Joaquiín Mateauda Yelichiche

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Joaquín Mateauda, el maestro que da clases en el Marconi y dirige un colegio privado en el centro de Montevideo

A diferencia de su experiencia dirigiendo la escuela de un colegio privado, al llegar a Marconi al maestro le "impactó" una particularidad de sus alumnos: "El manejo de la muerte como algo tan cotidiano"
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28 de octubre de 2023 a las 05:04

Si uno se para los 30 minutos que dura el recreo en el patio de una escuela en el barrio Marconi, puede dilucidar cómo está el barrio en ese momento: si está tranquilo, si aumentó la violencia, si hay una pelea entre bandas de familias de narcotraficantes. El maestro Joaquín Mateauda lo asegura porque lo ve a diario.

Con 28 años Mateauda viene haciendo un camino académico y profesional como por un tubo: es maestro desde los 23, cursó una maestría en inclusión y exclusión social becado por la Fundación Carolina y ahora estudia un doctorado en Educación en la Universidad de Murcia, en España.

Dice que podría haber sido solo maestro y dedicarse a educar en los salones de clase, pero que siguió estudiando para poder pensar la educación con una visión de política pública.

De hecho, el joven educador ya combina varias aristas de su formación: da clases en una escuela pública del barrio Marconi, es director de Primaria en un colegio privado donde, según dijo, aplica la gestión, asesoró a la diputada del Frente Amplio Cristina Lustemberg y milita en la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM).

En un mismo día Mateauda ve a dos infancias diferentes: la que convive con las balas, la muerte y la violencia en el Marconi –y la misma que traslada los conflictos barriales al patio de la escuela– y la de un colegio céntrico de Montevideo donde la muerte no es moneda corriente.

Mateauda ilustra la "desigualdad" con un ejemplo práctico: las faltas los días de lluvia. "En el colegio cero falta, un día de lluvia es un día normal. Ahora, un día de lluvia en este contexto implica calles inundadas, la imposibilidad de llegar. Hay una desigualdad de origen", consideró.

Pero, para el maestro el contexto no puede condicionar las exigencias del nivel académico de los niños. "Nosotros tenemos la bandera de no renunciar a lo pedagógico. Tiene que ver con un posicionamiento ético importante", dijo.

Sin embargo, el desafío es bien diferente porque allí los niños hablan en la escuela de muertes, asesinatos y tiros con "naturalidad" y porque, en su visión, "hay un repliegue del Estado" en el barrio que dejó a la institución "sola". 

"Si nosotros abandonamos la oportunidad educativa que tiene la escuela para enseñar estamos siendo reproductores de esa exclusión. La rigurosidad y la exigencia académica es una bandera que no negociamos, además de atender un montón de otras cuestiones", explicó Mateauda.

Joaquiín Mateauda Yelichiche

Esas "otras cuestiones" son trabajar en la constante alerta en la que viven sus alumnos. "Una niña pequeña vino triste porque habían allanado su casa ese día y se habían llevado a un familiar, la madre de un niño murió el año pasado por una bala perdida mientras volvía a su casa de comprar leche. Es un niño que llega a la escuela y perdió a su mamá, con todo lo que eso implica", contó.

A diferencia de su experiencia dirigiendo la escuela de un colegio privado, al llegar a Marconi al maestro le "impactó" una particularidad de sus alumnos: "El manejo de la muerte como algo tan cotidiano, que lo cuentan como si fuese parte del ambiente y te dicen: 'ayer mataron a fulanito' y da para pensar: ¿Qué tanto de eso ellos (por los alumnos) reconocen de lo que está sucediendo?".

La escuela y los espacios públicos

Los maestros en la escuela del Marconi quieren transmitirles a los niños, todos los días, que la escuela es un lugar seguro, que ahí es diferente, que en los salones, los pasillos o el patio pueden hablar y expresarse, que pueden bajar la guardia pese a que los niños asisten cuatro horas por día a la institución. "Poco, muy poco. Sobre todo por la falta de oportunidades estatales que existe para hacer algo después de la escuela. Si en un día de 24 horas, solo cuatro están en la escuela, hay un montón de oportunidades que estas infancias no las tienen".

Pero, el maestro pretende lograr que los niños también se sientan seguros puertas afuera. En las calles y en las plazas del barrio.

A finales de agosto El Observador recorrió el barrio y la plaza pública estaba vacía, pese a que la tarde estaba soleada y los niños ya habían salido de la escuela. 

Plaza pública en el barrio Marconi

"Los que queremos a los niños no los llevamos a la placita, porque estás tranquilo ahí y ellos están jugando tranquilos también y de repente los vas a buscar y lo agarras tendidos en el piso, porque estos no miran para dónde disparan" dijo en ese momento Óscar, un vecino del barrio.

Mateauda sabe que sus alumnos prácticamente no disfrutan de los espacios públicos. "Tratamos de construir alternativas desde lo pedagógico que se acerquen a reparar y a hacerles ver que es su lugar, su espacio público, que es un lugar para habitar, y que si bien existe la inseguridad, también pueden habitar esos espacios", explicó.

Como estrategia para eso, el maestro ha caminado y recorrido el barrio con sus alumnos y las familias como forma de que se apropien de los lugares, de las plazas. También ha trabajado en conjunto con el Municipio e implementó un proyecto con los alumnos de su clase al que tituló: "Marconi, un lugar por descubrir".

Para Mateauda dirigir la Primaria de un colegio privado y enseñarles a niños de contextos violentos son "dos desafíos paralelos": la gestión y la perspectiva social. "Dialogan entre sí, pero en el colegio soy la cabeza pedagógica de la institución y en la escuelas soy un engranaje más".

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