Los discos destacados del año que pasó

El debut de los productores Pan y Dubchizza se benefició de un impecable gusto y olfato por las tendencias a la hora de realizar las bases musicales y la destreza de sus MCs invitados. Pocos discos locales sonaron tan bien y fueron tan pegadizos como este.

Dueño de atmósferas electrónicas pero de sangre orgánica, melodías que se desintegran en un susurro, momentos instrumentales y psicodelia hipnótica, el tercer trabajo de Mux es de los discos del año con más matices y rincones sonoros para explorar.

El hip hop de Eli Almic es elegante y popero, con tintes de soul y una pluma afilada a la hora de mirar y reflejar la realidad. Acompañada por los impecables beats de DJ RC, en su primer disco (ya tenía un EP), Almic presentó trabajo redondo y profundo, y se consolidó como una voz que faltaba en el hip hop local.

Este proyecto de 10 EPs revisionó la historia musical uruguaya –desde el folclore hasta lo más actual– y es tan hilarante como efectivo. Cada canción está transformada a la manera supersónica: surf rock con desviaciones al country. Con estas grabaciones, Tito Lagos se lució como arreglador e intérprete.

Oro se compone de olas densas de un blues de riffs poderosos, una batería habilidosa y bajos que enredan en un trance. Que así sea muestra a un trío que ya tiene 10 años arriba del escenario y mantienen intacta una frescura y un dominio que los hace uno de los mejores actos en vivo.

El dúo que evolucionó en quinteto ya es uno de los proyectos independientes más confiables: cada disco que edita se destaca. En su sexto trabajo se alejan –aunque no del todo– del brillo popero de su anterior álbum y presentan canciones más íntimas, aunque con el filo de siempre.

La carrera de Luciano Supervielle se encontró en el cruce entre el hip hop y la música clásica. En su tercer disco hizo sus influencias más evidentes, creando piezas basadas en piano conducidas por el sutil latido del beat.

Con más de 20 años juntos, La Foca ofreció uno de los mejores trabajos del indie pop local. Tomando el nombre de una esquina de La Paloma, Ceres y Venus contiene canciones que equivalen a un día nublado en la playa. Es una belleza pop que no disipa lo melancólico.

La delicada voz de Estela Magnone conduce su cuarto disco, el primero con canciones originales de la cantautora y que evocan historias dedicadas a su familia. Magnone encontró un sonido actual y personal, entretejiendo el folclore y el canto popular con bases electrónicas.

Fabián "Fata" Delgado se propuso cruzar su natural habilidad para el estribillo pegadizo con una producción de primer nivel y un sonido apto para los oídos de Latinoamérica. Y lo logró. Entre la plena y la "salsa pop" puede hacer bailar el verano.

Ocean se hizo esperar cuatro años para lanzar el sucesor de su excelente Channel Orange, pero la espera rindió sus frutos. Blonde es un álbum de R&B experimental, que se debate entre memorias de la infancia, la sexualidad, la fama y las incertidumbres sobre el futuro.

A Bowie le quedaba poco tiempo, por eso creó un disco que oficiara como despedida. El resultado terminó siendo una obra de arte que demostró que su talento era infinito. Acompañado de una banda de jazz, creó desgarradoras e innovadoras canciones que ahora y para siempre llevarán el peso de su pérdida.

Con un disco conceptual, Solange logró capturar la experiencia de una mujer afrodescendiente, miembro de una sociedad cuyo racismo va en aumento. Esta música es para ellos, afirma, pero Solange creó un disco –sonoramente rico y emotivo líricamente– que hace eco en la sensibilidad de todos.

El cuarto disco de Mitski, como dice su nombre, imagina el camino hacia la adultez como una segunda pubertad, repleta de ansiedad, depresión, amores no correspondidos y la elusiva felicidad, todo eso en canciones crudas que representan lo mejor del indie rock actual.

El joven rapero se consolidó no solo como una de las figuras más entrañables del hip hop, sino también como una de las promesas más brillantes. Su tercer álbum (o mixtape) mezcla rap con gospel y llenó de optimismo un oscuro año.

El caso de Rihanna fue siempre el de "excelentes singles, discos flojos". Eso cambió con su octavo trabajo, el más arriesgado, oscuro, experimental y vocalmente demandante de la cantante. Otrora estrella manufacturada, Rihanna busca su lugar como artista.

Con su segundo disco, este músico y productor se transformó en una de las revelaciones del año, proponiendo canciones que habitan en la intersección entre R&B, funk y hip hop, con grooves infecciosos, un flow similar al de Kendrick Lamar y una excelente voz narrativa.

A esta altura de su carrera se puede confiar de que Radiohead va a editar un disco sofisticado y agudo. Lo que Thom Yorke y compañía ofrecieron fue además una excelente y tensa mirada hacia la situación política, y una elegante canalización de rupturas amorosas.

Este es un disco que mira a la cara de lo peor de la era contemporánea y lo devuelve con crudeza y belleza. La guerra, la destrucción de los recursos naturales y la desidia de los líderes mundiales. Anohni no tiene esperanza, pero lucha de igual manera través de sus canciones.