La provocación de Roger Waters: incitación al odio y a la violencia

Sin duda, reivindicar el nazismo es mucho más que un acto que refleja su odio a los judíos y  su conducta antisemita. Es también la denigración y ataque a todas las minorías perseguidas y asesinadas por el nazismo, es manifestación de su aborrecimiento por los cientos de miles de personas discapacitadas, es homofobia en el desprecio por los homosexuales asesinados, es una postura antidemocrática al ponderar un régimen que fusiló a todo opositor político; es también racista al convalidar el asesinato y esterilización de los  afrodescendientes, entre otras expresiones.

Reivindicar el nazismo es el desprecio absoluto por lo humano. Y eso debe ser de una enorme preocupación para el mundo democrático y no solo para los judíos.

Instala nuevamente un falso debate relacionado con la libertad de expresión, baluarte de todo pensamiento democrático que debe ser ilimitada. La incitación al acto de violencia, la apología del odio, con sus consecuentes, demonizaciones, estigmatizaciones y convocatorias a su persecución y muerte, nada tienen que ver con la libertad de expresión.

Hoy las normativas de Naciones Unidas así como diversos organismos  internacionales, señalan la tipificación del discurso de odio como incitación al acto de violencia y la sanción penal a la apología del odio y la violencia.

Ana Frank, una adolescente perseguida por el nazismo por su condición judía, legó a la humanidad con su Diario uno de los textos emblemáticos de una visión esperanzadora, critica de la guerra, y reivindicadora de la dignidad de los seres humanos. Fue perseguida por ser judía pero es un emblema de los millones de asesinados por el nazismo y en especial, los niños y adolescentes.

Atacar la figura de Ana Frank es atacar una fuente de identificación positiva de millones de jóvenes en todo el mundo para quienes la lectura de su Diario no sólo les permite aprender acerca del holocausto como la peor tragedia de la humanidad, sino que, a la vez, vincularse con su vocación por la lectura y la escritura en un contexto hostil y su manera de no aceptar pasivamente su condición de víctima. Su mensaje es de esperanza.

El holocausto fue construido por el discurso de odio, así como otros genocidios y crímenes de lesa humanidad. Solo la construcción demonizada de los judíos, los antisociales, los arios impuros, entre otros pudo lograr la trágica adhesión de gran parte de la sociedad alemana de la época. El odio incitó a la violencia que luego devino en apoyo a los actos criminales y a la construcción de una maquinaria asesina.

La apología del nazismo es muchísimo más que antisemitismo. Debe preocupar a muchos más que a los judíos, sino a todo sujeto pacifista, con convicciones democráticas, que repudia las guerra y cree en los derechos de los pueblos, en la convivencia pacífica y repudia los movimientos terroristas y todo asesinato adhiriendo a la Declaración Universal de los DDHH.

El malestar social, fue germen del nazismo. Corremos el riesgo de que el malestar que vivimos en este mundo postpandémico atravesado por el empeoramiento de las condiciones de vida de grandes masas de la sociedad, vuelva a arraigarse como habilitación a la violencia, la fractura social y los nacionalismos extremos.

Cabe preguntarse acerca del uso mercantil de la violencia y el odio por parte de un músico popular. Es imprescindible indagar de qué manera sintoniza con crecientes movimientos de ultraderecha nacionalistas en Europa y en el mundo,  negacionistas del holocausto, apologistas del nazismo , cultores de odio a migrantes, a islámicos, a toda población vulnerabilizada, incitando a sus seguidores a  sumarse al odio y promover actos de violencia como estrategia de mercado.

Desde la Fundación Ana Frank para América Latina trabajamos  a partir de su legado  por la inclusión social , la convivencia en la diversidad, contra toda forma de violencia y discriminación.

Lic. Hector Shalom
Pte Fundacion Ana Frank para América Latina.
www.centroanafrank.com.ar