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Eduardo Espina

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La agonía del pobre Loris Karius (el rubio que es golero del Liverpool)

El chivo expiatorio de la final de la Champions
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05 de junio de 2018 a las 05:00

No habrá piedad con Loris Karius. Pasaron ya diez días desde que se disputó la final con Real Madrid, el Mundial está la vista, es decir hay un clavo para tapar a otro clavo, pero los hinchas del Liverpool siguen teniendo pesadillas con el golero de 24 años, de origen alemán, cuyo futuro pinta para no estar más en el club al cual llegó como héroe, para hacer olvidar las inconsistencias de Simon Mignolet, y saldrá como uno de los grandes errores de contratación en la historia del club inglés.

Seguirá siendo el malo de la película incluso después de que todos se hayan olvidado de la película. La hinchada no cree en eso de que errar es humano. A Karius nunca le perdonarán el error que cometió en la tarde más negra de su vida, en la que demostró distracción y nerviosismo, las dos cosas que nunca puede tener un golero profesional.

Con los goleros, hinchas y entrenadores son implacables. Suárez y Cavani pueden errar goles en partidos importantes, pero a los pocos días nadie se acuerda de las fallas, pues un gol lo puede errar cualquiera. Con los goleros, en cambio, hay cero tolerancia. Hay mayor tolerancia con los criminales que con los goleros.

Sebastián Viera tuvo la peor tarde de su vida jugando con la selección uruguaya en partido clasificatorio contra Brasil el 6 de junio de 2009, y luego de eso ni Tabárez ni muchos uruguayos le perdonaron la sucesión de fallas asociadas a una goleada histórica. Todo el prestigio acumulado durante una trayectoria destacada se fue por el inodoro en apenas hora y media fatal para la imagen del golero que había brillado con la selección uruguaya y jugó en España, en un club al que le faltó poco para llegar a la final de campeones europeos. Viera pasó a vivir en una mezcla de limbo y exilio lejos de la selección, y su regreso solo será posible cuando el infierno se congele.

Todos los goleros tienen condición invisible, y cuando se habla de formaciones -4-2-4, 4-3-3- siempre lucen por su ausencia. Sin embargo, nadie en una oncena tiene tantas posibilidades de convertirse en salvador y culpable imperdonable en un mismo partido. El golero es el chivo expiatorio, tanto para lo bueno como para lo malo, aunque lo malo rara vez se lo perdonan.

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