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La guerrilla colombiana del ELN retoma las conversaciones con un ex guerrillero del gobierno de Petro

El jefe negociador de ese grupo armado, Pablo Beltrán, se sentó en la mesa de negociaciones en México con Otty Patiño, que integró el M-19, que también fue un grupo insurgente del cual formó parte el presidente colombiano Gustavo Petro
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20 de febrero de 2023 a las 05:04

Por Eduardo Anguita

Pablo Beltrán es el nombre de guerra de Israel Ramírez Pineda, un hombre de 69 años que iba a ser ingeniero industrial, pero se incorporó al Ejército de Liberación Nacional (ELN), apenas después de cumplir 20. Primero fue guerrillero urbano, y poco después formó parte de las columnas rurales. Hace casi medio siglo que Beltrán es insurgente.

Otty Patiño le lleva cinco años a Beltrán y cuando tenía 29 fue uno de los fundadores del Movimiento 19 de abril (M-19), un grupo de guerrilla urbana del que formó parte también el actual mandatario de Colombia Gustavo Petro.

Patiño participó de varios hechos violentos y luego también tuvo un alto grado de responsabilidad en los diálogos de paz del M-19 de 1982 y 1985 con el gobierno de Belisario Betancur, pero esas conversaciones fueron infructuosas. Finalmente, el M-19 logró ponerse de acuerdo en salir de la clandestinidad con el entonces presidente Virgilio Barco, en 1990.

El ELN, en cambio, no logró encarrilar conversaciones para salir de la lucha violenta y volver a la vida civil. En Colombia, los diálogos de paz, en la mayoría de los casos, fueron seguidos por una inusitada violencia militar y paramilitar contra quienes dejaban la lucha armada.

Es difícil tener idea de la magnitud de la violencia que atravesó ese país. El mismo Gabriel García Márquez habló de ello en muchas de sus novelas y cuentos. El relato que más le gustó al autor y premio Nobel fue El coronel no tiene quién le escriba. En alguna entrevista, García Márquez dijo “tuve que escribir Cien años de soledad para darme el gusto de escribir El coronel…”.

El personaje central es un militar retirado que está esperando cobrar la pensión y pasa penurias junto a su mujer. En un momento, ella lo ve bien vestido y le dice: “Estás como para un acontecimiento”. La respuesta es una pincelada de la historia colombiana. El coronel le contesta: “Este entierro es un acontecimiento. Es el primer muerto de muerte natural que tenemos en muchos años”.

Beltrán, después de casi 50 años de lucha armada y de ver morir a propios y ajenos de muerte no natural, acaba de retomar el diálogo con Patiño, que también participó de hechos violentos, que también sabe lo que es la muerte temprana, las balas y las bombas.

El ELN, para poder continuar, recurrió a todo tipo de violencia, extorsiones, secuestros y ataques mortíferos. En 50 años, dos generaciones de sus integrantes, sufrieron la violencia del Estado más la de los grupos paramilitares.

Petro, al asumir, tomó el compromiso de lograr la paz con las fracciones disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que no se acogieron a los acuerdos de 2019, firmados por la gran mayoría de las columnas de las FARC con el entonces presidente Juan Manuel Santos.

Si el actual mandatario colombiano logra el alto el fuego definitivo tanto de las FARC disidentes como del ELN y, sobre todo, la neutralización de los grupos paramilitares, quizás los velorios de muerte natural que eran una excepción para el personaje de García Márquez, se vuelvan algo rutinario.

En México, con el auspicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y en el marco de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social, se sentaron a la mesa las dos delegaciones. La de Otty Patiño por el lado del gobierno colombiano, y la de que integra Pablo Beltrán por el lado del ELN.

El mismo Patiño, que ya estuvo sentado en la mesa como guerrillero, reconoce que lograr la paz no es sólo desarmar los espíritus y dejar las venganzas de lado. Se trata “fundamentalmente de lograr una disminución de las hostilidades hacia la población civil” con “transformaciones que derroten el escepticismo y la desesperanza”. A su vez, el jefe de la delegación del gobierno destaca que los grupos narcotraficantes son bandas que también se convierten en un factor de inestabilidad.

A nadie escapa que los carteles de la droga negocian, con muchísimo dinero, con grupos que surgieron como insurgencia social y política. Sin cultivos alternativos a la coca, sin programas de traspaso de propiedad de la tierra a las comunidades originarias y campesinas, la paz puede ser apenas una bella consigna.

En una reciente entrevista realizada en Ciudad de México por el periódico español El País, Beltrán asegura que es distinto negociar con un “gobierno progresista” que hacerlo con los antecesores, de corte liberal o de derecha. El jefe del ELN dice que Petro “coincide con nosotros en que la paz es una urgencia del país y lo único que nos hace viables como nación. Somos socios en este asunto”. Luego advierte que los tiempos de la guerrilla “son más rurales”, o sea más lentos.

En esa entrevista, Beltrán explica los cortocircuitos entre el gobierno y el ELN que se hicieron públicos durante el mes de enero.

El 30 de diciembre, dice Beltrán, “recibimos un facsímil de un decreto, nos lo presentaron como un borrador. Intentaron decir después que nos habían consultado y que había sido aprobado, dos cosas que no son ciertas”. Es decir, para un grupo guerrillero con casi 60 años de historia, era difícil que aceptaran algo por imposición.

El diálogo, tras ese episodio, marca lo complejo de este nuevo intento. Beltrán dice: “Fue una crisis profunda porque si bien somos socios, la idea de una mesa de negociación es construir consensos. Si los dos están en la mesa, lo que salga de ahí es porque lo hablamos, lo acordamos y lo vamos a cumplir. No puede salir un papel que se le ocurrió a uno y decir que fue producido por ambos”.

El intento está en marcha. El gobierno de Petro tiene un respaldo importante, pero un frente interno con disidencias y, sobre todo, una derecha muy fuerte, con un Álvaro Uribe que fue presidente del país, que es un líder para una parte significativa de Colombia y que entre las fuerzas armadas y de seguridad es visto como una alternativa a este intento progresista y pacifista de Petro. De allí que el presidente actual debe lograr consensos con el ELN sin que se rompa su autoridad presidencial.

El diálogo, una vez más, está en marcha. Es difícil saber si los descendientes de ese personaje de García Márquez, de ficción y tan real al mismo tiempo, se vestirá de gala cada vez que tenga que ir a un velorio por una muerte natural.

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