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Macri, irritado por la vuelta de la Iglesia argentina al protagonismo político

Un acto junto a la facción más cuestionada de la CGT reeditó la desconfianza mutua entre el gobierno argentino y el Vaticano
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26 de octubre de 2018 a las 05:03

La Iglesia católica argentina volvió al primer plano informativo, más precisamente a la sección política. El fin de semana pasado, protagonizó un muy comentado encuentro con el sindicalismo más sospechado de corrupción, el que conduce Hugo Moyano, líder de la facción disidente de la CGT. Y en el correr de la semana, la Pastoral Social formó parte de un colectivo que redactó un duro comunicado sobre el deterioro de la situación social.

Y, como nunca antes, ese protagonismo político está generando nuevas “grietas” en todos los sectores políticos, desde el macrismo hasta el kirchnerismo.

Tal vez esta situación sea la síntesis perfecta y recordatorio para explicar por qué en sus cinco años y medio de papado, Francisco nunca pisó suelo argentino. Ocurre que, a esta altura, se hace muy difícil que la sociedad argentina considere a Jorge Mario Bergoglio como a un pontífice antes que a un político.

La movilización sindical a la famosa basílica de Luján, donde bajo el lema “Pan, Paz y Trabajo” se emitió un mensaje crítico hacia el gobierno, trajo una inmediata controversia.

Tanto que un sector de la Iglesia intentó de inmediato despegar la figura papal de ese evento. Así fue que el obispo de la ciudad cordobesa de San Francisco, Sergio Buenanueva, expresó sus dudas sobre que el papa haya apoyado la marcha y afirmó que “sería bastante lamentable que así fuera”.

Y aprovechó para criticar a “muchos que se la dan de voceros del papa”.

Su reacción deja al descubierto la preocupación de un sector de la Iglesia por la creciente percepción de que Francisco se identifica con las posturas de la oposición política. Y, por cierto, el multitudinario acto de Luján abonó esa sensación.

Moyano aportó la militancia, que con sus banderas y bombos ratificaron su inocultable origen sindical, pero el único encargado de la parte oratoria fue el arzobispo Agustín Radrizzani.

El discurso tuvo un tono decididamente crítico del modelo económico del macrismo. Y dejó frases como estas: “Nuestro pueblo debe ser artífice de su propio destino y no quiere tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil”.

En el gobierno se lo interpretó como una obvia alusión al acuerdo firmado entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional. Y se percibió con molestia cómo los Moyano –acusados por la Justicia y con el más bajo nivel de imagen ante la opinión pública- obtienen una “cobertura” gracias a la figura del papa, que mantiene la simpatía general.

Radrizzani es una figura no exenta de polémica en la interna de la Iglesia. Jugó un rol protagónico hace dos años en el recordado episodio de los bolsos con 9 millones de dólares que José López -el ex secretario de Obra Pública del kirchnerismo- había llevado al convento de General Rodríguez.

En aquella ocasión, monseñor Radrizzani se sintió en la obligación de dar explicaciones sobre los vínculos del monasterio de General Rodríguez con la política, y sobre el sentido de una bóveda camuflada en el templo y la instalación de cámaras infrarrojas de última tecnología. Su imprecisa intervención no llegó nunca a despejar las dudas sobre cuál era el objetivo de la millonaria refacción en la residencia de las monjitas nonagenarias que no sabían manejar el circuito de TV.

El macrismo, molesto con el Vaticano

Pero lo que está claro es que Radrizzani, después de todo, es una figura secundaria en la polémica. Lo que está en el fondo de la discusión es si la Iglesia como institución es la que está avalando estas posturas y si el propio Francisco intenta inclinar la balanza ante la cercanía de las elecciones presidenciales.

"Hay que cuidar el modo de intervenir en la vida pública. Hay una gran molestia en muchos sectores de la Iglesia, porque hay una indebida identificación de la Iglesia con el peronismo. Hay posturas personales legítimas, pero que no pueden trascender a otro nivel sobre todo en los pastores", afirmó el obispo cordobés, en un mensaje que quería dar a entender que la suya era la postura mayoritaria.

Sin embargo, al día siguiente se supo que la Pastoral Social había aceptado formar parte de una mesa de diálogo junto a centrales sindicales y a las organizaciones sociales –los llamados “piqueteros”- para emitir un comunicado crítico sobre la realidad económica y social. El documento coincidió con el tratamiento parlamentario del presupuesto 2019, para el cual las mismas organizaciones habían convocado a manifestaciones de repudio en las afueras del Congreso.

En definitiva, las señales de apoyo tácito, los guiños y avales de Francisco hacia una postura crítica de la Iglesia cada vez dejan menos dudas en el ámbito político, donde se recuerda la larga lista de desavenencias del Vaticano con la gestión macrista.

Muchos interpretaron que ya en la propia encíclica “Laudato si” de 2013, en la que se condenaba explícitamente la “teoría del derrame” y se abogaba por una economía con mayor contenido social había una primera crítica al macrismo. Esa presunción vino luego acompañada por una serie de gestos de simpatía hacia figuras polémicas que estuvieron vinculados con el kirchnerismo, algunas de ellas procesadas por corrupción.

Macri, ya acostumbrado a la frialdad de Francisco –en su último encuentro la reunión no pasó de 20 minutos, menos de la mitad del tiempo que el pontífice le dedicó a José Mujica- parece resignado a que ese será el tono de la relación.

Incluso, durante la visita que Francisco realizó a Chile en enero pasado, le envió un mensaje de saludo cuando el papa sobrevoló el territorio argentino, con una efusividad que muchos interpretaron como ironía.

Figuras secundarias del gobierno, en tanto, ya no disimulan su disgusto. Por caso, esta semana la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, afirmó que el papa “no ha tenido la distancia necesaria con la política argentina; tendría que haber tenido un poquito más de distancia y ser un poquito más abierto con nuestro gobierno”.

Y, ya refiriéndose a la clase política argentina, criticó la competencia de los dirigentes para ver quién logra posicionarse como “el más amigo del papa” y coleccionar más fotos de visitas a Roma.

Francisco y el exilio de Perón

Lo extraño de esta situación es que la frialdad con el macrismo no necesariamente implica que el Vaticano sea bien recibido en la oposición. Sí hay un intento de identificación por parte de los piqueteros y del peronismo tradicional ligado a los gobernadores provinciales, pero en el kirchnerismo hay una postura ambigua.

La base militante de Cristina, como la agrupación La Cámpora y organizaciones juveniles y feministas, no terminan de asimilar esa alianza. Más bien al contrario, la postura de la Iglesia ante el debate parlamentario por el aborto llevó a intensificar el rechazo.

Pero en este contexto de la política argentina y de su propia situación procesal, a Cristina le conviene cultivar esa relación.

Mientras tanto, los dirigentes piqueteros que dicen contar con el aval papal ya están planificando una “Navidad en las calles”, que implica la ocupación de Plaza de Mayo y lugares emblemáticos, como forma de denunciar la crisis social.

Los recientes incidentes violentos durante el debate parlamentario por el presupuesto 2019 hacen suponer que puede reeditarse un “diciembre caliente” con enfrentamientos y saqueos.

Con semejante panorama, las probabilidades de que Francisco pueda pisar su suelo natal parecen más bajas que nunca. Y no por casualidad, muchos analistas empezaron a comparar su actitud con la de Juan Domingo Perón durante su largo exilio español: mientras preparaba el terreno para su vuelta, recibía a todas las facciones peronistas, que se combatían entre sí, y a todas las alentaba a seguir lo que estaban haciendo, sin quedar personalmente comprometido como responsable por ninguna de las acciones que se cometían.

Francisco también habla con todos, da señales, guiños, mensajes, silencios cómplices, deja hacer. Recibe a piqueteros, a los “gordos” de la CGT, a jóvenes de La Cámpora, a dirigentes de las muchas facciones del peronismo, a la gobernadora María Eugenia Vidal, envía saludos y deja entrever su disgusto con el macrismo. Y todos se arrogan ser sus intérpretes.

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