de una. Antes me era más fácil.
 

Nosotros hicimos Ex con unos US$ 8 mil. Esa misma obra, en España, salió 140 mil euros. Claro, todos cobraron lo que tenían que cobrar y todo como tiene que ser. ¿Mirá si mañana se enteraran por el diario que la Sala Verdi me dio 140 mil euros para hacer mi obra? La ciudadanía me cuelga.

Más allá del aburrimiento y la repetición, hay temas que vuelven a aparecer. La religión, la política, la fantasía, la muerte. ¿Cómo esos asuntos se combinan y dan vida a una obra nueva?
 
Ahí está el rol del artista y su creatividad, encontrar soluciones uniendo cosas que la gente nunca imaginó que podían ir juntas. La creatividad gestiona lo imposible hasta lo posible. El artista, también, lee la realidad de una manera que otros no la leen. Pero yo me entreno para eso. No lo sé hacer a priori, me tengo fe de una vez juntado los materiales –y con un equipo– lograrlo. Acá lo importante es que hagamos. Que mientras intentamos hacer algo que nos supera, hagamos.
 

¿De qué manera If – Festejan la mentira habla del hombre de 35 años que es usted hoy?
Pone en cuestión el tema del dinero que es de esta edad. No era que antes no estuviera la preocupación, pero se ve intensificado por la presencia de los hijos que te sacan todas las necesidades económicas de lo espiritual y pasan a ser: "el pibe tiene que comer todos los días, tiene que ir a la escuela". Los hijos no entienden de comunismo y capitalismo, ellos comen y viven. Eso me cambió un poco la perspectiva del dinero y me pareció interesante llevarlo a la obra por su relación con el arte. Es una relación confusa, conflictiva. Y ahí me pareció que había un tema del que podía opinar y que la gente puede entender.
Sus textos se representan en varios países del mundo. ¿Qué tan celoso o cuidadoso es de su trabajo?
Como descubrí que cuanto más fiel a mí era la puesta menos me gustaba, ahora tengo un texto que mando con toda la obra y esa es la única conversación que tengo con el director. El texto dice, algo así: "Cosas recomendables: saltearse alguna página y dudar. Y cosas obligatorias: corte un porcentaje del texto, cambie alguna escena de lugar, cambie el sentido de alguna de las cosas que se dicen". No sé si lo hacen, pero es una manera de decir: "Hacé lo que quieras". Tiene mucho que ver con lo que considero que es ser escritor. Acá vas a encontrar escritores que son mucho mejores que yo, que te van a decir: "No quiero que me cambien nada sin que me lo justifiquen". Perfecto, ellos tienen esa seguridad sobre la escritura que yo no tengo. La escritura de un texto es un mapa que te promete un tesoro. Pero es muy importante no confundir el mapa y el territorio. El territorio tiene otras reglas. Un texto tiene que promover una aventura, pero no es la aventura.

En los últimos años es muy habitual que directores y dramaturgos salgan con sus obras. José Miguel Onaindia (coordinador del Instituto Nacional de Artes Escénicas) ayudó mucho, y usted siempre tuvo claro que ese era el camino. ¿Qué falta?

 

Estoy convencido de que hay muchas más cosas de las que salen que están buenas. Hay gente que puede tener la sensación de: "Este sale y yo no salgo". Tiene razón. Hay que profundizar los caminos para que otros salgan. Y que no necesariamente los que salimos somos los mejores. Somos los que mejor se venden para afuera. Sí tengo todo el derecho a creer que hay algo de la calidad que responde a eso. Lo que hay que tratar, primero, es de no cerrar puertas; que nadie vaya al exterior y haga un papel deplorable. Y, por otro lado, entender que esto es bueno para todos más allá de que lo sea para mí; si en vez de atacar a quien sale se incentiva que cada vez salgan más grupos, es mucho mejor. Esta realidad no es nueva, es nuevo para esta época, con todos artistas independientes y colectivos, más allá de que no seamos cuerpos estables.


La creatividad gestiona lo imposible hasta lo posible. El artista, también, lee la realidad de una manera que otros no la leen.

 

¿Qué vio en el último tiempo que le haya gustado mucho?
 
Labio de liebre de la Comedia Nacional, Incendios en El Galpón, en un teatro chiquito de Parque Batlle que se llama El Almacén vi Claudia, la mujer que se casa y salí maravillado. Me interesan mucho los dramaturgos jóvenes, ahí se viene algo. También me gustan los caminos que están transitando los teatros históricos. Estando acá adentro uno siempre tiene una mirada más crítica, pero cuando salís ves mucho valor lo que hace El Galpón al abrirse a directores de afuera que le renueven el aire, o lo que hace la Comedia Nacional tratando de encontrar diferentes autores.
 
Siempre es sorprendente la calidad y cantidad que hay para lo quebrado que está el sistema de producción. Hay fondos, pero la gente no paga entradas y los fondos no alcanzan, las salas no se pueden sostener, los artistas tienen que trabajar de otra cosa, y hay muy poca crítica especializada. Sin embargo, hay mucha cosa muy profusa. Vi sistemas que funcionan y me doy cuenta de la diferencia. Nosotros hicimos Ex con unos US$ 8 mil. Esa misma obra, en España, salió 140 mil euros. Claro, todos cobraron lo que tenían que cobrar y todo como tiene que ser. ¿Mirá si mañana se enteraran por el diario que la Sala Verdi me dio 140 mil euros para hacer mi obra? La ciudadanía me cuelga. No entro en ninguno de los temas que surgieron en las últimas semanas, pero lo que digo es que estamos todos tratando de sobrevivir. Si a mí me pagaran lo que me pagan afuera por hacer lo que hago no viajaría. Quiero estar acá, me gusta este país, tengo mis hijos y los tengo que dejar porque no tengo otra que ir a trabajar afuera. No vivo de lo que hago, sobrevivo con lo que hago. Hay meses que no cobro, que tenemos que salir a buscar, a dar 84 talleres, no me quejo. Pero hay que entender que la situación en la que estamos dando las discusiones ideales es en un lugar de emergencia.

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