Nunca hubo amor entre el presidente Mauricio Macri y los empresarios argentinos, pero durante tres años lo disimularon. El mandatario les recordaba, en cada encuentro, la necesidad de aumentar la tasa de inversión, ante lo cual los empresarios aplaudían y luego fortalecían sus políticas de achique, sin dar crédito a las promesas de que los “brotes verdes” de la economía finalmente florecerían.
Ahora, en cambio, en medio de una aguda recesión –los peores pronósticos ya apuntan a una caída del PBI cercana al 4%– y con la campaña electoral en marcha, los enojos ya no se ocultan y los pases de factura están a la orden del día.
Todos los días los funcionarios reciben reclamos por la falta de crédito que ocasiona la política de apretón monetario del Banco Central, y las quejas ya no se limitan a los tradicionales pedidos de protección de los industriales sino que también alcanzan al sector agropecuario y hasta a los bancos.
Macri y sus ministros responden con enojo, y se empiezan a escuchar frases tales como: “Hay que dejar de llorarla y seguir remando”, dicha por el presidente en un acto oficial. Es en medio de ese clima de frustración por las malas noticias de la economía y de reproches cruzados que surgió una novedad: ahora los empresarios tienen un candidato presidencial. Y no es Macri.
Es algo que ha sorprendido, porque hasta ahora, pese a las críticas, toda la clase empresarial anteponía su rechazo al kirchnerismo por encima de cualquier desilusión respecto del macrismo. Y con esa filosofía, se aceptaba al gobierno de la coalición Cambiemos como la opción del mal menor.
Pero eso también cambió, porque cada vez son más evidentes las señales en el sentido de que los empresarios argentinos verían con agrado un gobierno de Roberto Lavagna, el exministro de economía de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Su antecedente es haber conducido la recuperación económica tras el colapso del 2001.
Lavagna todavía no oficializó su candidatura pero ya se comporta como un candidato en campaña, habla todos los días en los medios para dar su diagnóstico sobre la economía y lanza convocatorias a formar una tercera vía que supere la antinomia entre kirchnerismo y macrismo.
Las encuestas todavía no marcan un número alto para su postulación, pero cuando se suma la intención de voto entre todos los peronistas del sector “no K”, entonces ese espacio se transforma en una fuerza capaz de llegar al balotaje. Los números que entusiasman a Lavagna son los que indican que él es el candidato con menor nivel de rechazo, lo que implica que, a diferencia de otros que tienen “techo bajo”, él puede crecer en nivel de adhesiones. Y, sobre todo, el dato que mira con lupa es que un espacio del electorado en torno del 40% manifiesta que quiere un cambio político pero se resiste a votar al kirchnerismo. Es ahí donde ve la chance real de una tercera vía que quiere liderar.
Todavía no logró convencer a los demás precandidatos peronistas de que se bajen de sus postulaciones y lo proclamen a él como candidato, en un “operativo clamor”. Pero, en cambio, las adhesiones a nivel mediático y con los empresarios son cada día más evidentes.
Fue muy comentada una frase del economista Miguel Broda, uno de los más influyentes en la City, quien en un almuerzo con rotarios dijo que casi todos sus clientes de las grandes empresas quieren a Lavagna.
Ese comentario fue inmediatamente título de los medios, aunque en realidad apenas estaba oficializando algo que se hablaba en tono bajo. Era evidente el enojo de grandes grupos económicos, como Techint, la mayor multinacional argentina, que está enfrentada al gobierno por alterar el esquema de pago de subsidios para la actividad petrolera en el yacimiento Vaca Muerta.
El grupo dirigido por Paolo Rocca –el argentino mejor posicionado en los rankings de millonarios globales– entró en una batalla judicial con el gobierno, al que acusa de haber cambiado las reglas de juego y de estar contradiciendo en los hechos su compromiso de favorecer la inversión.
Ya hacía semanas que sectores industriales golpeados, como las ramas textil y automotriz, venían reclamando medidas de protección para frenar la ola de suspensiones de personal. Y hasta se evidenció un cambio a nivel del tratamiento mediático –ahora menos benigno– hacia el gobierno, lo cual dio lugar a la especulación sobre que el grupo Clarín también estaba revisando sus preferencias.
Todo esto dio lugar a que se volviera a hablar sobre el “círculo rojo”.
Fue Macri quien recurrió por primera vez a esa expresión –tomada de una vieja película policial– para definir a un grupo de empresarios que se reúne para conspirar y promover en las sombras cambios políticos. En aquel momento, Macri todavía era jefe de gobierno de la Ciudad y denunció que estaba en marcha un plan empresario para terminar anticipadamente el mandato de la entonces presidente Cristina Kirchner.
El hecho de que él mismo hubiera surgido de ese ámbito corporativo, como hijo del patriarca industrial Franco Macri, le daba mayor credibilidad a su denuncia. Y a partir de ahí, la expresión “círculo rojo” quedó instalada como la forma genérica de denominar a la clase empresaria con ansias de erigirse como un poder real y permanente, capaz de imponerle condiciones al poder político de turno.
Ahora, las versiones apuntan a un enfrentamiento del “círculo rojo” con Macri. Se menciona que hay enojo por cómo el gobierno fomentó la causa judicial de “los cuadernos de las coimas”, en la cual muchos empresarios de primer nivel terminaron involucrados, incluyendo a miembros de la familia del presidente, como su primo Angelo Calcaterra, del sector de la construcción.
Y hasta en el propio grupo Socma, fundado por el reciente fallecido Franco Macri, hay enojo por el hecho de que el presidente haya admitido en televisión que su padre incurría en delitos al dejarse extorsionar para ganar licitaciones de obras públicas.
En ese clima, una de las mayores sorpresas fue que hasta el último bastión macrista empezó a dar señales de simpatía por Lavagna. Se trata de los grandes fondos de inversión con base en Wall Street, que siempre habían considerado a Macri como la única garantía de que Argentina honraría sus deudas y mantendría una agenda económica racional.
Pero hasta eso está cambiando. Un reciente informe de Moody’s, la agencia calificadora de riesgo crediticio, relativiza que Macri tenga el monopolio de la confianza de los inversores.
“Si gana alguien que no es el gobierno actual pero que mantiene lo básico es un evento positivo”, dijo en una entrevista Gabriel Torres, uno de los máximos ejecutivos de la agencia. Y remarcó que, para el mercado financiero, no sería negativo un cambio de gobierno siempre que el entrante garantizara la independencia del Banco Central y el respeto al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
“Eso reflejaría que la transición sin mayores cambios es posible y sería una buena señal para la calificación de la Argentina”, agregó el ejecutivo de Moody’s.
En otras palabras, que si Lavagna resultara electo, eso no tendría un impacto sobre el acceso de Argentina al mercado global de crédito ni en el nivel de riesgo país.
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá