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Hollywood vuelve a una fórmula que empezó en Facebook y sigue ahora por el #MeToo con "El escándalo"

La película, que recupera la historia de las denuncias por acoso sexual que tumbaron en 2016 a Roger Ailes, el capo de Fox News, es la última pieza de un mecanismo bien engrasado por Hollywood
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20 de enero de 2020 a las 05:01

Son muchos datos, muchos hechos, muchos involucrados. La información, amontonada primero en la prensa, ahora se acumula en pantalla. Y entonces, la cámara pone el freno de mano y se congela. El plano se rompe; a veces, la cuarta pared también. El personaje mira directamente a los ojos del espectador. Y empieza la clase: “Bueno, la cosa fue así. Atiendan. No se pierdan”.

Desde hace un tiempo, Hollywood está dando clases de historia. Bueno, lo está haciendo casi desde sus inicios, pero últimamente se le ha dado por explotar una veta específica, y es la que refiere a determinados hechos que sucedieron hace muy poco. Pero realmente poco. Tan poco que hasta decir que fueron hace poco sería un eufemismo, porque son cosas que pasaron, digamos, anteayer.

La última exponente de esta corriente es El escándalo (Bombshell), que está nominada a tres Oscar –Mejor actriz para Charlize Theron, Mejor actriz de reparto para Margot Robbie y Mejor maquillaje– y que plantea el, justamente, escándalo que corrió al director y constructor de Fox News, Roger Ailes, del puesto que tuvo durante décadas. 

Por años, Ailes acosó sexualmente a las empleadas del canal y para hacerlo se valió, además de un impulso depredador insaciable, de todo un sistema de encubrimientos y desestimaciones que lo blindaron y le dieron impunidad, hasta que en 2016 fue dinamitado por la denuncia de dos grandes figuras de su cadena: las periodistas y conductoras Megyn Kelly y Gretchen Carlson. La denuncia, luego, fue secundada por decenas de mujeres. Algunas seguían trabajando en Fox News y otras, sin poder aguantar más los avances y las “demostraciones de lealtad” que pedía Ailes, huyeron a otros canales y trabajos. El caso se volvió una bomba mediática y fue, quizás, el primer gran triunfo del #MeToo, cuando el movimiento todavía no era movimiento, no tenía ese nombre y Harvey Weinstein aún era un productor respetado en Hollywood.

Se dijo: El escándalo, que se puede ver en cines locales desde el jueves, no es el puntapié inicial para esta necesidad recurrente del cine estadounidense de explicar las historias que, hasta hace muy poco, se podían leer en los medios. Pero aunque no sea la primera, termina de confirmar que el formato es, al menos para los productores, algo atractivo. Porque aunque por estos lares este tipo de títulos no provoquen grandes sacudones ni entusiasmos, salvo alguna que otra recomendación aislada y, en caso de nominaciones al Oscar alguna entrada más vendida, parecería ser que el público norteamericano está ávido de comprender a través de la ficción basada en hechos reales las situaciones o eventos que básicamente les pasaron por al lado. Y que de alguna manera modificaron su mundo. 

De Facebook al #MeToo

La primera, o una de las que marcó la cancha, fue Red social de David Fincher. Hoy Facebook parece algo vetusto y anquilosado, pero cuando el filme de Fincher se estrenó en 2010, la compañía creada por Mark Zuckerberg todavía no era sinónimo del mal y dominaba las conversaciones mundiales sobre el resto. Fue extraño y revelador ver los mecanismos que habían puesto a esa red social en las cabezas de todo el mundo. Y encima era una gran película.

En 2013, en tanto, llegó El lobo de Wall Street. Martin Scorsese, con su destreza intacta y una capacidad para la comedia excesiva totalmente desatada, contó el acenso, auge y caída del corredor de bolsa Jordan Belfort. Ahí, el método explicativo se perfeccionó: Leonardo DiCaprio –Belfort– miraba a la cámara y contaba sus excentricidades y manejos turbios sin tapujos. Y, sobre todo, con una frescura inédita que metió a la película entre las más irreverentes de los últimos años.

Y la fórmula se aceitó. Seis años después de la crisis que paralizó a Estados Unidos en 2009, en los cines apareció La gran apue$ta, una película con la que el director Adam McKay sorprendió, que se metió en los Oscar de 2016 y que se trató, a grandes rasgos, de una clase de economía para tontos para la que había que sacar entrada en un cine. La gran apue$ta, plagada de estrellas y recursos lúdicos, le hablaba al público, le exponía los hechos y los intercalaba con las historias de algunos de los tantos involucrados en la burbuja inmobiliaria que sacudió los cimientos de la administración de Obama. Aparecía, por ejemplo, Margot Robbie explicándote términos financieros mientras se daba un baño de burbujas, o el cocinero Anthony Bourdain haciendo más sencillas de entender las obligaciones de deuda garantizadas, mientras cortaba pescado en su cocina.

Tan bien le salió a McKay que decidió utilizar casi la misma fórmula –vertiginosa, acelerada, bastante cómica y de fácil digestión– para virar hacia un lado más político. A principios de 2019 se estrenó El vicepresidente, una película que mostraba los tejes y manejes que Dick Cheney, una de las figuras más polémicas y decisivas de las últimas décadas en EEUU, había conjurado en sucesivos gobiernos republicanos. Con un Christian Bale descomunal y escondido bajo kilos de maquillaje –y kilos reales también–, El vicepresidente fue una de las más destacadas que tuvo la última ceremonia de los Oscar. No tuvo mucha suerte en el palmarés final, pero abrió el año con una buena dosis de comedia negra política. Eso siempre es bienvenido.

Y ahora El escándalo. De pique, la idea es buena: en plena era del #MeToo, la película recuerda cómo fue que, paso a paso, denuncia a denuncia, las mujeres se levantaron contra un sistema que abrazó y naturalizó al acoso sexual –en el trabajo, en la calle, en la casa– de manera periódica. Pero quizás, si ordenáramos esta pequeñísima lista de cinco ejemplos de “películas sobre la historia reciente”, el filme dirigido por Jay Roach quedaría relegado al final. Aunque su propia naturaleza hace que la película sea dinámica y entretenida, le falta explosión. El tema es profundo, necesario, pero pasando raya el resultado final es de una liviandad que asombra. Aún así, el trío de actrices –principalmente Theron– levantan el nivel y la caída de Ailes, pesada y aún gravitacional, está retratada con tino. Verlo encerrado en sus propias mentiras, en los engaños que terminan por desmoronarlo, es particularmente satisfactorio. Porque cuando los poderosos caen, cuando los malos poderosos caen, no se puede más que sonreír. 

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