La reflexión de una persona que ya pasó por el ejercicio del poder dos veces y que entiende lo que pasa en el mundo está adelantando el desafío de los próximos años y en particular del próximo gobierno: la nueva gobernabilidad.
Es imposible no detenerse a pensar en lo que está sucediendo en la primavera electoral que atraviesa el país. No solo en los partidos tradicionales son varias las candidaturas que marcan en las encuestas –cuatro en el Frente Amplio, cinco en el Partido Nacional y tres en el Partido Colorado– sino que fuera hay otras.
Además de los tres grandes hasta la semana pasada se encontraban inscritos en la Corte Electoral el Partido Independiente (PI) con Pablo Mieres de candidato, el Partido de la Gente con el empresario Edgardo Novick, Unidad Popular (UP) con Gonzalo Abella, el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI) con César Vega, el Partido Verde Animalista con Gustavo Salle y otros más como el Partido de los Trabajadores (PT), el Partido Orden Republicano (POR), el Partido Digital (PD), el Partido Democrático Unido (PDU) y el Partido Animalista.
A esta lista se agregó el miércoles el Partido Cabildo Abierto, que llevará como candidato a la Presidencia de la República al excomandante en jefe del Ejército Guido Manini Ríos. Así se completa la grilla de partidos políticos que se presentarán en la contienda electoral.
Imaginemos un Parlamento nacional con representantes de todos los partidos políticos mencionados. Resulta evidente que la negociación para acordar políticas públicas que luego se conviertan en leyes en el Parlamento sería mucho más complejo. Requeriría del arte de la paciencia y la astucia para poder llevar a buen puerto las iniciativas del Ejecutivo. Tendrán que aparecer nuevos componedores de mayorías que probablemente varíen según los temas y urgencias. Es poco probable que sucede lo descrito, pero no es un disparate decir que Uruguay se encamina hacia una nueva gobernabilidad con muchísimos más actores que hasta ahora.
Sanguinetti avizora problemas ante un tablero de gran fragmentación parlamentaria. Un escenario diametralmente opuesto al que vive –o padece– Uruguay desde hace tres lustros en que el FA obtuvo mayorías. Basta solo recordar la importancia en la actual legislatura del voto 50 en Diputados, llámese Gonzalo Mujica, Darío Pérez o Fernando Amado.
Es evidente que, de confirmarse las encuestas, el próximo gobierno deberá negociar con actores nuevos. Un desafío que a nadie debería extrañar. Es lo que pasa hoy en España y Alemania para citar dos ejemplos donde los partidos tradicionales perdieron electorado por los extremos y se multiplicó la presencia parlamentaria de nuevos y vigorosos partidos menores.
¿Será ese el escenario que vivirá Uruguay? ¿Pagarán el FA, el PC y el PN los platos rotos del desgaste de la política tradicional? ¿Podrán los partidos menores crecer y tener relevancia en la vida política del país?
Los partidos políticos, actores fundamentales en cualquier sistema democrático serio, deben saber leer esta realidad y evitar que les pase el agua. Su eventual sustitución por oportunistas o líderes carismáticos que aprovechan la coyuntura podría ser nefasto para la democracia.
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