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La tentación voluntarista

La propuesta del candidato argentino Roberto Lavagna de que los préstamos internacionales se realicen en pesos en vez de en dólares es de una ingenuidad tal que evidencia graves problemas
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13 de octubre de 2019 a las 05:00

Porque Uruguay tenía una voluntad de pago de la deuda y cumplimiento de compromisos que el gobierno argentino no puede exhibir. Como decía la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI) Christine Lagarde a un Macri que, en 2018, se desesperaba por la falta de inversiones, los mercados y los inversores no olvidan fácilmente un default festejado con aplausos en el Congreso, aunque ello hubiera ocurrido en otro gobierno y unos 15 años atrás. El comportamiento de los gobiernos no se olvida fácilmente. Y máxime cuando hay una tendencia constante de tener una crisis de deuda cada 10 años aproximadamente.

De sobra son conocidos los problemas recurrentes de Argentina respecto a su deuda externa y las frecuentes crisis de balance de pagos que genera. Que, por general, acaba en default (con o sin festejo del Congreso Nacional) o en reestructuración con quita de capital e intereses, como hizo Néstor Kirchner en 2005.
 
Ante la grave situación de la deuda externa argentina, últimamente los dirigentes peronistas del Frente de Todos (Alberto y Cristina Fernández) han descubierto la “salida uruguaya de 2003” y han comenzado a explorar una renegociación voluntaria sin quitas de capital ni de intereses. Aparte de que nos halaga que hayan reparado en nuestra forma de salir de la crisis de 2002, las diferencias son notorias.

La relación entre los argentinos y la deuda es muy curiosa: la desean (y la toman) para postergar el inevitable ajuste de las cuentas públicas, pero la odian (y la repelen) cuando se presenta el momento de su pago y los mercados se secan. Así es también la relación de Argentina con el FMI.

Por eso es interesante que el eventual próximo presidente Alberto Fernández busque una forma de reperfilar los vencimientos de la deuda externa sin quitas y sin festejos.

Pero en Argentina, la realidad supera a la ficción. Y ahora nos encontramos con que el candidato presidencial del partido Consenso Federal, Roberto Lavagna (exministro de Economía de Duhalde y de Kirchner) haya propuesto a representantes del Banco Mundial (BM) que analicen la posibilidad de que los préstamos que realicen para obra pública “sean en pesos”.

Lavagna tiene 77 años, pero no hay noticias de que haya perdido la lucidez o sufrido un ACV. Incluso estuvo y está enfrentado con la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Es decir, representa un peronismo moderado.

Al salir del encuentro con el BM, Lavagna declaró: “Les planteamos uno de los problemas que tenemos en Argentina que son los préstamos en dólares que nos financian para inversiones público privadas. Necesariamente, desde nuestro punto de vista, esos créditos deberían ser en pesos, para no volver a caer en una deuda en dólares con un país que gana en pesos. Les hicimos una advertencia sobre ese tipo de préstamos en dólares que puedan llegar a realizar. En el momento en que se ofrecen son atractivos, pero después se puede terminar en una crisis”.

Tiene razón Lavagna al señalar que en el momento que se ofrecen, los préstamos “son atractivos” pero luego se puede terminar en una crisis. Pero ¿tiene Lavagna una idea de lo que implica que el BM o cualquier prestamista internacional lo haga en la moneda del deudor, siendo que este deudor tiene uno de los mayores récords de inflación mundial durante más de 50 años.

Un país que no puede mantener constante el valor de su moneda espera que los acreedores acepten espejitos de colores. Porque, salvo a una tasa de interés extremadamente alta, ¿quién va a prestar al gobierno argentino –sea cual sea este, si de Macri, Alberto Fernández o Lavagna– en una moneda que se envilece con enorme rapidez. Con la misma rapidez con que el gobierno acude a la máquina de imprimir dinero.

Eso es lo que quiere Lavagna: recibir deuda en moneda local (que los propios argentinos desechan para adquirir dólares) que se pueda imprimir a voluntad y por tanto pagar sin problemas.

Es una propuesta de una ingenuidad tal, por parte de un candidato “serio”, que uno comprende que el futuro de Argentina sea muy oscuro pese a todos los recursos naturales con que está dotado. Ya no es un problema de recursos sino de comportamiento cultural: me quiero endeudar en una moneda cuya cantidad yo pueda controlar, de modo que le pase la pérdida de valor adquisitivo al prestamista.

Ante una propuesta tal, casi es preferible proponer un default y festejarlo. Es la quintaesencia de la tentación voluntarista: poder administrar los recursos del Estado sin ninguna restricción.

Pero es algo de lo que nosotros, que hemos sido prudentes en el pasado, no estamos exentos. Baste recordar la promesa del oficialismo uruguayo de rebajar el déficit fiscal con “el crecimiento de la economía en los próximos cinco años”. Lo que uno se pregunta es: ¿por qué no se evitó la suba del déficit al 5% con el crecimiento de los últimos cinco años? Por favor, no caigamos en la tentación voluntarista que vemos en la vecina orilla.

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