La vida de Luka Modric ha tenido de todo. Fue un niño de la guerra, ya que creció, como el serbio Novak Djokovic y muchos más, en pleno conflicto de los Balcanes y cuando Yugoslavia se partió en siete países diferentes: Croacia, Serbia, Eslovenia, Macedonia del Norte, Kosovo, Bosnia y Herzegovina y Montenegro.
Su abuelo fue ejecutado en plena guerra cuando él apenas tenía seis años y frente a él. Eran guerrilleros serbios.
Muchos años después, cuando escribió el libro de su biografía, "Mi partido", se expresó respecto a cómo vivió aquellos episodios.
"La guerra me marcó para toda la vida. Formó mi carácter, aprendí a luchar, a ser humilde y a tener los pies en la tierra", dice.
Y agregó: "Tengo el recuerdo de pasar mucho tiempo con mi abuelo, sobre todo cuando mis padres trabajaban. Lo recuerdo cada vez que gano algo. Ojalá pudiera ver lo que he logrado".
En plena guerra, su casa fue incendiada y vivió junto a sus padres en un hotel de refugiados.
Para intentar dejar atrás el miedo, empezó a jugar al fútbol. No tenía mucho lugar en dónde jugar en plena guerra, entonces optó por hacerlo en el estacionamiento del hotel.
Sin embargo, sus padres decidieron huir de Zadar, su ciudad, debido a que las bombas no dejaban de caer todos los días, y se alejaron durante poco más de un año. Volvieron cuando Croacia ya era un país independiente. El ruido de las alarmas por los bombardeos, quedó atrás.
En un episodio fantástico de "30 por 30" de ESPN llamado "Once brothers" ("Una vez hermanos"), se relata la amistad entre Drazen Petrovic, el mejor jugador croata de la historia, junto al serbio Vlade Divac. No vale la pena hacer un espóiler del mismo -hay que verlo sí o sí- pero demuestra cómo dos amigos que hizo el básquetbol y que defendieron juntos alguna vez a Yugoslavia, se separaron por diferencias tras esa guerra. El final es para llorar, llorar y llorar. Y es majestuoso.
Esto de Modric tiene algo de eso. De llanto, de alegrías, de aprendizajes, de levantarse mil veces.
Porque le dijeron que no en varias oportunidades por su contextura física. Ya lo habían rechazado de Hajduk Split, el equipo del que era hincha. Sin embargo, un entrenador logró llevarlo a Dinamo Zagreb, uno de los principales clubes, si no el principal, de Croacia. Pero lo cedieron a préstamo enseguida a Zrinijski Mostar de Bosnia y ya fue el mejor de la liga con apenas 18 años.
Retornó al fútbol croata a un equipo de segundo orden, pero en 2005-06 volvió a Dinamo con el que fue campeón de la liga.
Lo demás, ya es más conocido. La rompió y fue contratado por Tottenham Hotspur de Inglaterra en donde se consagró definitivamente como el futbolista que es hoy.
En 2012, pasó a Real Madrid con el que ganó cinco veces la Liga de Campeones y tres Mundiales de Clubes. Además, ganó el Balón de Oro de 2018 como mejor jugador y también el premio The Best, por encima de Lionel Messi y de Cristiano Ronaldo.
Es el alma del vestuario y muchas veces se lo ve felicitando a Federico Valverde, con quien comparte el mediocampo de uno de los mejores clubes del mundo.
Con su selección, disputó cuatro Mundiales, fue segundo en Rusia 2018 y este sábado se consagró tercero en Qatar 2022 al derrotar a Marruecos 2-1.
A los 37 años, Modric se despide de las Copas del Mundo y lo hace de la mejor manera y como corresponde a una figura de sus características: por la puerta gigante.
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