El comentario se lo hizo un tambero a otro mientras observaba la calificación de la raza Holando, el viernes pasado en la Rural del Prado: “¿Cuándo podremos quitar esos carteles?”. Se refería a grandes lonas instaladas en torno a las pistas de calificación de esa raza y del Normando y del Jersey –otras dos productoras de leche– con la frase “Lechería nacional en crisis”. Es que ya van cuatro Expo Prado consecutivas en la que esos carteles se cuelgan de las vallas.
Pasan los años y la crisis en el sector no solo no cede, ni siquiera se le ve un pronto final, tanto que Pablo Rostagnol, presidente de la Sociedad de Criadores de Holando del Uruguay, trasladó a El Observador un comentario que le hizo ese día Horacio Rodríguez, presidente de la Sociedad de Productores de Leche de Florida: “Me dijo que si la cosa sigue así para el Prado de 2020 no vamos a sacar las lonas, tampoco vamos a comprar nuevas porque no hay un peso, pero me advirtió que le vamos a tener que pintar arriba de la palabra ‘crisis’ la palabra ‘fundida’, da pena pero es la realidad”.
Crisis. Esa fue la palabra más mencionada ese viernes. En tanto los jurados trabajaban en las tres pistas se habló de lo que se habla en los tambos: que los costos están por las nubes, que la suba de Conaprole no fue la esperada y que el cierre de tambos no afloja y que habría que chequear esa estadística que baja la cortina uno cada 42 horas. Puede ser peor.
¿Síntomas de la crisis en la muestra ganadera de la Asociación Rural del Uruguay? Varios. El Jersey casi ha desaparecido, apenas hubo cuatro animales en el catálogo de este año. Concurso lechero hubo solo en la pujante familia del Normando. Y las Holando, que en años normales son cerca de 100 y ocupan casi todo el galpón, no llegaron a 50 y varias cabañas emblemáticas priorizaron el ajuste de costos y pegaron el faltazo.
¿Otro síntoma? En el remate del Holando se vendieron tres toros por US$ 1.800, US$ 2.000 y US$ 2.500, cuando en años sin crisis se suelen vender un par de docenas y a valores superiores.
Rostagnol dijo que año tras año en estas últimas ediciones de la exposición del Prado el número de ejemplares venía cayendo, pero esta vez “el cimbronazo fue algo brutal”.
Lo que no cede es la calidad en el material genético que presentan quienes pueden concurrir y un ejemplo de que “la genética no se mancha” es la mejor de todas las vacas Holando, la Gran Campeona de pedigrí, expuesta por la cabaña maragata El Chivo, de la firma Antognazza Hnos.
Cuando el experto canadiense Mike Farlinger, el jurado, la eligió como la mejor, el cabañero Julio Antognazza festejó “el doble”, confesó unos minutos después. Y contó por qué: Hasta poco antes de comenzar la Expo Prado en el comando de esa cabaña dudaron en participar, con base en la dificultad de de afrontar los costos que ello implica. Finalmente lo hicieron y la recompensa fue estupenda, regresan al campo con la cocarda de Gran Campeona.
Antognazza, tras confirmar que fue en 2016 cuando aparecieron las lonas con la denuncia de la crisis –“no me olvido porque ese año me tocó jurar en el Prado”–, explicó que ellos, como en el resto de los cabañeros, son básicamente productores de leche y padecen la crisis, por lo cual es de orden “cuidar cada peso”, lo que ambientó la duda sobre si concurrir.
“Somos solo tamberos, uno vive de la lechería, no hay otro rubro”, añadió. Y la decisión de asistir, pese a todo, se tomó porque “muchas veces la pasión puede más que la razón”, admitió.
“Somos apasionados, somos amantes de la raza, hace más de 40 años que venimos a la Expo Prado”, puntualizó. Y aceptó que en todos esos años hubo crisis, varias, “pero nunca algo tan largo, tan profundo por los años que van acumulados”.
Todo eso hace que un premio como el recibido “se disfrute el doble, es una gran satisfacción, sirve para no aflojar en el día a día, nos da ánimo”.
La vaca ganadora se llama Magda. Posee genética estadounidense y en 2018 pegó en el palo, por mínimos detalles y en un fallo muy ajustado fue segunda. Esta vez sí se le dio en el Prado. Antes, en otoño, fue la mejor en varias exposiciones. Por eso para “los entendidos” no sorprendió su triunfo.
Es una vaca de seis años “que se conserva espectacular, tiene gran balance, gran sistema mamario, destaca por cómo camina y se mueve en el ring de juzgamiento, tiene una ubre extraordinaria que a pesar de sus cuatro partos se mantiene muy firme, con gran adherencia, va a poder seguir soportando más lactancias, más partos”, dijo con orgullo su dueño.
Agregó que Magda “tiene lo que se busca, un tamaño moderado y que se desplace libremente porque eso pide el sistema productivo de Uruguay. Esta vaca lo tiene todo, gran apertura de costillas, excelentes patas y grupa, estoy seguro pelearía muy bien en las grandes exposiciones en Sudamérica”, remarcó.
Magda no se vende, regresará a la cabaña y participará en un programa de transplante de embriones, anunció su dueño, quien recibió los premios de manos de Rafael Ferber (director de exposiciones de la ARU); Rostagnol y Tea Farlinger (esposa del jurado), en una pista repleta de público en las cuatro horas de calificación.
El jurado, cuando la coronó, destacó que era un honor ser el responsable de la jura en el Prado, en su segunda calificación al sur del mundo, dado que en 2018 fue jurado en Argentina.
Dijo estar “muy sorprendido” por la calidad de las vacas y de sus ubres y felicitó a los productores “por presentar vacas de excelente calidad y con un nivel mundial”.
Sobre la Gran Campeona, expresó que en un conjunto de vacas finalistas “excepcionales” se impuso “porque mostró una madurez formidable”.
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