Todas las carreras universitarias son ricas en anécdotas. Imagino que un estudiante de Medicina recordará sus primeros pasos en Facultad y el contacto con algunos restos de un cuerpo humano le hará pensar un poco. En cambio, cuando se estudia abogacía todo es diferente.
Antes se nos exigía conocer un poco de latín. No era para transformarnos en latinistas sino en personas que supieran algunos nombres técnicos. También se nos decía que conservásemos los libros en buen estado. A nosotros recién salidos del liceo, todo se nos hacía un mundo nuevo.
Teníamos latín y la, paloma que se posaba en el balcón del aula y nos distraía, poseía un nombre. Era una “colomba”.
El año pasó rápidamente y hasta comprendimos que habíamos salvado Latín cuando el buen profesor nos dijo sonriente: “gratias vobis ago, amici.”
El latín dejó de ser una pesadilla y las asignaturas del Liceo nos llevaron a estudiar seriamente.
Pero como sucede hoy con el inglés, todos pusimos lo mejor de nosotros. Fue un tiempo lleno de momentos lindos y compartidos.
Las clases de Latín tenían encanto. Divirtiéndonos o no, todo lo enseñado ha quedado en mí.
La diferencia de edad es muy grande. El 1 de marzo cumplí 81 años. No obsta para agradecerle la carga pública que ha asumido el nuevo Presidente de la República Oriental del Uruguay. Quizás recuerde sus primeros pasos en la Universidad.
Ahora cuando los italianos se admiran. dicen “mozzafiato”, es decir asombroso. Para mi colega, ahora presidente de la República Oriental del Uruguay, mi afecto y mi admiración.
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