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31 de agosto 2023 - 5:01hs

El bloque de los BRICS, que integran como miembros fundacionales Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica, acordó la semana pasada en la cumbre anual de sus líderes incorporar a seis nuevos países. Un movimiento que el presidente chino Xi Jinping consideró histórico y que para algunos analistas confirma que el mundo se está deslizando hacia un nuevo orden global que rompe con el esquema heredado de Bretton Woods.

Por lo pronto, si el peso económico es una medida de poder, el foro se consolida en el tablero geopolítico mundial como un grupo singularmente potente. Sumado a los integrantes originales, con la incorporación de la Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, el bloque tendrá una mayor proporción del Producto Bruto Interno (PBI) global que los países industrializados del G7.

¿Serán los BRICS en su versión ampliada un factor disruptivo en el orden global? ¿Presagian el surgimiento de un orden post-occidental? ¿Constituyen las incorporaciones una victoria de China y Rusia en la construcción de espacio antioccidental como interpretan algunos analistas? ¿O será que todas estas posibles hipótesis prestan poca atención a la dinámica interna del espacio y confunden esperanzas y temores con el análisis objetivo?

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En lo inmediato, mientras los BRICS se reunían en Johannesburgo para anunciar las nuevas membresías, el gobierno del presidente Joe Biden se apresuraba a renovar su hasta ahora incumplida promesa de impulsar las reformas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) para ampliar los mecanismos de crédito y los fondos destinados a financiar a las economías de ingresos bajos y medios.

En esta ocasión, fue el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, quien indicó que los Estados Unidos llevará el planteo a la próxima cumbre del G20, que se concretará en la ciudad de Nueva Delhi la próxima semana. Públicamente, Washington restó importancia a la expansión del grupo. Dijo lo obvio: que cada país es libre de escoger a sus socios y que Washington no ve al grupo “evolucionando para convertirse en algún tipo de rival geopolítico”.

Sullivan, además, se hizo eco del principal argumento de los centros de estudios con sede en Washington. La mirada que señala que la expansión socava la cohesión del grupo debido a los diferentes intereses políticos de sus integrantes, lo que haría mucho más difícil para los BRICS convertir el peso económico combinado de sus economías en un factor influyente en los asuntos globales. En síntesis: una lectura que le propone a Washington aprovechar las contradicciones internas del grupo.

Sin embargo, no todos piensan de la misma forma. Para no pocos analistas, la expansión de los BRICS, así como la larga lista de países que han solicitado su adhesión y que podrían sumarse en un futuro inmediato, habla de una demanda genuina de abrir nuevos caminos para alcanzar objetivos económicos y de seguridad. “Las naciones emergentes están buscando alternativas, no reemplazos del orden liderado por los Estados Unidos”, opina Sarang Shidore, director del programa Sur Global del progresista Quincy Institute.

“Los múltiples fracasos del orden mundial liderado por los Estados Unidos a la hora de apoyar a los estados del Sur Global en el desarrollo económico y la salvaguardia de la soberanía están creando una demanda de estructuras alternativas para ordenar el mundo. Los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) son dos respuestas importantes a estos fracasos”, agrega Shidore.

“No se trata de espacios hostiles, pero es claro que Washington y sus principales aliados no son exactamente bienvenidos en esos foros”, agrega el analista del Quincy Institute.

La lectura parece correcta. Por caso, una declaración de los BRICS señaló, por ejemplo, la parálisis del mecanismo de resolución de controversias de la Organización Mundial del Comercio (OMC), donde Washington, desde la era de Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos, bloquea los nombramientos argumentando un tratamiento injusto. Pedido, por ejemplo, que se suma a la reforma y ampliación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU).

La lista de reclamos al liderazgo de Washington y sus principales socios es larga e incluye, cada vez más fuerza, una agenda efectiva contra el cambio climático. Biden promovió acciones en ese sentido en los Estados Unidos, pero lo consiguió en medio de duros enfrentamientos con el Partido Republicano, y la Casa Blanca está lejos de su promesa de destinar US$ 11.000 millones por año a partir del próximo para ayudar a las naciones en desarrollo más golpeadas por este flagelo.

“Los Estados Unidos está comenzando a tomarse en serio las preocupaciones de los países en desarrollo sobre el clima. Las declaraciones son claras, pero hay muy poco dinero asociado a esas declaraciones”, destaca Shidore.

“A menudo se habla de BRICS de dos maneras. Algunos le restan importancia. Otros adoptan una visión romántica que habla de un resurgimiento de los viejos tiempos de Bandung, como si se tratara de un resurgir del Movimiento de Países No Alineados. Ninguna de esas imágenes refleja lo que realmente está sucediendo”, agrega.

La mirada de Shidore destaca, por ejemplo, la postura del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula de Silva, que apunta a que los países del Sur Global aprovechen todas sus relaciones internacionales para beneficio propio sin tomar partido ni apoyar una nueva guerra fría.

“La mayoría no está convencida o alienada por la retórica de Washington de ‘democracia versus autocracia’. Esa mayoría se siente particularmente amenazada por las políticas estadounidenses de sanciones secundarias para limitar o poner fin a sus vínculos con los rivales de la Casa Blanca”, advierte Shidore.

En síntesis: la actual estrategia estadounidense estaría empujando inadvertidamente al Sur Global hacia Beijing y Moscú. “Un error no forzado que Washington no puede permitirse”, concluye Shidore.

Desde el punto de vista de los Estados Unidos, lo más preocupante de la expansión proyectada de los BRICS, que se concretará a partir del 1° de enero próximo, es el desembarco de Irán en el grupo.

La república islámica buscó la membresía como una forma de salir del aislamiento al que la someten las sanciones occidentales lideradas por Washington por su controvertido programa nuclear y la represión de las protestas internas. El ingreso de Teherán podría implicar un menor protagonismo estadounidense en Medio Oriente si el espacio puede articular las diferencias de Irán en sus relaciones históricamente difíciles con Arabia Saudita, Egipto y Emiratos Árabes Unidos.

Las tensiones, obviamente, también dividen a los BRICS originales. China tiene una relación compleja con India, que recientemente tuvo un acercamiento con los Estados Unidos.

La declaración de los BRICS respalda una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU. Una prioridad para India y Brasil que no lo integran de forma permanente. No obstante, pocos esperan que Beijing y Moscú, que tienen derecho a veto en el seno del organismo, quieran diluir su poder en beneficio de otras naciones.

Henry Tugendhat, economista del Instituto Estadounidense de la Paz, sostiene que China, al promover la expansión, inadvertidamente hizo de los BRICS un grupo con menos cohesión, más parecido al G20 que al más G7, el foro en donde coordinan políticas Alemania, Canadá, los Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido.

“Entre los futuros integrantes del BRICS no hay, llamativamente, países del sur de Asia, en momentos en que China multiplica los frentes de disputas marítimas en esa región”, destaca Tugendhat.

Según Colleen Cottle, un exanalista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que se desempeña en el conservador Atlantic Council fundado en Washington en plena Guerra Fría, para China “la expansión de los BRICS tiene más que ver con la retórica de mostrar que los países en desarrollo se acercan a su campo que con planes concretos de trabajo en conjunto”. Cottle sin embargo, concede que la decisión muestra una demanda por cambios.

“Los Estados Unidos necesita una estrategia más efectiva que su enfoque de trabajar con países afines, y no puede limitarse a tratar de replicar el enfoque chino de contribuir con infraestructura en las naciones en desarrollo. Se necesita una visión articulada de largo plazo y los fondos concretos para respaldarla, esto si Washington quiere contrarrestar la expansión de los BRICS”, evalúa el analista.

¿Puede los Estados Unidos tener éxito en un mundo donde el poder es cada vez más difuso sin fuertes vínculos con el Sur Global? Se diría que no. En la región vive la mayor parte de la humanidad, contiene recursos naturales cruciales, extensas cadenas de suministro, mercados importantes y un empuje innovador cada vez mayor.

“Es un socio esencial que durante las últimas dos décadas construyó profundos vínculos económicos con China y continúa valorando los vínculos con Rusia. Washington y sus aliados deben aceptar la realidad de la nueva no alineación del Sur Global y resistir la tentación de ver la región principalmente a través del lente de la llamada competencia estratégica”, propone Shidore.

Una mirada que enfatiza que el G7 debe reconocer que la expulsión o contención de Rusia y China no es realista y que los BRICS son, más allá de sus diferencias, un bloque de poder que aspira a un nuevo multilateralismo.

(Con información de agencias)

 

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