Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, y reconocido como presidente legítimo de ese país por cerca de 60 países, pidió a los venezolanos a principios de enero una “segunda oportunidad”, tras admitir que no haber logrado la transición “no era un triunfo”.
Cuarenta días más tarde, luego de una exitosa gira internacional, quizás sin precedentes para un mandatario latinoamericano en cuanto a los centros de poder donde fue recibido, esa “segunda oportunidad” empieza a descontar horas.
“Simbólicamente, es un viaje importante. Le da una estatura y una solemnidad que no había tenido en períodos previos”, apunta Guillermo Tell Aveledo, doctor en Ciencias Políticas, investigador y profesor de la Universidad Metropolitana de Caracas.
Alcanzado el climax con ese aplauso conjunto de republicanos y demócratas en el crispado Congreso estadounidense, Guaidó logró también el respaldo del amplio, y a la vez espinoso, espectro opositor venezolano. La pregunta es ¿por cuánto tiempo?
Desde el dos veces candidato presidencial Henrique Capriles; pasando por Leopoldo López, asilado en la embajada de España desde abril de 2019 y dirigente fundamental de Voluntad Popular, el partido en el que milita Guaidó; hasta María Corina Machado, coordinadora del movimiento Vente Venezuela, siempre puntillosa en torno a la acción opositora, hay un claro reconocimiento del impacto de la gira para la “causa democrática venezolana”.
Machado, sin embargo, se permitió su particular lectura del mensaje de Donald Trump en la presentación de su discurso sobre el estado de la nación, al destacar en twitter que el mandatario “ratificó que un régimen criminal se derrota con fuerza”. ¿Qué tipo de fuerza? ¿Militar?
Pdte @realDonaldTrump ratificó que un régimen criminal se derrota con fuerza.
— María Corina Machado (@MariaCorinaYA) February 5, 2020
Respalda la ruta del 233 y reafirma su reconocimiento al Pdte(E) @jguaido.
La línea sensata se impone: cese de usurpación por la fuerza, y cero engaños y trampas electoreras.
Tell Aveledo entiende que los apoyos consolidados por Guaidó –“que no son poca cosa”– le servirían internamente para “reclamar un liderazgo menos colegiado, para reclamar una credibilidad personal que estaba mellada”.
Y, en esa perspectiva, advierte que las disidencias –“radicales o moderadas” – están en aprietos. “Hay ya unos sectores que están dando una narrativa a la gira (…) aunque lo más probable sea que la narrativa dominante la imponga Guaidó”.
El periodista y politólogo venezolano Francisco Toro en un artículo publicado en The Washington Post el miércoles de esta semana sostuvo que la gira de Guaidó fue diseñada, “en buena parte”, para aumentar el costo para el régimen de Maduro en el caso de que decidiera encarcelar a Guaidó y, a la vez, con una crudeza que puede sorprender, precisó que el régimen probablemente no lo vea como una amenaza tan fuerte como para meterlo preso.
El ímpetu inicial de Guaidó y la oposición en enero de 2019, al proclamarse presidente interino de Venezuela en uso de prerrogativas constitucionales ante la “usurpación” denunciada de Maduro, fue declinando con el paso de los meses y, en la misma medida, el denostado gobierno de Maduro lució aliviado y en aparente control de la aguda y persistente crisis política.
Tell Aveledo llama la atención acerca de la euforia derivada de los símbolos de la gira “que recuerda otros momentos” y destaca que el poder más que percepciones, “son acciones”.
Efectos concretos que Guaidó se verá obligado a encarar a su regreso a Caracas como, adelanta Tell Aveledo, “una mayor organización interna de la oposición y una vigorización de la movilización”. Despejando, además, “el peligroso espejismo” de la multitud de exiliados y emigrantes que lo acompañaron en sus convocatorias en el exterior.
Un duro escenario local en el que Toro consigna la “resignación de la gente” junto al éxodo aminorado pero no desaparecido y el símbolo “poderoso” de Guaidó como esperanza. Y enfrente, recuerda Tell Aveledo, “un adversario carente de cualquier decoro democrático, esencialmente autoritario, y que ha decidido que no habrá alternabilidad democrática más nunca”.
La falta de realismo de la oposición en momentos puntuales la ha llevado a precipitarse y a olvidar sus fortalezas esenciales que Tell Aveledo sintetiza: arraigo popular como alternativa de gobierno basado en un programa político-social moderado, legitimidad electoral y apoyo de las democracias.
Esas fortalezas han sido, insiste, la única ruta del crecimiento y supervivencia. Y remata con una pregunta: “¿Serán suficientes para una victoria?”
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