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Hormonas, alcohol y música en una noche que rescata el género de las comedias liceales

La noche de las nerds suma otra faceta al universo de las comedias escatológicas adolescentes; se estrena el jueves
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11 de agosto de 2019 a las 05:10

La selva no perdona. O matás o te morís. Y cuando te morís, en general es de una forma horrible. El gran problema es que en la vida hay que atravesar varias selvas y casi siempre con los machetes desafilados. Y de esas enormes planicies salvajes es difícil escapar, aunque al final uno sobrevive. Con una cicatriz, claro, pero sobrevive.

Entre esas junglas está el liceo. Podríamos decir que estas instituciones secundarias están plagadas de depredadores que, sin importar la situación socioeconómica o geográfica, esperan para comenzar una cacería continua y rapaz. El escenario, en tanto, genera un marco propicio para que suceda: las hormonas explotan por los rincones, la popularidad es el fin último, los amigos rotan como fichas de ajedrez y las desilusiones dejan un mal sabor de boca permanente. Pero además el conocimiento puede ser impulsor del bullying, las crisis existenciales ganan terreno y las exigencias pasan factura; los corazones, en tanto, se rompen cada dos o tres meses y una cara incómoda y hasta el momento invisible del mundo empieza a ser más evidente y punzante. De esa etapa, surcada por los claroscuros de la pubertad, se sale. Aunque a veces no parezca, se sale. Y de nuevo: deja marcas. 

El cine se ha encargado de mostrar, mitificar y ridiculizar esas idas y vueltas de los adolescentes en su paso por la secundaria. En general, el estereotipo es en extremo yanqui, pero de todas formas los puntos de contacto con las adolescencias de este lado del hemisferio existen. Desde El día libre de Ferris Bueller, pasando por las estupideces de los American Pie y los perdedores queribles de Supercool, Hollywood ha dejado bien claro que la adolescencia es, en parte, una etapa que alterna entre lo ridículo y lo traumático. Y con contadas excepciones, estos coming-of-age que hablan de fiestas desenfrenadas, oportunidades únicas para “debutar” y resistencias contra la hegemonía de “los populares”  casi siempre tienen una visión esencialmente masculina y anclada a las circunstancias de su época.

Tal vez por eso, Booksmart, el debut como directora de la actriz Olivia Wilde y la enésima película de este tipo, resulta tan fresca. Las correrías de Amy y Molly, dos nerds que deciden librarse de sus ataduras intelectuales en la última noche de liceo, son absurdas, desenfrenadas y tienen el toque de una época que hace rato pedía aire fresco para el género. Ellas se lo dan.

Cambio de planes

“Entiendes que la grandeza trae consigo sacrificios. Visualiza lo que deseas conseguir. Súbete a la cima de la montaña del éxito y mira hacia abajo, a los que te rodean, a todos lo que alguna vez dudaron de ti. Y a la mierda. A la mierda con todos esos perdedores”. 

Con ese mantra se despierta Molly (Beanie Feldstein), una aplicadísima y afilada estudiante, la mañana de su último día de clases. La chica, que espera la graduación para calzarse el traje de valedictorian y despedir a sus compañeros con un discurso épico, ha pasado cada uno de sus años liceales rodeada de libros y con su amiga Amy (Kaitlyn Dever), con la que comparte la excelencia académica. El problema aparece cuando, en medio de una hostil situación con los atorrantes del grado, Molly descubre que todos sus compañeros, aún los menos dedicados, tendrán futuros prominentes. Yale, Harvard, el MIT, todo el prestigio universitario se reparte entre los integrantes de su generación de manera equitativa. Incluso el más idiota de todos consigue una pasantía en Google.

A Molly esto le pone el mundo patas arriba. Su furia es implacable. Lo único en lo que puede pensar es en todas esas noches sin fiestas, dedicadas al estudio, relegando puestos en la pirámide social, y todo para conseguir lo mismo que los que se desbundaron cada fin de semana. Piensa en la pubertad tirada a la basura. En la adolescencia desaprovechada. Y por eso decide romper sus esquemas. Pone su inteligencia en stand by, traiciona sus propios valores y arrastra a Amy a una única noche de fiesta épica e inolvidable. Una que las sacará para siempre de la bolsa de los nerds.

El planteo es muy similar a otras comedias del estilo, pero Booksmart –que en Uruguay se estrena en cines este jueves 15 con el título de La noche de las nerds– merece atención especial por varios motivos. En primer lugar, por su desfachatado retrato adolescente. A partir de varios gags, situaciones hilarantes y colisiones románticas, Wilde expone una colección de personajes extrañísimos, retoma varios tópicos explotados hasta el cansancio y los alumbra con una luz contemporánea. Para ello se sirve de la enorme química de sus dos protagonistas, que la rompen cada vez que la historia se lo permite. En esta película, por ejemplo, la diversidad sexual no se pone en discusión; ya está impregnada y asimilada por todos. La falta de conflicto de Amy con su lesbianismo es, justamente, la evidencia perfecta de una historia que sin forzar los clichés va un paso más allá.

Esta visión también queda patente en el punto de vista, porque coming-of-age femeninos hay varios –la reciente Lady Bird, en la que Feldstein también actúa, por ejemplo–, pero son pocos los que se adentran en la cara más ridícula y hasta escatológica de la adolescencia. En parte por eso, y en parte por su carácter de “venganza nerd” contra la sociedad, es que se podría contemplar a Booksmart como la contrapartida femenina de la excelente Supercool (Greg Mottola, 2007). Y estaría bien.

A lo largo de esta alocada noche, que a veces recuerda a la After Hours de Martin Scorsese por aquello de “todo lo malo que te puede pasar, te pasa”, las dos chicas se van a emborrachar, cantar, correr, mojar, enamorar y reconciliar con la extraña fauna que pobló sus años lectivos, una fauna que pronto dejarán en el pasado y que muy en el fondo extrañarán. Porque si algo van a aprender Molly y Amy en el correr de estas horas de juerga y desencuentros es que la jungla siempre es peligrosa y despiadada, pero de vez en cuando habilita la aparición de una de esas noches extrañas, mágicas e inolvidables. Las noches que dejan marcas. 

Otras comedias liceales
The Breakfast Club (1985)
Un clásico de la comedia adolescente, una improbable reunión de descastados, una de las mejores películas de John Hughes.
Clueless (1995)
Una sátira noventera inspirada en un libro de Jane Austen, con una Alicia Silverstone que se metió en el corazón de una generación.
American Pie (1999)
A partir de la incomodidad y los chistes subidos de tono hizo reír a un pueblo y habilitó siete secuelas. Hoy, muchas de sus bromas políticamente incorrectas no caerían demasiado bien. 
Supercool (2007)
Paladín de la "nueva comedia americana", esta escatológica historia de tres nerds que buscan triunfar al final del último año marcó la primera década de los años 2000.

 

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