El empleado y el patrón, de Manuel Nieto, y Bosco, de Alicia Cano, son dos ejemplos recientes de películas uruguayas que han recorrido diversos festivales del mundo con éxito; la primera fue a Cannes, y la segunda, entre otras cosas, ganó en Málaga. A continuación, sus historias de viajes y pantallas.
Manuel Nieto se acomoda el nudo de la corbata al otro lado del mundo. Acá son las 17, allá las 22. El Festival de Cannes se prepara para otra noche de gala, de trabajo, de fiestas en las que se negocia, se charla, se vincula, se construyen los caminos para el cine del futuro. El cineasta uruguayo, presente en La Croisette desde el comienzo de la edición 2021, se apronta. Pero lo dice: tiene tiempo para charlar; siempre encuentra el espacio para volver a repasar su última película, El empleado y el patrón, que le llevó seis años de trabajo y que tuvo su estreno oficial en la Quincena de Realizadores, una de las secciones del evento más importante y prestigioso del cine mundial.
La première fue el viernes pasado en el balneario francés e inmediatamente los primeros comentarios sobre la tercera película de Nieto empezaron a circular. Una de las que estuvo en la exhibición fue Alejandra Trelles, coordinadora de programación de Cinemateca, que escribió lo siguiente para La Diaria luego de haberla visto: “Cine de rara solidez, de exquisita belleza y, sobre todo, del que interpela al espectador, que obliga a pensar, que perturba y también, a veces, maravilla. Nieto filma un universo que conoce muy bien, y lo hace con excepcional maestría”.
El universo al que refiere Trelles es el campo uruguayo, un terreno de conflicto que contrapone, justamente, al empleado y el patrón del título en un choque que explora los matices de la lucha de clases en el entorno rural, pero que según su director no se queda solamente en eso. Protagonizada por el argentino Nahuel Pérez Biscayart y una troupe de actores no profesionales que se ponen en la piel de los peones, en El empleado y el patrón Nieto experimenta con los límites sociales y morales de este escenario particular, tal y como lo hizo en su segunda película, El lugar del hijo (2013).
“Ha sido todo muy especial”, cuenta Nieto desde Cannes. “Acá fue la primera vez que la veíamos en pantalla grande, más allá de los chequeos técnicos que se hacen en la previa, y fue un momento muy importante porque reunió después de mucho tiempo a buena parte del equipo de producción internacional que tiene la película, que está hecha entre cuatro países. Fue un momento de encuentro muy significativo porque además me acompaña mi familia, porque estuvieron presentes en la función mi esposa y mis tres hijos. Tuvo mucho peso por todos lados”.
Por el momento, Nieto está conforme con las reacciones que su obra ha cosechado y con las lecturas que ha disparado. Le alegra saber que varios han identificado las diferentes capas de análisis que quiso imponer a la historia. Pero en medio de comentarios sobre la cantidad de test anticovid que deben hacerse quienes están allí, de la afluencia de público —“la salas no tienen límites de aforo, pero se llenan a un 70% de capacidad, no hay colas, no es difícil conseguir entradas”— y de la “humilde cosecha” de películas que vio —fue con la idea de ver Annette, de Leos Carrax, pero no llegó—, Nieto recuerda que para los cineastas y productores Cannes es mucho más que un festival de cine: es un mercado gigantesco en el que cada charla, vínculo y posibilidad de negocio cuenta.
“El festival tiene un prestigio bárbaro, yo me sirvo de él y está buenísimo estar acá, pero la verdad es que la película viene a trabajar, yo vengo a trabajar. Hay que ir a las fiestas, a los cócteles porque ahí negociás, pero en Cannes se reúne la industria mundial: vienen de todos lados, los gigantes estadounidenses, los independientes como yo, todos llegan con intereses diferentes, y es una oportunidad de trabajo y relacionamiento enorme. Eso es lo que intentamos aprovechar. No solo hay que poner la cara en el escenario y presentar la película; hay que venir a trabajar. La Quincena de Realizadores y la Semana de la Crítica son como una vidriera, pero el mercado de fondo es gigantesco, es el motor que mueve todo lo demás” cuenta.
Todavía no hay fecha de estreno para El empleado y el patrón en Uruguay, pero el director de La perrera (2006) no se apura. Prefiere esperar que la situación sanitaria se normalice y su película, que le costó varios años de su vida, se encuentre con un escenario propicio para debutar en salas nacionales. Además, asegura que con el cine uruguayo siempre sucede, más o menos, lo mismo: deben encontrar un éxito relativo fuera de fronteras para que el público uruguayo, generalmente reticente a sumarse a la proyección de una película autóctona, se convenza y vaya al cine.
“El uruguayo nunca fue muy afecto a las películas nacionales, entonces para llevarlo a ellas tenés que ir a buscar prestigio internacional. Un poco por eso también es que vamos a los festivales, por lo que buscamos colgarnos chapas o premios que ayuden a la película en Uruguay, más allá de que este no sea un mercado enorme. En ese sentido, considero que El empleado y el patrón es una película de autor, sí, pero también que es amplia y tiene potencial para abarcar a un público uruguayo más heterogéneo que mis obras anteriores, pero soy consciente de que de todas formas es una película de nicho”.
A diferencia de lo que sucede en la Selección Oficial o Un Certain Regard —que se definen este sábado 17—, en la categoría en la que El empleado y el patrón fue seleccionada no hay competencia, por lo que no habrá premio o distinción más que la exhibición en salas francesas, algo que ya sucedió. Sin embargo, Nieto abraza con gusto y satisfacción este presente y refuerza las expectativas para el trecho que a la película todavía le queda recorrer. Ve la obra como un resumen de su madurez narrativa, como la evidencia de que sus intereses artísticos se mantienen firmes y constantes, y que sus fronteras se siguen alternando en la búsqueda de nuevas indagaciones que lo movilicen. Así lo resume él: “Siempre dejé todo en mis películas. Pero los propósitos cambian, querés ir a otros lugares, buscar vueltas más complejas, ir más allá y explorar nuevos horizontes. Y así vas creciendo como cineasta, viendo qué funciona y qué no, afilando la intuición, y película a película te vas sintiendo más seguro con lo que querés, con tu forma de trabajar y con lo que sos”.
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