Limor nació en Israel pero vivió varios años en Uruguay, y conoce bien el agro.

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La hija de uruguayos que crió peces en un sótano en Israel y trabaja con microbios

Es hija de uruguayos, nació en Israel y siempre estuvo vinculada al agro; ahora produce mejoramientos para cultivos y sueña con exportar a Uruguay
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16 de octubre de 2022 a las 05:00

En la década de 1980 un grupo de amigos uruguayos, en el que había varias parejas, emigró a Israel para vivir en un kibutz, una comunidad en la que las personas se reúnen para producir sus propios alimentos. En el kibutz Farot, una de esas parejas tuvo una hija, a la que llamaron Limor Weisz.

Hasta sus nueve años, Limor se crió en Israel, mientras su padre, ingeniero agrónomo, trabajaba en las plantaciones de maíz y trigo y su madre lo hacía en el tambo.

En el kibutz había tambos, gallineros, plantaciones de trigo, maíz, cebada y también producción hortifrutícola. Lo que se producía se consumía y también se vendía, recordó Limor a El Observador en una charla telefónica que unió Montevideo y el desierto de Israel, con seis horas de diferencia.

La seguridad alimentaria y la posibilidad de producir sus propios alimentos fueron conceptos con los que Limor siempre vivió, y a lo que su familia siempre le prestó mucha importancia. Hoy con su trabajo ella también los desarrolla, porque eso la llevó a criar animales y trabajar con microbios para buscar soluciones a problemas de los cultivos.

Son comunidades –hoy lucen como barrios cerrados en medio del campo– dedicadas a la producción agropecuaria e industrial. Sus habitantes trabajan bajo el concepto de cooperativismo. Los primeros se fundaron a comienzos del siglo XX, antes de la independencia de Israel (en 1948), contó Limor. Fue con el naciente Estado que se expandieron, teniendo como objetivo delimitar las fronteras y asegurar la producción en una zona conflictiva.
En Israel no hay una gran predominancia de áreas rurales, por lo que muchos de los alimentos son importados.
“En Israel la producción agrícola está basada en la alta tecnología”, destacó.
Los kibutzim son un 4% de la población, pero aportan un 80% de la producción agrícola, el 20% de la industrial low-tech y casi el 100% de la industria de riego de exportación.

Migración y Ejército

Tras vivir en Israel la familia de Limor se mudó a Brasil, y años después a Uruguay, donde ella vivió hasta sus 19 años. Fue a esa edad a la que volvió a su país natal, para servir en el Ejército. Allí conoció a su esposo, padre de sus hijos, y junto a él se quedó a vivir en Israel.
Limor siempre tuvo dos opciones de profesión: agrónoma o veterinaria, siempre le gustó la naturaleza, los animales y la producción, y en sus raíces está la agronomía, porque su padre estudió eso y su hermano también.

Una vez que se recibió comenzó a trabajar en una empresa de la industria química que estaba ligada al agro, porque los productos que desarrollaba se utilizaban en tambos y también en granjas, por ejemplo en el tratamiento poscosecha de las frutas.

Fue madre y profesora

En esa empresa trabajó varios años, hasta que fue madre y decidió cambiar de empleo, ya que ese le demandaba muchos viajes al exterior. Fue entonces cuando comenzó a dar clases de agronomía en un liceo de internado al que acudían 500 jóvenes provenientes de Rusia y Ucrania que llegaron al país sin sus padres, donde estudiaban ciencias agrarias.

Durante la pandemia, esta agrónoma llevó su trabajo a su casa, donde junto a sus hijos se dedicó a criar peces de pantano, que estaban en peligro de extinción, y cuando los contagios de coronavirus bajaron ella volvió a trabajar afuera, esta vez en un nuevo empleo: creando productos para mejorar cultivos, con base en microbios.

Todos esos empleos han sido “el hilo conductor y el resultado de lo que me inspira y apasiona”, expresó.

Ahora Limor trabaja en Lavie-bio, una empresa que tiene como misión mejorar la calidad de los alimentos, así como la productividad agrícola a través del uso de tecnologías y productos basados en microbiomas.

Además, trabajó en el desarrollo y mejora de genética de cannabis medicinal.

Limor y sus hijos en Israel

Su tarea actual es desarrollar bioestimulantes para los cultivos con base en microbios que se obtienen del suelo.

La tecnología con la que trabaja se llama MicroBoost y combina capacidades computacionales de big data con una amplia comprensión biológica, detalló. El primer producto de este tipo en el que trabajó fue una cobertura para semillas –hecha a partir de microbios– que tenía como objetivo “darles (a las semillas) un mejor punto de partida para seguir creciendo, para que la semilla crezca con más fuerza”, contó. Este producto se desarrolló pensando en zonas de producción que sufren mucho la sequía y las bajas temperaturas.

El primer producto de la empresa se lanzó en 2021 en Estados Unidos, pero la meta es seguir exportando y poder llegar a otros mercados, como a los sudamericanos. “Creo que puede ser muy exitoso  y tenemos mucha expectativas para llegar a Uruguay”, dijo Limor.

En la pandemia salvó peces en peligro de extinción

Cuando comenzó la pandemia por covid, Limor dejó de trabajar en el internado en el que daba clases y en el sótano de su casa comenzó a criar peces junto a sus hijos. Se puso en contacto con un científico que realiza acuicultura y este le propuso criar peces que estuvieran en peligro de extinción, “dado que su medioambiente está cambiando, por causa humana”, contó.

La idea fue comenzar este proyecto para formar parte de una ONG que bonifica con un sueldo a quienes logren procrear las especies de peces que están en peligro de extinguirse, y tras mucho trabajo lo logró. Criaron varias especies de peces de pantano, que viven en zonas con PH muy bajo, por lo que necesitan para desarrollarse condiciones especiales de luz y feromonas para procrear, y eso se logra solo a pequeña escala, explicó.

Uno de los peces que criaron se desarrolló para enviar a India. Otra especie fue para Indonesia. Según recordó Limor, hubo un tercer tipo de pez que se debía criar para enviar a Brasil, para desarrollar en el Amazonas, pero no logró introducirlo al país, porque eso implica una logística dificultosa.
“Nos fue muy bien, logramos procrear a los peces, no llegamos a producir masas porque por suerte se terminó la situación dura (de coronavirus en el país) y retomé mi trabajo”, contó, pero aseguró que en un futuro le gustaría volver a criar peces junto a sus hijos.

Fanática del carnaval, la playa y el campo

Si bien ahora vive en Israel, Limor tiene parte de su corazón en Uruguay. Es fanática del carnaval, le encantan las playas de Rocha y disfruta mucho de visitar estancias, para andar a caballo, recorrer cultivos y andar entre los ganados, contó.

“Tengo una muy buena impresión del agro uruguayo”, sostuvo  la agrónoma que se crió en Uruguay y disfruta cada vez que vuelve.

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