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25 de febrero 2013 - 21:47hs

Aunque el gobierno, al igual que su Frente Amplio, esté atrapado en la crisis que se creó gratuitamente a sí mismo al cuestionar fallos de la Suprema Corte de Justicia, hasta con amenazas de juicio político, no puede ignorar, entre los muchos problemas apremiantes que enfrenta el país, la grave situación en que ha caído el sector industrial. Aunque el sector agropecuario sigue siendo el motor de las exportaciones y el crecimiento, el industrial es el más intensivo en mano de obra, por lo que su retracción plantea el peligro de que aumente la baja tasa actual de desempleo. Ya hay empresas que han descartado nuevas contrataciones de personal o llenar las vacantes que se producen.

Los precios de las exportaciones industriales cerraron 2012 con una baja de 5,6% respecto al año anterior, lo que constituye la mayor caída del sector en 10 años, desde la crisis de 2002. La retracción se acentuó en el último trimestre del año pasado, que por primera vez en cuatro años tuvo un comportamiento negativo. El gabinete productivo, integrado por los ministerios con incidencia en la marcha de la economía, ya está evaluando cómo contrarrestar el peligro derivado de la menor rentabilidad en la industria y su proyección en el empleo. Puede acordar algunas medidas de emergencia. Pero serán solo paliativos temporarios que no solucionarán las causas de fondo.

El oscuro panorama industrial es motivado por varios factores. Algunos están fuera del control del país, como la baja de precios internacionales por la crisis en Europa y Estados Unidos. Otros son de responsabilidad directa del gobierno, por su política salarial y el excesivo gasto público. Persiste la renuencia oficial a adecuar al momento actual aumentos de salarios que no estén acompasados con incremento paralelo de la productividad. Como continuación inercial de la imprevisión inducida por una bonanza que ya fue, los salarios siguen creciendo a mayor ritmo que la alicaída rentabilidad de las empresas industriales. Han sido vanos hasta ahora los llamados del ministro de Trabajo, Eduardo Brenta, a los sindicatos para que moderen sus exigencias. Tampoco hay indicaciones de que el gobierno fije pautas más realistas para los próximos Consejos de Salarios.

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Adicionalmente, el bajo nivel del dólar castiga a la industria con especial dureza. El tipo de cambio real, calculado por el Banco Central y que mide la competitividad de los precios uruguayos comparados con los de sus principales socios comerciales, cayó 11,4% en 2012. Esa caída saltó a 18% con Brasil, destino mayoritario de las exportaciones del sector. La pérdida de competitividad por la política cambiaria es consecuencia de la decisión del gobierno que, entre dos males, optó por priorizar la lucha contra la acrecida inflación. Problemas como la inflación y la disminuida competitividad derivan a su vez, además de la política salarial, del exceso de gasto que ha aumentado el déficit fiscal al entorno de 3%, triplicando el 1% que se había logrado hace dos años. A menos que el gobierno reaccione en estas áreas básicas, que golpean por igual a todos los sectores de la actividad económica, la industria seguirá enfrentando un panorama sombrío en el mediano plazo, aunque reciba ahora algún calmante pasajero.

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