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La ruta del empleo

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05 de febrero de 2020 a las 05:00

El inicio de una nueva administración, y además de un signo político diferente, genera una sinergia a favor de los cambios, una oportunidad de oro para encarar reformas por mucho tiempo relegadas. Y, en ese marco, creemos que es un inmejorable momento histórico para colocar bien en alto en la agenda pública la necesidad de realizar un viraje en la política económica, sin hacer tabla rasa, para intentar que el país logre una mejora sustancial en términos de competitividad.

Un país que goza de competitividad nos dice muchas cosas a la vez. Nos habla de condiciones objetivas para conquistar terceros mercados –que se agiganta el impacto en mercados pequeños como  el de Uruguay–, lo que desencadena aumentos de la tasa de actividad, de la inversión, de mejoras notorias en el mercado de trabajo y salarios acordes.

El círculo virtuoso de la competitividad no se desencadena sin un sinceramiento de la economía, sin que seamos honestos con nosotros mismos respecto a las ventajas comparativas a la hora de hacer negocios, especialmente en el mundo, y particularmente en los países desarrollados.

En ese sentido, Uruguay presenta problemas de competitividad que se debilitan más cuando nos alejamos de los bienes primarios. Una excepción a esta tendencia general es el desarrollo de la industria del software y negocios conexos, despegados del nivel promedio que exhibe nuestra economía. Podríamos arriesgar la opinión de que allí sí están alineados el salario y el empleo.

Se trata de una actividad competitiva, de uso intensivo de tecnología y que recluta mano de obra calificada, lo que se refleja con justicia en las remuneraciones del sector.

Aunque representa una isla en el Uruguay de hoy, la industria del software nos muestra que es posible aunar un alto nivel de empleo con salarios dignos y en sintonía con su desempeño.

La desconexión entre la marcha de la economía con el nivel salarial es uno de los problemas estructurales que heredará el gobierno de Luis Lacalle Pou, y que ha sido un hándicap para la creación de empleo e incluso para mantener las fuentes de trabajo en el sector privado.

El hecho de que durante más de una década, el país registrara aumentos de salarios en términos reales de manera continua, es representativo de gobiernos bien intencionados, pero voluntaristas. El poder de compra recién cayó el año pasado, a una tasa moderada de 0,3%, lo que tampoco refleja el nivel de enlentecimiento de la economía.

Sin duda, que la política salarial convalidada en los Consejos de Salarios –organizados por ramas de actividad, sin tener en cuenta el tamaño de las empresas– ha tenido efectos distorsivos y ha subestimado el impacto de los ajustes en los negocios  de pequeñas o medianas empresas.

Y las variables de ajuste para compensar aumentos de salarios en desequilibrio con relación a la actividad económica terminó siendo el empleo o el desempleo.

Lacalle Pou recibe una economía de un mediocre o muy bajo crecimiento, una tendencia a la baja  en la tasa de actividad y la de empleo, y un desempleo de más de 9%.

Si en el próximo período, como ya lo han advertido economistas independientes y de prestigio, los salarios no reflejan mejor el desempeño real de la economía, entonces no habrá manera de crear empleos. Es por eso que la relación salario-empleo es algo de primer orden para considerar en los próximos consejos de salarios.

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