La belleza de Amélie Nothomb y su nueva novela, Riquete el del copete

Aunque cimentó su fama con un puñado de novelas de neto corte autobiográfico donde narraba sus experiencias por el mundo, de un tiempo a esta parte Amélie Nothomb parece querer alejarse de ese yo con mayúscula tan presente siempre en su literatura.

A la estupenda Barba Azul, una relectura del famoso un cuento de Charles Perrault, le siguió El crimen del conde Neville, inspirada en una pieza de Oscar Wilde y ahora la belga regresa a las librerías con este Riquete el del Copete, que también parte del cuento homónimo del gran autor y compilador francés de cuentos infantiles.

Por suerte Nothomb, se trate de material original o prestado, no suele fallar. Sus textos, en general breves, tienen siempre la cualidad de atrapar al lector que en seguida cae bajo la seducción de una prosa que a pesar de ser poco arriesgada resulta muy efectiva para el decir de la autora, que es lo que importa en este caso.

Como a Patrick Modiano, a la belga le basta una anécdota mínima para construir toda una novela. En Riquete el del Copete, el argumento es tan simple que hay que quitarse el sombrero ante la capacidad de Nothomb: un niño muy feo pero muy inteligente está destinado a encontrarse con una niña muy linda pero muy tonta, según la opinión generalizada. Con eso le alcanza a Nothomb para construir un certero alegato contra la discriminación social moderna, que con sus cánones de belleza separa a los seres humanos y los cataloga, como lo hace desde siempre la economía.

La recompensa de este libro está en el camino y no en el final feliz que se anuncia desde la primera página y que se conoce desde que Perrault escribió el cuento original. Está en las ironías de la vida del feo pero genial Déodat, que deberá superar el rechazo inicial de sus padres, de la familia y luego de sus compañeros de escuela. Y en la situación familiar de la hermosa Trémieré, despreciada por su madre por estúpida y adoptada por una abuela que nació para adorar la belleza.

Importa también que esa abuela entrañable y desprejuiciada, una mujer rica que lee el tarot, duerma engalanada con todas sus joyas noche tras noche. O que siendo un bebé Déodat nunca llore, aunque su madre lo haga a menudo contemplando su desagradable rostro que parece augurar males mayores.

La capacidad de sacarle jugo a un ladrillo de Nothomb queda patente una vez más en esta novela que no deja de bifurcarse cada dos páginas para explorar temas secundarios que enriquecen el argumento original.

La etapa de cuna y sonajero le sirve para hablar de la presión familiar y las expectativas de los mayores con los hijos, la infantil para abordar el bullying en las escuelas, la adolescente para describir el despertar sexual y la adultez, para hablar de los prejuicios sociales y la presión de los medios de comunicación sobre el imaginario colectivo.

Hay también un largo capítulo diluido dentro de la novela que refiere directamente al libre albedrío, que está apoyado en la pasión por las aves de Déodat, que a la larga se hará un experto en la materia. La metáfora de los pájaros como sinónimo de libertad, aunque obvia, funciona.

Aunque de forma leve, el humor también está presente en el libro, sobre todo cuando Trémiére, que empieza a ser consciente de sus dificultades para el amor a pesar de su belleza, decide salir a la caza de hombres muy feos para ver si se produce el milagro. O cuando los dos protagonistas se conocen en un show de televisión, se emborrachan y huyen, en una escena muy cómica y cinematográfica.

Riquete el del Copete no pasará a la historia como lo mejor de Amélie Nothomb, pero se disfruta de principio a fin como cualquier libro que escribe.

Riquete el del Copete

Editorial: Anagrama
De: Amélie Nothomb
Páginas: 120
Precio: $ 550