El domingo se reeditará por tercera vez una final mundial entre Argentina y Alemania. Será el desempate, porque hasta ahora ganó una cada una. La selección albiceleste obtuvo el título en México 1986 de la mano del genial Diego Armando Maradona y en 1990 ganó la germana con la ayuda del árbitro Edgardo Codesal, un uruguayo nacionalizado mexicano.
En 1986 el torneo se disputó en México tras la renuncia de Colombia. A pesar de una serie de terremotos que sacudieron el país azteca, el mundial igual se desarrolló en sus canchas.
Maradona, que marcó dos goles contra Inglaterra (uno con la mano, que el argentino calificó, orgulloso, de “mano de Dios”, y el otro, uno de los mejores tantos de la historia) y otros dos contra Bélgica, puso a Argentina en la final, donde la albiceleste venció a Alemania Occidental por 3-2, ante la presencia de los 114.000 espectadores que abarrotaban el estadio Azteca.
Alemania, eterna participante en las finales, volvió a tropezar en el último obstáculo. En 1982 había quedado eliminada por la Italia de Paolo Rossi y, esta vez, se vio superada por muy poco (3-2) por la Argentina de Maradona. La victoria albiceleste fue tan merecida como inesperada, ya que el país contaba con un combinado sólido, pero falto de inspiración. La maestría de Maradona prácticamente bastó para que su país se alzara con el trofeo mundial. Como no podía ser de otra forma, su brillante juego y sus proezas ante la meta contraria (cinco goles) le reportaron el título de mejor jugador del torneo.
La de 1990 fue una copa que decepcionó, con demasiado fútbol defensivo y muchos partidos que se decidieron desde el punto penal. La final entre Alemania Occidental y Argentina fue la menos atractiva de la historia.
Sergio Goycochea, figura en los partidos anteriores durante las definiciones por penales, no pudo hacer nada para detener un penal muy discutido que el árbitro mexicano concedió a Alemania en la final. Los alemanes, sin embargo, con sus victorias sobre Yugoslavia (4-1), Holanda (2-1), Checoslovaquia (1-0) e Inglaterra (1-1 al cumplirse el tiempo reglamentario y luego 4 penales a 3), fueron dignos campeones. Bajo la sabia dirección de Franz Beckenbauer, contaban entre sus filas con Matthaus, Brehme, Voller, Klinsmann, Kohler y Hassler, todos ellos jugadores de gran talento individual. Al conseguir su tercer título, Alemania pasó a ser, junto con Italia y Brasil, la nación más laureada del torneo.
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