El mercado ya da por descontado que habrá una fuerte devaluación pos elecciones.

Economía y Empresas > CRISIS CAMBIARIA

La devaluación argentina post elecciones ya se da como un hecho

En el mercado financiero se acumulan las señales en el sentido de que el Banco Central no podrá soportar la ecuación de dólares que disminuyen y pesos que se expanden
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01 de noviembre de 2021 a las 05:00

Botón de muestra sobre el estado en que se encuentra hoy la economía argentina: cada vez son más las empresas que hacen presupuestos y cotizaciones de mercaderías sólo por 24 horas de duración, ante la inestabilidad que obliga a revisar cotidianamente los costos.

Y los economistas ya no debaten sobre si habrá o no una suba del dólar luego de las elecciones, sino qué tan factible será que esa devaluación se produzca de forma gradual o si habrá un salto abrupto.

“Las razones son simples: con este nivel de reservas es imposible sostener mucho tiempo más allá de las elecciones este ritmo de apreciación del tipo de cambio real”, advierte el último informe de la firma Consultatio.

Como ya es un clásico argentino, el verano promete ser un momento particularmente crítico, porque es cuando se produce la menor entrada de dólares, en conjunción con una sobreabundancia de pesos.

Las señales en ese sentido se ven a diario. En el mercado financiero, por ejemplo, explota la demanda por los bonos dólar linked, como se llama a los títulos que ofrecen un “seguro de cambio” a los inversores.

De hecho, en la última licitación para conseguir crédito del mercado, el ministro Martín Guzmán decidió dejar de lado parte de esa demanda, para no desbalancear la cartera de títulos públicos.

Y eso que Guzmán no está precisamente en situación de menospreciar ayuda: en el último vencimiento lo logró renovar la totalidad de los bonos, y está incumpliendo su promesa de financiarse en un 40% con deuda del mercado local y en “sólo” un 60% con la asistencia del Banco Central. Pudo mantenerse en ese rango en el primer semestre, pero el aumento del gasto público lo llevó a depender en casi un 75% de “la maquinita”.

Esa situación pone nerviosos a los economistas, que ven cómo la expansión monetaria avanza sin que haya señales de que los argentinos aumenten su demanda por tener pesos en el bolsillo. Sólo en octubre la asistencia del Banco Central al Tesoro fue de 258.000 millones -unos US$ 2.500 millones, al cambio oficial-. En lo que va del año, el acumulado de esa financiación monetaria del déficit es el equivalente a unos US$ 12.000 millones. 

No sorprendió, por lo tanto, la noticia de que la Casa de Moneda no haya dado abasto en la producción de nuevos billetes de 1.000 pesos argentinos y 500, y haya tenido que contratar a imprentas del exterior para seguir el ritmo de la expansión monetaria.

A pesar de que en los discursos de campaña, los funcionarios siguen sosteniendo que no es la emisión monetaria lo que causa la inflación, lo cierto es que en el Banco Central se comportan con una cautela digna de la más acérrima ortodoxia: después de cada ayuda, tratan de aspirar la mayor cantidad de pesos posible para evitar tensiones inflacionarias.

Pero ahí hay otro problema: para sacar esos pesos de circulación se emiten letras que pagan un interés del 36% anual. Y el stock es tan grande que ya supera en 42% a la base monetaria. Pero lo peor es que esos papeles implican una creciente bola de pagos de intereses: se estima que, sólo por esa vía, se habrán volcado al mercado un billón de pesos cuando termine el año.

Esa acumulación del llamado “déficit cuasi fiscal” hace temer una bomba inflacionaria diferida. Y lleva a muchos analistas a pensar en que pueda haber dentro del gobierno quienes piensen en un ajuste brusco -tanto del tipo de cambio como de precios en general- como forma de “licuar” esa deuda.

“Queda claro que pagar 36% en pesos es más caro que aproximadamente 4% en dólares, a menos que haya una gran devaluación. La sostenibilidad de la deuda (de familias, empresas o países) está dada por pagar una tasa que no sea superior al crecimiento o rentabilidad. No es nuestro caso”, advierte la influyente economista Diana Mondino.

Bonos a precio de remate

Mientras tanto, las cifras del mercado de futuros implican que los inversores tienen la expectativa de que la cotización del dólar -que ahora se mueve a un ritmo de 1% mensual- pasará a una nueva velocidad crucero de 5% luego de las elecciones legislativas.

Pero también ese escenario trae nerviosismo, porque muchos creen que un dólar corriendo a mayor velocidad echará más combustible a la hoguera inflacionaria. De momento, las previsiones indican la vuelta a una inflación cercana a 4% para el verano, pero hay quienes creen que, si no aparecen señales contundentes de ordenamiento económico -por ejemplo, con un acuerdo con el FMI- la suba de precios se podría agudizar.

En ese marco de desconfianza, los títulos emitidos por el gobierno argentino se desploman: ya están en paridades de 35 dólares por cada 100 nominales, una cotización propia de países en default o a punto de declarar el impago de la deuda.

Los precios ya estaban bajos, pero sufrieron una caída adicional luego de la derrota oficialista en las primarias de septiembre. Los analistas atribuyen este hecho a las señales políticas en el sentido de que podría imponerse la facción más radicalizada de la coalición gobernante.

En los últimos días hubo gestos, no sólo de parte de Cristina Kirchner, sino también del presidente Alberto Fernández y su ministro de economía, Martín Guzmán, en el sentido de que no hay disposición a aceptar las condiciones reformistas que pide el Fondo Monetario para reprogramar el calendario de vencimientos de deuda.

Lo cierto es que los títulos argentinos son en este momento uno de los mejores negocios del mundo: su precio es tan bajo que rinden hasta 24% en dólares, pero ni siquiera los “fondos buitre” los quieren comprar.

La lupa en el “día después”

La expectativa del mercado está puesta ahora en cómo será la reacción política del gobierno tras la elección legislativa del 14 de noviembre. Los encuestadores dan como un hecho la confirmación de la derrota oficialista, que implicaría un debilitamiento de su fuerza política en el Congreso.

Pero lo que no está tan claro es si tras ese evento habrá una apuesta a medidas económicas rechazadas por el mercado -como el aumento del gasto público, una mayor presión impositiva, más controles de precios y las sanciones a empresas- o si se dará un giro ortodoxo.

De lo que nadie tiene dudas es que el acuerdo con el FMI se debe firmar a la brevedad, porque las reservas del Banco Central no permiten cumplir con las obligaciones más allá de marzo.

Para colmo, los precios agrícolas están en caída, con lo que se compromete la principal fuente de reservas. Y, además, la reapertura turística del próximo verano hace prever que se abrirá otro canal por el cual se “fugarán” masivamente las divisas.

Mientras tanto, los argentinos de a pie, ya con el olfato muy entrenado para prevenir crisis, se defienden de la única forma que se ha mostrado efectiva a través de sucesivas crisis: compran dólares en el mercado paralelo, al precio que sea. La brecha entre el “blue” y el oficial ya es de casi 100%, una diferencia que todos juzgan insostenible y que es el preludio de una corrección cambiaria, ya sea planificada y gradual o desordenada y traumática.

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