Martín Viggiano

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La nueva era del vino chileno

Las bodegas y los enólogos trasandinos intentan salir de su zona de confort
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15 de octubre de 2016 a las 05:00

El afamado periodista británico de vinos Tim Atkin dijo una vez: "El vino chileno es como un Volvo, seguro pero aburrido; el Carmenere es una cepa de segunda clase. Chile es como los actores de James Bond, que hacen el mismo personaje película tras película. Los viñateros no se desafían a sí mismos, están confinados en una pequeña zona confortable, los valles centrales, y con un puñado de cepas probadas".

La descripción fue tan dura como realista. El país trasandino tiene todas las condiciones para elaborar vinos de competencia mundial, tanto en cantidad como calidad. Su clima mediterráneo con veranos secos y extensas zonas donde la vid se expresa en óptimas condiciones, permiten a los productores elaborar vinos de alta gama. Pero esa oportunidad natural llevó a la industria de ese país a confiarse por momentos demasiado en lo seguro y, como dijo Atkin, jugar todas las fichas a las variedades de uva seguras.

Un país con más de 4 mil kilómetros de extensión, con suelos y climas tan diversos como vinos a elaborar, se merecía dar un salto de calidad y salir de su zona de confort. Y a juzgar por nuevas apuestas y comentarios de expertos, lo está logrando.

El propio Atkin ha cambiado su visión: "Es apasionante el actual momento del vino chileno. Los límites geográficos se han ampliado en forma espectacular hacia el sur, el norte, la cordillera y la costa. Las viñas se están atreviendo a tomar riesgos", dijo hace poco tiempo.

Y para demostrarlo, el enólogo chileno Elías Obreque, integrante del departamento de agroindustria y enología de la Universidad de Chile, visitó Montevideo invitado por la embajada de ese país en Uruguay y la organización de apoyo a empresas, ProChile. El experto aludió a las críticas cosechadas por el vino trasandino en las últimas décadas, pero dio información concreta para demostrar el cambio de los últimos años.

La nueva era del vino chileno se demuestra, por ejemplo, en la ampliación de zonas de plantación de la vid. Como se sabe, el terroir (concepto francés que alude al suelo, clima y entorno) es determinante para obtener gran uva y luego gran vino. En segundo término se ha comprobado una ampliación en la gama de variedades de uva para vino, y se le ha dado impulso a algunas que estaban en los campos pero eran destinadas solamente a vinos comunes.

Un ejemplo claro de esto último es la cepa País, la variedad de uva que conquistó Chile en el siglo XVI y que fue adoptada por productores y consumidores por años, hasta que el mercado y dificultades sanitarias la dejaron en segundo plano detrás de Cabernet Sauvignon y Merlot. Pero los nuevos impulsos de esta nueva era del vino chileno le han dado un merecido lugar entre la producción de vino fino. Es algo exótico que merece ser tenido en cuenta por consumidores, aunque a Uruguay no llegan botellas de esa variedad.

A mediados de 1994, gracias al ampelógrafo francés Jean-Michel Boursiquot, los chilenos supieron que la variedad que ellos llamaban Merlot "tardío" era, en realidad, Carmenere. Desde ese momento creció la producción de la cepa convertida en una bandera chilena. Luego, la espalda económica de empresas como Concha y Toro abrieron las puertas de la bandera chilena en el mundo.

Según datos de 2014, Chile es el séptimo productor de vino del mundo y es el cuarto país más exportador de ese producto. La mitad de los litros que elaboran cada año se va al exterior, por lo cual facturan casi US$ 2 mil millones.

Nuevas opciones

¿Qué probar para demostrar el avance del vino chileno? El enólogo Obreque acompañó su charla en Montevideo con una cata dirigida a periodistas, comerciantes y sommelier uruguayos, de la que participó Sacacorchos. Entre las opciones no había vino de la cepa País, que ya fue comentada más arriba, ni tampoco de otra variedad tinta muy interesante como Carignan. De lo probado se destacó un rosado de Garnacha de Viñedos Villaseñor; un Pinot Noir de Viña Cono Sur; y un extraño pero delicioso Syrah de Viñedos Riveras del Chillán. Este último se elabora en un pequeño lugar a 420 kilómetros de Santiago, que tiene suelos profundos de textura arcillosa y de origen volcánico.

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