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Los hermanos Blanco entre las ruinas del recuerdo

Con una arqueología propia, Sergio Blanco hila hermandad y pasado en el Teatro Solís
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01 de febrero de 2016 a las 05:00
La palabra sola, sin requerir imágenes ni asociaciones, rechina. Crispa. "Incesto". En la boca del dramaturgo y director teatral Sergio Blanco, sin embargo, el tabú se diluye, pierde la gravedad milenaria que le ha impreso la historia y la mitología.

"¿Cuándo se empieza a cometer un incesto?", se pregunta el autor, una inquietud que logró plasmar en su obra Ostia, que se retornará a los escenarios hoy y el 8 de febrero en el Teatro Solís.

"Lo incestuoso no solo pasa por el deseo sexual entre los hermanos, sino también por el deseo de estar con esa persona, de compartir con ella, de proyectar un futuro con ella. Lo que propone Ostia es que de alguna manera en todo territorio de hermandad cometemos un incesto", agrega Blanco a El Observador.

Con la enrevesada palabra en el centro de la obra, el autor se volvió al vínculo con su propia hermana, la actriz Roxana Blanco, y definió la presencia de ambos sobre las tablas.

Aunque el género de la autoficción le ha permitido a Sergio convertirse en matriz para múltiples personajes, luego desdibujados con invenciones, el dramaturgo suele ser representado por otros actores. Para Ostia, no obstante, la necesidad creativa fue diferente. "Yo quería que mi cuerpo estuviera allí, en escena. Si bien ya había experimentado con Tebas Land (2012) encontrar una especie de alter ego, yo sentí que acá tenía que ampliar el juego de cajas chinas, y estar yo mismo en escena", señala, aplicando el concepto latino de recitatio, un lugar intermedio entre la lectura y la interpretación.

De Italia, con amor

El incesto y la hermandad de la que versan los hermanos Blanco no son los únicos temas que caracterizan a Ostia, sino que la reconstrucción del pasado, tanto conjunto como individual, se transforma en una de las claves. "Yo también quería hablar de la imposibilidad o la dificultad de reconstruir el pasado, de levantarlo. Parte de esa imposibilidad es que no tenemos la misma percepción del tiempo ni de lo vivido que las demás personas, y la obra juega con eso, con reconstruir una escena y que cada uno tenga un recuerdo distinto", afirma el dramaturgo.

El pasado no solo impone su presencia en la infancia de los hermanos, su adolescencia y las separaciones, sino que toma la forma de la ciudad italiana de Ostia, que le da nombre a la obra. "Es una ciudad que hoy en día son ruinas, pero que fue uno de los puertos más importantes de la antigüedad y que está atravesado por toda la historia de la humanidad. La fundación de Italia, el imperio romano, San Agustín, el período fascista de Mussolini y el asesinato del escritor y director Pier Paolo Passolini. Yo quería hablar de la misma forma en la que esas ruinas contienen todo ese pasado, que es tan complejo de reconstruir, como la infancia de uno", añade Sergio.

En esa labor arqueológica, Sergio puso en marcha los mecanismos de introspección y retrospección propios de la autoficción, logrando que la obra misma hablara de la creatividad, como también lo hacen La Ira de Narciso y Tebas Land, aunque en otros registros.

Ostia fue gestada con un tipo específico de interpretación en mente, que siempre debía incluir a Sergio y a Roxana sobre las tablas. "En un principio lo planteé como una 'instalación escénica orgánica', en la que lo interesante es que no sea una obra leída sino que sea mí cuerpo y el de Roxana", señala el dramaturgo, apuntando a un texto efímero y mortal. "Yo quería que fuese un texto que, el día que Roxana o yo muramos, él también muera. Que el texto, que es el único fósil que queda del teatro, también desapareciera con nosotros".

Sin embargo, con el éxito de la obra, distintos directores de Europa y América Latina comenzaron a solicitar su reproducción, y las limitantes incipientes se revisaron. Ahora, según Sergio, la obra se puede montar siempre que involucre a uno de ellos dos, y es en esa negociación que la autoficción parece cumplir su verdadero cometido.

"Ostia no es una autocontemplación de nuestra hermandad, sino que se intenta que nuestra historia contenga la historia de otros. No se limita a hablar del vínculo entre Roxana Blanco y Sergio Blanco, sino que reconstruye una época. El objetivo de la autoficción es partir de uno mismo, pero para tratar de encontrar a los demás".

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