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Los cuatro meses de Talvi en Cancillería: entre el Greg Mortimer y las diferencias con Lacalle Pou

La presentación de la diplomacia económica y la confirmación de Francisco Bustillo como su sucesor aceleraron la salida
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02 de julio de 2020 a las 05:01

Al asumir como canciller, Ernesto Talvi sabía que no iba a permanecer en el cargo durante todo el mandato de Luis Lacalle Pou. Con una nueva postulación presidencial en el horizonte, el ministro de Relaciones Exteriores planeaba desempeñarse como jefe de la diplomacia hasta que la campaña electoral lo obligara a dejar el cargo. 

Lo que no imaginó fue que su salida del gabinete se iba a producir mucho antes. Talvi presentó su renuncia el mismo día en que cumplía cuatro meses en el cargo y en el medio de una cumbre del Mercosur en la que Uruguay asumirá este jueves la presidencia pro tempore del bloque.

Si bien estaba acordado, el relevo se precipitó tras su presentación este martes del proyecto de reforma de la diplomacia comercial cuyo contenido era desconocido en la Torre Ejecutiva, y la confirmación extraoficial de que el embajador Francisco Bustillo sería su sucesor.

Talvi divulgó este miércoles su carta de renuncia, donde afirmó que su objetivo era continuar hasta fin de año pero entendía que los tiempos del gabinete los marca el presidente.

Las últimas encuestas de opinión pública señalan que el canciller deja el cargo siendo uno de los jerarcas con mayor aprobación de la ciudadanía, en gran parte debido a la gestión humanitaria que realizó durante la pandemia, ya sea para traer a uruguayos varados y al hacer descender a los pasajeros del crucero Greg Mortimer fondeado en aguas uruguayas con gran parte de las personas a bordo infectadas. La sucesión de hechos políticos marcaron, también, una seguidilla de cruces con el presidente, otros frentes abiertos en la interna diplomática, y un cruce del líder de Ciudadanos con la cúpula de Batllistas, la otra ala del Partido Colorado liderada por Julio María Sanguinetti. 

El primer y el último discurso

Su gestión en el Poder Ejecutivo fue circular: comenzó y terminó hablando sobre el Mercosur. El 2 de marzo, en su discurso de asunción, señaló que uno de los objetivos de su gestión era "modernizar el Mercosur hacia adentro, con regionalismo abierto y diplomacia económica y comercial moderna". Añadió que la política exterior de la cancillería no estaría basada "nunca en relaciones ideológicas puntuales", que buscaría profesionalizar la gestión y que defendería un orden internacional basado en “reglas, instituciones, procedimientos y formalidades; no del poder del más fuerte".

Su última actuación como canciller fue breve. Duró unos ocho minutos y por videoconferencia ante sus pares de la región expresó su confianza en el avance del acuerdo comercial con la Unión Europea (UE), y reclamó a Argentina y Brasil el viejo anhelo uruguayo de habilitar la negociación de los socios a distintas velocidades con terceros países.

Así como sorprendió este miércoles al dejar el cargo, también lo había hecho el martes 9 de junio, cuando le manifestó a Luis Lacalle Pou que quería “cambiar de rol” para pasar a estar en ámbitos más políticos porque sentía la necesidad de tener un mayor protagonismo, y poder opinar acerca de la coyuntura política al haber advertido que el trabajo en la Cancillería le insumía tanto tiempo que le era imposible conducir políticamente al partido y al sector Ciudadanos que lidera. 

Particularmente entendía que por la situación económica y de crisis social en la que queda el país pospandemia es “más útil” en otro rol, sin el corset de ser la única persona que puede hablar por el presidente en el exterior.

El rol humanitario

Pero más allá de la presentación de la diplomacia económica de este martes, que además nació muerta ya que no estará en los planes del nuevo canciller, las energías de sus cuatro meses de gestión estuvieron destinadas prácticamente a la realización de tareas humanitarias y concreción de repatriaciones, una tarea en la que tampoco se sintió lo suficientemente respaldado por la coalición de gobierno, aunque le fue reconocida por la ciudadanía y países de todo el mundo. 

Dijo a su entorno que el apoyo había sido insuficiente, y que había tomado la iniciativa de hacer descender a los pasajeros del Greg Mortimer pese a la desconfianza del ministro de Defensa Nacional, Javier García, y el de Salud Pública, Daniel Salinas, y les dio a entender que “si era por el gobierno, no salía”. 

Esas acciones humanitarias llevadas adelante en la emergencia sanitaria lo enorgullecen hasta las lágrimas, como se ha visto más de una vez.

Los roces con el presidente y el veto a Julio Luis Sanguinetti

En el período dio pelea para que su mirada sobre la política prevaleciera en las designaciones de su ministerio y del personal del servicio exterior. Logró promover a embajadores de carrera para los principales destinos de Europa pero chocó con Lacalle Pou en los nombramientos en Argentina y Estados Unidos. Para el país vecino, le planteó el nombre de Sergio Abreu, pero el presidente optó por Carlos Enciso. En Estados Unidos hizo gestiones para que fuera un diplomático pero el mandatario se decantó por Andrés Durán, un abogado con trayectoria en el sector financiero que es amigo y de extrema confianza del mandatario.

Talvi tuvo también roces con Lacalle Pou por su posicionamiento sobre Venezuela y otro cruce sobre el candidato apoyado por el gobierno para presidir el Banco Interamericano de Desarrollo.

En una entrevista con El Observador publicada el 6 de junio, el canciller dijo que desde ese rol no iba a calificar a Venezuela como una dictadura, algo que sí había hecho durante la campaña electoral. Más allá que considera y afirma que en Venezuela no hay una democracia, asegura que desde el lugar de diplomático no puede denominarla como dictadura.

El tema Venezuela constituye un asunto de primer orden de la política regional para Lacalle Pou. Tras esas declaraciones de Talvi, el presidente comunicó a su círculo de confianza que él si estaba dispuesto a hacerlo. Ese mismo lunes 8, el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, ratificó la posición de la cúpula del Poder Ejecutivo. "Cuando no hay respeto por derechos humanos y no hay democracia, obviamente es una dictadura", señalo en una conferencia de prensa. El mandatario, en tanto, se refirió por primera vez al régimen chavista la semana pasada durante una video conferencia en la que ratificó su negativa a invitar a Nicolás Maduro a la ceremonia de asunción del 1° de marzo. Lacalle Pou argumentó que una de las bases de su discurso ese día sería la libertad y que no podría pronunciarse en esa línea si fueran invitados "dictadores".

Otro de los cruces ocurridos en junio se desencadenó con el apoyo del gobierno a la candidatura del estadounidense Mauricio Claver-Carone para la presidencia del BID. Según informó el semanario Búsqueda, el canciller que por esos días ya había anunciado que dejaría el gabinete antes de fin de año, señaló que consideraba un "error" acompañar al postulante propuesto por Estados Unidos en el entendido que la tradición es designar a un latinoamericano al frente.

Pero además de los cruces con el Poder Ejecutivo, Talvi también tuvo choques internos en el Partido Colorado tras anunciar en conferencia de prensa el 6 de marzo que no firmaría la designación de Julio Luis Sanguinetti como delegado uruguayo ante la Comisión Administradora del Río de la Plata.

Después de esa conferencia de Talvi, Julio Luis Sanguinetti, jefe de campaña de Batllistas en 2019 e hijo del expresidente Julio María Sanguinetti, le envió una serie de mensajes de WhatsApp en los que le expresó que lo vetaba por ser “hijo de” sin tomar en cuenta su currículum vitae, según informó Búsqueda.  “Política menor de un acomplejado”, escribió y cerró deseándole “lo mejor”. Finalmente, Julio Luis Sanguinetti asumió como vicepresidente de UTE.

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