El expresidente de la República José Mujica volvió a ubicarse en el centro de las miradas con una aseveración temerosa y equivocada que revela una vez más su escasa creencia en el estado de derecho.
“A veces hay cosas que no tienen otra respuesta que la tortura para encontrar la verdad”, dijo el popular expresidente electo por el Frente Amplio.
Tan solo conjeturar esta frase en labios de cualquier político de los partidos tradicionales o líder de opinión no afín ideológicamente a la izquierda, alcanza para imaginar la indignación altisonante y los escraches sucesivos que generarían los siempre listos para defender las causas de los derechos humanos, cuando les conviene políticamente.
Para Mujica el pacto de secreto que tienen los militares que participaron en las detenciones, torturas y desapariciones durante la última dictadura militar uruguaya “no se puede desentrañar” a no ser que se usen recursos que actualmente no se pueden utilizar. Ese recurso sería la tortura que él mismo padeció durante sus años preso.
“Pienso que sí, que se hizo todo lo posible y se sigue haciendo, pero no es solo querer, es también poder. Yo no puedo creer que la información no la tengan”, sostuvo al intentar justificar los casi nulos avances durante los gobiernos del Frente Amplio en materia de hallazgos de los restos de los detenidos desaparecidos. Es en ese marco que sugirió que solo con apremios ilegales se podría acceder a la información que el Uruguay entero necesita para laudar una de las peores cicatrices abiertas de su historia.
La desgraciada frase que dejó perplejos a tirios y a troyanos fueron realizadas a raíz del fallecimiento de la activista Luisa Cuestas, quien murió a los 98 años sin saber qué ocurrió con su hijo, Nebio Melo Cuesta, detenido y desaparecido en Argentina en 1976.
Mujica consideró que es “muy negativo y muy doloroso” que Cuesta muriera sin saber el paradero de su hijo y dijo que “siempre cuando no cumplimos con una expectativa fallamos, porque tenemos las limitaciones que nos imponen ciertos códigos”, acotó.
La desgraciada frase que dejó perplejos a tirios y a troyanos fueron realizadas a raíz del fallecimiento de la activista Luisa Cuestas, quien murió a los 98 años sin saber qué ocurrió con su hijo, Nebio Melo Cuesta, detenido y desaparecido en Argentina en 1976.
Por suerte se alzaron tímidas voces rechazando la barbaridad planteada por el longevo político. Desde Crysol, la organización que agrupa expresos políticos se dijo con sensatez que la “tortura no es necesaria para encontrar la verdad” y que lo que se necesita es voluntad política, cosa que faltó en la última década. Por su parte desde el Observatorio Luz Ibarburu con tino señalaron que “se supone que el sistema judicial no necesita de la tortura para llegar a la verdad”.
A esta altura las andanzas del añoso líder hacen pensar en la necesidad imperiosa de saber retirarse a tiempo y en plenas facultades intelectuales. Viene llegando la hora de dejar en la memoria del imaginario colectivo la figura de un político que logró reinventarse y reinsertarse en el sistema democrático –luego de alzarse en armas contra él– con una virtud que lo hacía diferente: la ausencia de revanchismo contra sus verdugos que lo encarcelaron por más de 13 años.
Es de esperar que esta frase fuera de lugar sea solo un error producto del cansancio de los años y que no borre con el codo lo que hizo con la mano. Tal vez ahora sí llegó la hora de cumplir con la vieja promesa de dedicarse a plantar gladiolos en su quinta en las afueras de Montevideo.
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