Mundo > Del boom al crack

La quiebra de FTX provoca un efecto dominó en el ecosistema de los criptoactivos

Los activos digitales enfrentan por primera vez en su corta y turbulenta historia el efecto combinado de una crisis económica global y políticas monetarias restrictivas
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14 de enero de 2023 a las 05:01

A poco más de un año de alcanzar su máximo histórico con una cotización de casi US$ 70.000, el Bitcoin, la criptomoneda más famosa en todo el mundo, cotiza en la actualidad en torno a los US$ 17.000 en un escenario marcado por el derrumbe de un sinnúmero de proyectos que prometían una bonanza sin límites y la quiebra de la plataforma de intercambios FTX, bancarrota que desató un efecto dominó y una crisis de confianza en el sector por la falta de transparencia.

Hoy, el sector parece con escazas chances de afianzar una idea que hasta poco se promocionaba como a la vuelta de la esquina: el reemplazo del dinero fiduciario por las criptomonedas. El entusiasmo se topó con límites: 2022 fue uno de los peores años en la corta y turbulenta historia de los criptoactivos.

Según los economistas, a las fallas y negligencias del sector se suma una desaceleración de la actividad económica global que, según anticipan los organismos multilaterales de crédito y los bancos centrales, continuará este año. Por lo pronto, los especialistas señalan que durante una década de existencia virtual, las criptomonedas nunca atravesaron el efecto combinado de un mercado a la baja y una crisis macroeconómica mundial.

En efecto. Las criptomonedas y otros criptoactivos comenzaron a caer en noviembre pasado, después de alcanzar máximos históricos. Fue cuando la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) anunció que adelantaba el final de su programa de compra de activos mediante el cual inyectaba todos los meses unos US$ 120.000 millones al sistema financiero tradicional, al tiempo que emprendió una agresiva suba de tasas para frenar la inflación.

La primera debacle

La fe en los criptoactivos pasó por alto una primera advertencia. Llegó en mayo pasado, cuando la criptomoneda Terra Luna pasó de tener un precio de US$ 120 dólares a rematarse por menos de 1 centavo en menos de un mes. Puesto de otro modo: el ecosistema perdió US$ 40 mil millones de dólares de capitalización, dejando un tendal de ahorrista.

La debacle tuvo relación directa con la crisis de otra criptomoneda, la llamada Terra USD, que supuestamente podía mantener una paridad de 1 a 1 con el dólar aprovechando la tecnología y las fuerzas de la oferta y la demanda. En la jerga era conocida como una “stablecoin algorítmica”. Su fundador, el coreano Do Kwon de 30 años, que estudió computación en la Universidad de Stanford, pasó de héroe multimillonario a villano.

Sin embargo, fue justamente la empresa que más había impulsado la regulación del sector y la fusión del mundo cripto con las finanzas tradicionales la que desató el efecto dominó: FTX, la segunda mayor plataforma del mundo, encabezada por Sam Bankman-Fried, quien luego de ser extraditado a Estados Unidos desde Bahamas espera en libertad bajo fianza un juicio bajo la acusación de fraude.

El caso estalló el 11 de noviembre del año pasado, casi al mismo tiempo que la FED ratificaba su disposición a restarle liquidez al mercado para frenar la inflación. La plataforma registró una ola de retiros por US$ 6.000 millones a la que no puedo hacer frente y se declaró en bancarrota. Su fundador y CEO, Sam Bankman-Fried, argumentó que el dinero había sido usado para inversiones fallidas, pero sin el consentimiento de los ahorristas.

Según los fiscales que investigan el caso, Bankman-Fried "estaba orquestando un fraude masivo de años, desviando miles de millones de los fondos de los clientes de la plataforma comercial para su propio beneficio y para ayudar a hacer crecer su 'criptoimperio'".

Y sin embargo…

Nadie duda que las posibilidades de la tecnología blockchain y las criptomonedas, que permiten transferir dinero sin intermediarios y con costos muy bajos, constituyen una revolución. Según los propios bancos centrales, más temprano que tarde se incorporarán al sistema financiero tradicional. De hecho, algunos bancos centrales, como los de China y Estados Unidos, evalúan lanzar sus propias monedas digitales.

Sin embargo, la FED  y otros organismos reguladores de Estados Unidos advirtieron a los bancos sobre los "riesgos asociados a los criptoactivos y a los participantes del sector", entre ellos la posibilidad de fraudes y estafas como los más comunes, pero también de "posibles salidas de depósitos para la banca y organizaciones que tienen reservas en monedas estables".

"Es importante que los riesgos relacionados con el sector de los criptoactivos que no puedan mitigarse o controlarse no migren al sistema bancario”, alertan los reguladores a la entidades financieras tradicionales, a las que llamaron a tomar consciencia de los peligros. También señalan la "volatilidad significativa en los mercados de criptoactivos, cuyos efectos incluyen impactos potenciales sobre los flujos de depósitos asociados con empresas de criptoactivos”.

Según la FED, uno de los principales riesgos de contagio dentro del sector de los criptoactivos se deriva “de las interconexiones entre ciertos participantes, incluso a través de préstamos, inversiones, fondos, servicios y disposiciones operativas". En cualquier caso, los reguladores dejaron en claro que no está en sus planes prohibir ni desalentar a los bancos a prestar servicios relacionados con los criptoactivos. Solo piden cautela.

El último capítulo de la saga

En lo inmediato, nadie sabe hasta dónde llegará el efecto dominó que disparó la bancarrota de FTX, ni cuándo terminará. Un nuevo capítulo de esta historia comenzó a escribirse esta semana, cuando Genesis, una plataforma de préstamos en criptomonedas, anunció que acumula deudas por más de US$ 3.000 millones, por lo que bloqueó el acceso a fondos de sus ahorristas, según reveló el diario Financial Times.

El conglomerado estadounidense Digital Currency Group (DCG), matriz de Genesis y de otras firmas del ecosistema, como el diario digital CoinDesk y el gestor de inversiones Grayscale, dijo estar explorando la posibilidad de vender parte de sus activos, que incluye participaciones en más de 200 proyectos relacionados con las criptomonedas en 35 países, para costear la deuda.

Genesis, además de mantener bloqueados el acceso a los fondos tras alegar "turbulencias en el mercado sin precedentes", contrató al banco de inversión Moelis para explorar salidas, negociaciones hasta ahora infructuosas que incluyen captar financiación, según el periódico británico. En lo inmediato, Genesis despidió al 30% de su personal y clausuró parte de su negocio para reducir costos.

El laberinto FTX

En un intento por escapar a las sanciones, FTX hizo un anuncio inesperado. Tras su ruidosa quiebra dijo que “encontró” US$ 5.000 millones en dinero líquido y criptoactivos que utilizará para pagar a sus acreedores. Lo informó uno de los abogados de la empresa al juzgado federal que tramita la bancarrota en el Estado de Delaware, uno de los principales paraísos fiscales del mundo.

Según fuentes de mercado, un millón de acreedores quedaron atrapados en el colapso. No es raro. La empresa era una de las tres plataformas de intercambio más grandes del mundo y, en plena euforia de los inversores, llegó a tener una capitalización de mercado de unos US$ 32.000 millones. Hoy, solo ante sus 50 mayores acreedores, debe un total de US$ 3.100 millones.

Nadie sabe cuánto dinero se generará con la liquidación, y es posible que muchos acreedores reciban una ínfima parte de lo que la compañía les debe. La quiebra, además, puede llevar años. John Ray, que piloteó la quiebra de Enron en 2001, la mayor bancarrota corporativa en la historia de Estados Unidos, fue designado por la justicia para avanzar con la liquidación. Ray cuestionó los libros contables de la firma y aseguró que nunca en su carrera había visto “tal fracaso de controles a nivel corporativo y ausencia de información financiera confiable".

Otros damnificados

El efecto dominó que generó FTX también alcanzó a otro importante jugador del mundo de los criptoactivos. El banco Slivergate, dedicado principalmente a las transacciones, admitió que sufrió una corrida de US$ 8.100 millones luego de caída de FTX. “En respuesta a los rápidos cambios en la industria de activos digitales, tomamos medidas para asegurar que estábamos manteniendo liquidez ante potenciales retiros de depósito”, argumentó su CEO, Alan Lane.

Slivergate se sumó así a las consecuencias que dejó la caída de FTX y se vio forzada a vender valores y derivados con una pérdida de US$ 718 millones, además de despedir al 40% de sus empleados, unas 200 personas. Su crisis se vio agravada porque mantenía depósitos en unidades de negocios de FTX y en una empresa vinculada, Alameda Research, que oficiaba como un refugio para los criptoactivos de Silvergat y FTX.

La conexión puso a Slivergate en la mira de la justicia. La firma, en tanto, sostiene que “todavía cree en la industria de activos digitales” y se comprometió a mantener “una hoja de balance con alta liquidez y una fuerte posición de capital”. Un esfuerzo que, de ser sincero, no parece haber restaurado la confianza.  Hoy, sus acciones, al igual que las de otras muchas plataformas que generan o permiten negociar criptoactivos, cotizan a US$ 11,74. Lejísimos de los US$ 222,13 que llegaron a cotizar a fines de 2021.

Con información de AFP y el Financial Times.

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