Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > Música

Los tres discos uruguayos que hay que escuchar en estos días

Nuevos sonidos para amar
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28 de octubre de 2018 a las 05:00

Un solista en paz con su música. Tres artistas que se enfrentan a un desafío nuevo. Una banda que descubre las canciones concebidas durante cinco años. En un año que estuvo prácticamente partido al medio a causa del Mundial de Rusia, la música uruguaya hizo girar sus engranajes esta segunda mitad del año y presentó una colección de discos que merecen ser escuchados con atención y de forma reiterada. 

Estos son apenas tres de esos discos –La espuma de las horas, de Martín Rivero; Cruzar la noche, de El Astillero y El problema de la forma, de Los Hermanos Láser– que se cuentan entre los lanzamientos más destacados de este 2018. Sus creadores hablan sobre ellos, las canciones que los integran, y cómo impactan en los caminos musicales que han recorrido hasta ahora.

El astillero - Cruzar la noche
Los frutos de una unión que cambió a sus integrantes

La unión de Garo Arakelian, Gonzalo Deniz (Franny Glass) y Diego Presa da sus primeros frutos nativos en su segundo disco, compuesto por canciones originales. Presa y Deniz relatan lo que implicó para ellos trabajar en conjunto.

¿Cómo fue pasar de versiones a composiciones originales?

Gonzalo Deniz: Fue una premisa que nosotros nos impusimos de cara a continuar con el proyecto. Nos parecía interesante el desafío de sentarnos a componer los tres cuando tenemos la costumbre de hacerlo en solitario. Fue una experiencia nueva para los tres, y fue muy difícil. Porque nos tomamos muy en serio el trabajo, y podíamos estar semanas discutiendo una palabra, o el arreglo de una guitarra en una determinada canción. Al mismo tiempo fue muy gratificante, creo que los tres aprendimos y nos vimos frente a desafíos nuevos, y aprender de la manera que el otro tiene de componer o las elecciones estéticas. Fue un torbellino de alegrías y tristezas.

¿Cómo trabajaron la dinámica de composición y de exponer ideas a los otros dos?

Diego Presa: A veces partimos de una letra, una idea, o de una proto canción que se fue transformando, la tomaba otro y la desarrollaba. O alguien presentaba una idea más terminaba y los otros dos la redondeaban. En las doce canciones hubo procesos diferentes, y eso enriqueció el aprendizaje. Lo que generó fue una gran confianza entre los tres, y una valoración muy profunda del trabajo y las capacidades de los otros dos. El terreno estaba dado para poder mostrar esa intimidad del primer esbozo creativo, que muchas veces es algo muy privado.

Los tres tienen proyectos solistas y de bandas. ¿Qué les aporta El Astillero a sus carreras?

GD: Una de las cosas que disfruto mucho de tocar en vivo con El Astillero es tener que estar una gran parte del concierto acompañando la canción de otro. Desde un principio nos obligó a los tres a adoptar una posición en el escenario y en la participación en las canciones diferente. Si bien sentimos que el repertorio nos pertenece a los tres, de alguna manera, no estás siempre al frente. Mismo al momento de la composición y el ensayo. También a nivel de público. Sentimos que hay un público específico de El Astillero y que va más allá de la suma de nuestros públicos. El proyecto tiene una vida propia, y este disco era el sello de eso.

La canción: Cruzar la noche
GD: Empezó con una letra de Diego sobre una melodía que hice yo. Pero no sabíamos cómo tocarla; Garo nos hizo llevarla a distintos lugares hasta que llegamos a esa cosa mínima de los pulsos de las tres guitarras que van armando la armonía. En un momento surgió la idea de que hubiera algo más y Garo sugirió lo de “que el amor me ponga a prueba”. Están las tres voces, y en esa canción estamos los tres con un porcentaje autoral; sin el aporte de cada uno sería otra canción. 

 

Hermanos Láser - El problema de la forma
Un viaje de canciones mutantes

A cinco años de su disco debut, la banda regresó con un trabajo de diez canciones que fluyen y conforman un viaje musical redondo. Los hermanos Martín y Sebastián Cáceres abrieron las puertas del hogar de la banda para explicar el desarrollo del álbum.

¿Cómo se sintieron luego de terminar un proceso que terminó llevando cinco años?

Martín Cáceres: Se durmió muchísimo. Hubo un gran tirón de siesta sobre todo después del show. Eso en lo físico. Después, no hemos parado de hacer cosas, de tener que mover el disco, armar la edición física y eso, lo estamos haciendo aún. 
Sebastián Cáceres: En estos años hemos trabajado también con cierto misterio, si bien algunas de las canciones que están en el disco las habíamos tocado en vivo para medirles la temperatura. Es un tiempo de mucho trabajo, de concentración, de que vos estás fuera de las luces, en un rincón oscuro trabajando, y después viene el año de cosecha y soltás el disco. Y, obviamente, es la parte más linda y feliz. La creación no necesariamente implica dolor, pero exige, es mucha incertidumbre, tratar de alinear muchas cosas para hacer suceder algo, y es como que llegaste al pico de la montaña y ahora agarrás tu cartón y te tirás.

¿Qué tanto mutaron las canciones del disco en estos años?

MC: Bastante, algunas de hecho se juntaron con otras. Con Mercurio pasó eso. A veces pensás que son dos cosas pero al momento de ver la melodía y lugares donde atacar, otros temas vienen a ayudar y se unen. Todas las células musicales se usaron, ya sean solas como canciones o individuales. Entonces yendo por ese lado, las melodías fueron mutando bastante y sobre todo las letras, guiando las estructuras finales. Hasta último momento hubo cambios de arreglos y pequeños lugares. 

SC: Muchos temas dieron una vuelta enorme solo para terminar en el mismo lugar. Eso pasa porque de alguna manera es el ejercicio neurótico que hacemos de poner las cosas a prueba.

¿Tener un disco anterior que había sido bien recibido les supuso tener que alcanzar un listón?

SC: Ese disco tardó tanto como aquel en hacerse, solo que en aquel momento nadie estaba esperando nada y tal vez ahora sí. Pero, en la teoría, diría yo que si uno trabaja pensando donde está el listón, no trabaja, es imposible hacer nada, porque termina siendo un ejercicio de ver si uno está a la altura de algo. 

MC: Las cosas del disco anterior nacieron de un salto al vacío y de estar encima de las cosas hasta que salgan. Y eso se mantuvo como continuidad. Después no hubo una intención de que se pareciera, sino que tuviera el mismo flujo de ganas, que tuviera el mismo contagio de banda. 

La canción: Selva
MC: Es uno de mis protegidos, porque desde el principio sonó así. Se grabó con un amplificador de Jaime Roos, eso le levanta puntos. Es un Roland Jazz Chorus que lo encontramos en un depósito de Eté y los Problems. Y todo lo que toca ese amplificador lo mejora, lo hace más interesante. Aunque pesa un montón.

 

Martín Rivero - La espuma de las horas
Encontrar la comodidad

El integrante de Campo y Atlas, y exvocalista de Astroboy publicó su segundo disco solista, el primero desde 2009. Ocho canciones pop para bailar, degustar y analizar de cerca.

Cuando salió el disco publicó en Twitter que era “el disco que siempre quisiste hacer” ¿Por qué?

Cuando estaba en Astroboy, siempre había algo que no me convencía,por cuestiones mías. Esta vez logré estar en paz con el resultado, y más en sintonía con lo que hice, entenderlo y al mismo tiempo me gusta. Hay un tema que es sónico, tiene una dinámica y un movimiento, mismo incluso dentro de una sola canción. Y eso era una de las cosas que quería lograr, entonces me pone feliz. Sentirme cómodo con lo que suena. Mi primer disco es muy lindo, pero no busqué nada en particular más allá de registrar esas canciones, entonces todas suenan más o menos iguales. Me aburre un poco. Este tiene una energía que se mueve más y eso me satisface.

Espuma, Náufrago, Faro: hay referencias costeras en el disco.

En un momento noté que lo había llenado de imágenes costeras, náuticas, acuática, y me encantó. Porque el agua tiene eso, es el movimiento, siempre cambiante, te refresca, tiene muchos estados. Y creo que eso está imbuido en el disco, hay una cosa atmosférica del mar. 

¿En qué momento de la composición se das cuenta de que son canciones para interpretar como solista?

Necesito que venga alguien y me diga: “Bo, me parece que estas canciones son para solista”. A veces no me doy cuenta solo. Y además, yo estaba totalmente desencantado del personaje Martín Rivero solista, aburrido, no veía qué podía aportar. En una charla con Juan Campodónico me dijo: “¿Qué te parece hacer un disco solista? Todas estas canciones son más para vos”. Después de esa charla me hice la cabeza y tenía sentido. Otras canciones las pensé para Atlas y nunca llegamos a grabarlas o a sintonizar como banda en ese momento, después sí. Entonces terminó siendo el momento oportuno para dedicarme a mí mismo. Me fui a vivir a Maldonado y todo el disco lo terminé de hacer ahí.  Me reencontré conmigo mismo. Si estaba con Atlas no iba a hacer eso.

Su primer disco solista fue luego de  Astroboy. Ahora es un disco luego de Campo y Atlas. ¿Influyeron esos proyectos en este trabajo?

Ya estaba cansado de las guitarras eléctricas y con todo lo que tenía que ver con cómo se desarrollaba la música antes en Montevideo o más de los boliches, de la etapa joven. Campo se enfoca en la producción y en tocar otros lugares, no tanto en un boliche a las 3 de la mañana. Entonces, después de haber atravesado eso, de desprejuiciarme de la música rioplatense como la cumbia, pude hacer este disco. No lo podría haber hecho de otra manera. Creo que hay una búsqueda y una necesidad de transmitir determinadas emociones y sensaciones. 

¿Se nota en el disco el período en que vivió en China?

Muchas de las canciones las compuse allá. Kimchi es una comida coreana que descubrí allá y el título de un tema,  y nunca la podría haber hecho sin pasar por ahí. De hecho, el riff, medio juguetón, tiene que ver con la música asiática. Hay un montón de cosas, pero son más bien detallecitos. Shanghai Kid habla de la sensación de estar en un lugar que te es ajeno, que lo lees diferente.

¿Buscó desde el principio que fuera un disco bailable?

Quería que las canciones no fueran como en mi primer disco, medio bajón. Quería que tuviera todo el abanico de emociones posible, y ya desde la composición busqué eso. Me ponía beats rápidos, y así nació Faro, así salió Infinito, Kimchi. Poniendo beats que van rapidísimo y tratando de seguirlos. Parece que estuviera pasado de cafeína. Muchas veces estaba pasado de cafeína. 

La canción: Al sur de la frontera
Está inspirada por la novela Al sur de la frontera, al oeste del sol, de Haruki Murakami, soy bastante fanático de él. Me encantó el libro y lo que me transmitió, y me intrigó el título. En el libro, los personajes son fanáticos de una canción que se llama así, que en el libro es interpretada por Nat King Cole –en realidad no existe– y ellos, como no saben inglés, creen que habla de un lugar poético, esperanzador. Y un día alguien les dice que hablaba de México y quedan desencantados. Hice esa canción, y cuando terminó todo, me di cuenta de que hice la canción que ellos querían. Cerró un círculo y tiene un sentido. Participa Luciano Supervielle, que hizo un aporte sublime. 

 

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