"Raízen tuvo éxito en sus negocios de downstream en Brasil con alta productividad y competitividad diferenciada. La empresa vio una oportunidad de llevar este know-how a un mercado en crecimiento, con una economía en recuperación y por medio de una marca con gran prestigio local", explica Ometto.
Ometto no es un personaje más dentro del empresariado brasileño. Su historia tiene una marca distintiva, que corona al "Rey del Azúcar" –tal cual lo bautizaron los medios de su país– como el protagonista de un guión digno de telenovela. No es una metáfora antojadiza. Al contrario: la prensa brasileña e internacional recurrieron, con frecuencia, a la comparación, dada la pública afición que, desde joven, profesa por las dramáticas historias del prime time televisivo. "Me gustan mucho las telenovelas. Grabo los capítulos para verlos después del trabajo", comenta.
"Aprovecho muy bien mi tiempo con lo que más me gusta: mi familia, mi trabajo y mis actividades de esparcimiento", cuenta Ometto.
Fanático del deporte, jugó al fútbol en su juventud y, todavía, practica golf y tenis. Casado, con dos hijas –de 40 y 39 años– y nietos, la religión es otra faceta de su personalidad. "Soy un hombre de fe. Procuro, siempre, agradecer mis conquistas", confiesa.
En abril de 2008, Cosan dio el salto del tigre: compró, en US$ 826 millones, los activos de downstream de Esso en Brasil. Ometto lo celebró cenando con la cúpula de Exxon Mobil en el restaurante del Hotel Mandarine, de Londres. Unos días después, voló a Portugal. Peregrinó a Fátima, uno de los lugares elegidos por los católicos brasileños para cumplir con sus promesas, describió el diario Folha, de San Pablo, en un perfil que publicó en esos tiempos.
Ometto nació en Piracicaba, un municipio del interior de San Pablo, 138 kilómetros al norte de la capital estatal. Su casa estaba a 100 metros de Costa Pinto, la usina que pertenecía a su familia. Los Ometto –en rigor de verdad, su apellido materno– estuvieron en el negocio azucarero desde que sus bisabuelos emigraron de Italia, en 1887.
"Binho" –diminutivo de "Rubens"– estudió en un colegio de curas de su ciudad. "Fui un niño muy responsable desde temprano. Me gustaba aprender y tuve una gran ventaja: el placer en estudiar y en practicar actividades que estimularan mi concentración, lógica y racionalidad. Estos factores me dieron seguridad para buscar oportunidades que agregaron mucho en lo personal y en lo profesional", reseña.
Hoy, sobre su escritorio, tiene enmarcada una hoja con las 11 lecciones de Bill Gates. Su favorita: "Sea tan bueno como un nerd. Hay una alta probabilidad de que usted termine trabajando para alguno de ellos".
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En 1967 se mudó a San Pablo. Tenía 17 años. La ciudad inmensa, la más grande de Brasil, lo abrumó. Tampoco fue del todo acogedor el círculo familiar. Fanático de la sertaneja –un género de música popular surgido en el campo brasileño durante los años 20–, sus primos lo llamaban "Caipira". Es la palabra que se suele usar para referirse –por lo general, de forma peyorativa– a los habitantes del interior paulista. Una factura que, con el tiempo, se encargaría de cobrar.
"Siempre quise valerme por mí mismo. No depender de la familia para tener un trabajo", declaró en una entrevista. Estudiaba ingeniería en la Escuela Politécnica de la Universidad de San Pablo (USP) cuando ingresó a Unibanco, como asesor de la presidencia.
En noviembre de 1970, tuvo un encuentro que cambió su vida. Su futuro suegro, Guilherme Mellao, estaba vinculado con el presidente de Votorantim, José Ermírio de Moraes. Además de mejores amigos, cumplían años el mismo día. Durante un festejo conjunto, "Binho" conoció a Ermírio. "Es mi mayor influencia personal", define a quien sería su mentor. Ermírio –con quien, además, jugaba al tenis y compartía la pasión futbolística por el Santos– esperó a que Ometto se recibiera para emplearlo en Votorantim. Lo reclutó como director Financiero. Tenía 24 años.
Uno de sus tíos, Orlando, conducía los negocios de la familia. En 1980, sufrió un infarto y le pidió que se hiciera cargo durante la recuperación. El sobrino pródigo aceptó pero bajo una condición: un pacto de accionistas que le asegurara ciertos poderes. Él mismo lo redactó. "Hoy, estamos bien. Pero, un día, volverás. Y las cosas se pondrán feas", cuentan que fue la frase con la que lo convenció.
Las discrepancias con su tío –y el resto del clan– se resolvieron con un reparto de activos. Recibió dos usinas: Costa Ribeiro y Santa Bárbara. El origen de la sigla "Cosan". Corría 1986. Tenía 36 años y abrió una desgastante guerra legal. El armisticio se firmó en 1996. Ometto venció a primos, sus tres hermanos e, incluso, su propia madre, Isaltina.
Un total de 23 accionistas, a quienes combatió para unificar el disperso reino bajo su corona e imponer una sola ley: la del mérito. Hoy día, se jacta de ser el único descendiente de su abuelo que permanece en el holding. "Cuanto más profesionalizada la gestión de una compañía, mejor", predica, acerca de sus pruritos hacia las compañías familiares.
"Nunca hice un negocio pensando solo en lo que ganaría. Lógico que tiene que dar un retorno financiero. Pero lo que me mueve es el espíritu emprendedor. No siempre todo sale como se planeó. Pero, si uno se prepara, las cosas suceden, van complementándose. Siempre me gustó emprender. Hacer negocios", se define.
"Siempre creí en el sector de energía y etanol", explica, acerca de por qué decidió forjar el holding que hoy es Cosan. "Nuestro negocio cambió de nivel en 2008, cuando compramos los activos de Exxon Mobil en Brasil, y con la creación de Rumo (empresa de logística)", reseña.
"Hoy, la compañía cuenta con un portfolio más equilibrado, que no depende de las oscilaciones de los precios internacionales de las commodities y que tiene empresas líderes en sus respectivos mercados. La diversificación de Cosan posibilita generación de caja más confortable, además de reducir el riesgo de exposición de los ciclos de altibajos de las materias primas", señala.
"Riesgo Ometto" es el término que se acuñó en Brasil para referirse a su audacia. Si hiciera lo que el mercado espera, habría que poner a un analista en lugar, respondió él a esa observación acerca de sus sorpresivos movimientos. Por ejemplo, cuando blindó su control sobre Cosan, con una "profunda, inesperada y controvertida reestructuración accionaria", según la calificó la revista Época. Ometto controlaba el 51% de Cosan, que cotiza en San Pablo desde noviembre de 2005. En 2007, informó a los reguladores brasileños que había creado una nueva holding, Cosan Limited, domiciliada en Islas Bahamas y listada en Nueva York. Además, hizo una oferta de canje a los minoritarios. Cambiaban las reglas. Todas las acciones en el Bovespa valían un voto. Los nuevos títulos le daban a Ometto derechos políticos 10 veces superiores. Fue un escándalo.
Ometto diseñó un partnership con su top management. "Mi objetivo fue definir la continuidad para la empresa cuando yo no esté más en ella. En este modelo, Cosan Limited tiene como accionistas a algunos ejecutivos, que se convirtieron en mis socios y pasan a participar en decisiones fundamentales en el comando, como la elección del presidente", explica.
"Cosan está, siempre, atenta a oportunidades en los sectores de energía y logística", anticipa, incluso, cuando los nubarrones sobre la Argentina reaparecieron en las últimas semanas. Pero, para él, propenso a ir contra la marea, eso es combustible suficiente. Azúcar para su sangre. Oportunidad para saciar su apetito por el riesgo.
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