Agro > TRIBUNA / LUIS ROMERO ÁLVAREZ

La lechería olvidada

"Si queremos ver una lechería pujante, es hora de actuar"
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09 de octubre de 2020 a las 21:44

Por Luis Romero Álvarez, especial para El Observador

En 2014 el litro de leche valía $ 12 pesos y el dólar menos de $ 20; hoy el litro de leche vale $ 12 pesos y algo y el dólar vale más de $ 40. Entre medio el precio cayó a $ 7 y la inflación siempre rondó el 10% anual. No se precisan más números para saber que este muy valioso sector está en dificultades.

Además, sabemos que, aunque la lechería exporta un alto porcentaje de su producción y compra múltiples insumos en dólares, a diferencia de la carne, el arroz, la soja o la madera, cobra toda su producción en pesos.

Entonces, si queremos ver una lechería pujante, que no se transforme en unos pocos megatambos en manos de capitales que pueden perder fortunas sin que pase nada, es hora de actuar.

Hay mucho por hacer. Lo primero es ayudar a los tamberos familiares a agrandar su escala, lo que debe ser medido en litros remitidos por año. Hacia allí deben converger esfuerzos estatales: por ejemplo, el Instituto Nacional de Colonización debe orientar su accionar a comprar fracciones que permitan a tamberos chicos explotar campos mayores junto a sus predios; también se debe impulsar el aumento acelerado de la producción por vaca y por día y para eso no alcanza con usar buen semen (se demora demasiado y hay poco tiempo).

En todo rodeo que produzca digamos 22 litros promedio hay un 10% de vacas en el entorno de 30 litros; hay que hacer transferencia embrionaria de esas vacas propias de alta producción hacia las otras vacas del rodeo. Así los aumentos serán mucho más rápidos que si sólo se trabaja en la mitad genética del lado macho.

Para lograr el aporte de esta tecnología que está bien dominada a tambos chicos, se precisa construir laboratorios rodantes que se instalen en zonas de alta concentración de tambos chicos y les den el servicio a todos.

Para proyectos como este hay fondos internacionales disponibles, algunos no reembolsables y otros como endeudamiento no soberano a repagar a largo plazo, atado al aumento de la producción futura.

También, como comenté en un anterior artículo –“¡Tenemos que regar!”–, debemos dar a los medidores de consumo eléctrico de las bombas de riego la tarifa argentina del costo del kilowatt y así expandir el riego de maíz, sorgo dulce y forrajeras, duplicando en los hechos el tamaño de los campos al duplicar su producción por hectárea y permitiendo a los tamberos chicos manejar más vacas en ordeñe.

Por último, los tamberos chicos se deben ocupar sólo de manejar sus vacas en ordeñe, no recriar ni machos ni hembras, porque eso es otro negocio para el cual no tienen suficiente campo ni otros recursos para hacerlo bien.

Para resolver este asunto precisamos, también con base en financiamiento externo en condiciones benevolentes, crear hoteles ganaderos para lechería, a los cuales los tamberos chicos remitan todos sus terneros machos y hembras y desde donde se les devuelvan vaquillonas listas para parir. El financiamiento de sistema se paga con los propios animales: por ejemplo, un tambero remite 10 terneras y 10 terneros, el hotel recría a los 20 y a su tiempo vende los machos y la parte de las hembras necesarias para pagar los costos, devolviendo al tambero las hembras que le pertenecen listas para parir. Así el tambero consigue más espacio, tiempo y recursos para manejar más vacas en producción en su campo, lo que financieramente es mucho mejor que manejar menos vacas y recriar sus hembras.

Por último, se puede revisar el cálculo de devolución de impuestos indirectos que, en el pasado, fue incorrectamente recortado.

Ninguna de estas acciones implica tecnologías raras o poco conocidas; son implementables con los conocimientos que ya se tienen bien probados y con financiamientos muy disponibles internacionalmente si se presentan los proyectos adecuados.

Así como en Montevideo hay barrios olvidados, en el agro también hay actividades olvidadas, como la lechería.

Es hora de ir al rescate.

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