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Las idas, las vueltas y las medias tintas de Uruguay con Venezuela

Las declaraciones del canciller han oscilado entre críticas al deterioro de la democracia y el rechazo a una política confrontativa con Maduro
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08 de enero de 2019 a las 19:10

Cada vez que un nuevo suceso vuelve a poner a Venezuela en boca de todos, en el Palacio Santos prima el silencio y la cautela. Cuando del gobierno de Maduro se trata, la cancillería uruguaya elige cuidadosamente cada palabra, como si solo una fuera de lugar o tono bastara para dinamitar el frágil equilibrio en que reposan las relaciones con el país caribeño.

El canciller Rodolfo Nin Novoa lució distendido este martes ante las preguntas y repreguntas de los periodistas que lo indagaban por la presencia de un delegado uruguayo en el acto de asunción de un nuevo período de gobierno de Nicolás Maduro, este jueves 10 de enero. Ante las cámaras y micrófonos, el ministro confirmó que –tal como informara El Observador este lunes– Uruguay estará representado por el encargado de negocios de la embajada, José Luis Remedi, y defendió la decisión de Cancillería, que va en dirección opuesta a la mayoría de los gobiernos de la región, que desconocen la legitimidad de la asunción.

Como justificación, el canciller sostuvo que Uruguay "reconoce estados y no gobiernos". "Los que reconocen gobiernos son los politólogos, que son los que definen e identifican qué es o qué no es. El Estado de Venezuela es un estado con el que tenemos relaciones y nos parece que una política de confrontación y aislamiento no es la más beneficiosa”, afirmó el canciller.

Las críticas a la política de distanciamiento y confrontación –encarnada en los últimos meses por el Grupo de Lima– ha sido una constante en la estrategia de Uruguay desde que asumió el tercer gobierno del Frente Amplio, que si bien enfrió el romance que existía con Venezuela bajo el gobierno de José Mujica y criticó el deterioro del orden democrático en ese país, nunca terminó de romper las relaciones con el régimen de Maduro y se consolidó como un oasis para el chavismo en una región que le volvió la espalda definitivamente.

Entre el "diálogo" y la "guerra"

El 2017 fue el año de la “ruptura democrática” en Venezuela. Luego de que –primero– el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) avasallara al Parlamento (una medida que se echó para atrás luego de la presión internacional) y que –más tarde– la Asamblea Constituyente asumiera las potestades de la Asamblea Nacional (de mayoría opositora), varios países del continente no dudaron en hablar de “golpe de Estado” y de “dictadura”, dos términos que Uruguay nunca ha asociado a Venezuela, aunque sí sugerido en términos menos

A lo largo de ese año, Uruguay suscribió diversas resoluciones y comunicados de organismos que reprocharon el camino que fue tomando el gobierno venezolano, aunque siempre buscó matizar las posturas más confrontativas.

Junto a países de la Unasur, condenó en marzo la decisión del TSJ y pidió que se reestableciera el orden democrático. Junto a los países miembro del Mercosur alertó en abril sobre la “ruptura democrática” y reclamó la liberación de “presos políticos”. En julio, la cancillería uruguaya le puso paños fríos a las intenciones de los demás países del bloque de “condenar” al gobierno de Maduro y, en cambio, se le exhortó a retomar el camino del diálogo.

La postura de Uruguay en ese entonces fue motivo de críticas por parte de la oposición, y Nin Novoa se encargó de defender la actuación. “¿Qué es lo que pretenden, que le declaremos la guerra a Venezuela? ¿Que hagamos una intervención?”, preguntó el canciller.

En agosto el péndulo osciló hacia el otro lado. Ya con una Constituyente que había asumido las potestades del Poder Legislativo, Uruguay apoyó la suspensión a Venezuela del Mercosur por tiempo indefinido, una decisión que fue recibida con críticas en algunos sectores del Frente Amplio. Esta vez, el ministro tuvo que defenderse de las críticas por izquierda y afirmó que la resolución era “coherente” con la línea asumida por el gobierno.

“Nadie de izquierda puede sentirse representado”

En febrero de 2018, la suscripción de Uruguay a una declaración de la OEA en la que se exhortaba a Venezuela a posponer sus elecciones –sumada a unas picantes declaraciones de Nin Novoa sobre la situación política del país caribeño– volvieron a generar rispideces en filas frenteamplistas, y algunos sectores advirtieron con recelo un “cambio de actitud” por parte del gobierno uruguayo.

El 23 de febrero, Uruguay respaldó una declaración del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos en la que llamó al gobierno de Maduro a “reconsiderar” el calendario electoral”. Luego de que algunos dirigentes del Frente Amplio, como la senadora de Casa Grande Constanza Moreira, criticaran públicamente esa resolución, Nin Novoa emitió uno de sus juicios más fuertes contra el régimen venezolano. “¿Uruguay iría a unas elecciones con dirigentes políticos presos y un Poder Judicial que responde al Poder Ejecutivo? ¿Iría a unas elecciones con partido proscriptos? Yo creo que no y lo que no queremos para nosotros no lo queremos para otros tampoco", afirmó el canciller, y agregó que “nadie progresista o de izquierda puede sentirse representado por gobernantes que toman determinadas decisiones”.

“Es una elección de partido único que nos preocupa”, remarcó en ese momento, y agregó que varios documentos de la OEA como la Carta Democrática Interamericana estaban “en entredicho en Venezuela”. A raíz de esas declaraciones, Nin Novoa fue duramente cuestionado por varios grupos del Frente Amplio y tuvo una fugaz comparecencia ante el Secretariado Ejecutivo de la coalición, en la que defendió la postura adoptada por cancillería.

Con una Venezuela cada vez más aislada en el concierto internacional y con una presión creciente en la región –el Grupo de Lima, producto del cambio de signo político en muchos países del continente, se paró sin medias tintas contra Maduro y su gobierno–, la ambigua postura de Uruguay lo dejó en una posición incómoda y casi solitaria.

En mayo, mientras buena parte la comunidad internacional desconocía las elecciones que volvieron a dar como ganador a Nicolás Maduro –la mayor parte de la oposición se abstuvo de participar–, Uruguay se mantuvo en un prolongado silencio que solo se cortó con un escueto comunicado en el que se llamaba al “diálogo nacional” pero no se hacía mención a la legitimidad de los comicios.

Un mes más tarde, Nin Novoa evitó participar de una reunión en la OEA que contó con la presencia de varios cancilleres y que tenía a Venezuela como tema principal. En cambio, Uruguay envió al director de Asuntos Políticos de la Cancillería, Raúl Pollak, que reiteró el llamado al “diálogo inclusivo” y abogó por el respeto de las “libertades fundamentales”.

Cuando Maduro asuma este jueves un nuevo mandato al frente de una Venezuela dividida, allí estará un representante uruguayo de rango medio. La presencia del canciller podría ser visto como un gesto de apoyo a su gobierno. La ausencia de delegados podría ser visto como un distanciamiento definitivo. El comienzo del 2019 tiene a Uruguay otra vez enviando señales dispares y buscando siempre el equilibrio.

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