La tecnología conocida como CRISPR permite corregir directamente enfermedades subyacentes en el genoma

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Más de 200 personas han sido tratadas con terapias experimentales de edición genética

La tecnología conocida como CRISPR permite corregir directamente enfermedades subyacentes en el genoma. Los resultados, aunque prometedores, siguen envueltos en preocupaciones éticas y sobre seguridad
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18 de marzo de 2023 a las 05:03

¿Cómo y cuándo deberían utilizarse las herramientas de edición genética para modificar el genoma humano? El interrogante, materia de acalorados debates entre los científicos y expertos en ética, acaparó buena parte de las discusiones en el marco de la Tercera Cumbre Internacional de Edición del Genoma Humano realizada la semana pasada en Londres.

Las CRISPR, acrónimo en inglés de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, o Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas en español, tienen un gran potencial en la industria de la alimentación y en la agricultura, pero también en el campo de la medicina. Desde hace una década, cuando los científicos descubrieron que podían utilizar CRISPR, una herramienta de laboratorio para cambiar o editar piezas de ADN, han surgido múltiples ensayos clínicos para probar la tecnología en enfermedades graves.

Instrumento de laboratorio que se usa para cambiar o "editar" piezas del ADN de una célula. CRISPR-Cas9 utiliza una molécula de ARN con un diseño especial para guiar una enzima, que se llama Cas9, hacia una secuencia particular del ADN. Luego, la Cas9 corta las hebras de ADN en ese lugar y quita una pieza pequeña.

Quienes abogan por acelerar los ensayos argumentan que a los interesantes resultados obtenidos en los ensayos clínicos se suman el hecho de que la técnica ha permitido salvar vidas y transformar otras. Dicen, además, que esos resultados se ven opacados por las preocupaciones éticas y de seguridad, en especial cuando se trata de editar embriones. Admiten, sin embargo, que no todos los ensayos han salido según lo previsto. Por desgracia, algunos voluntarios han fallecido.

Los científicos señalan que hasta el momento, los tratamientos exitosos son caros y, por lo tanto, quedan limitados a un muy pequeño grupo de personas capaces de pagarlos. Aunque estos ensayos tienden a cambiar los genes de células adultas, algunos expertos esperan utilizar CRISPR y otras herramientas de edición genética en óvulos, espermatozoides y embriones, lo que plantea la polémica cuestión de los llamados “bebés de diseño”.

En la cumbre celebrada en Hong Kong en 2018, He Jiankui, que entonces se desempeñaba en la Universidad Meridional de Ciencia y Tecnología (SUSTech, por sus siglas en inglés) de Shenzhen, en China, anunció que había utilizado CRISPR en embriones humanos. La noticia disparó un alboroto masivo. "Nunca olvidaremos la conmoción", contó Victor Dzau, presidente de la Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos, a la revista MIT Technology Review.

He terminó en prisión, para finalmente ser liberado el año pasado. Aunque la edición del genoma hereditario ya estaba prohibida en China en ese momento, desde 2003, el país ha promulgado una serie de leyes adicionales para evitar que el caso se repita. En la actualidad, la edición del genoma hereditario está prohibida por la legislación penal, según explica Yaojin Peng, del Instituto de Células Madre y Medicina Regenerativa de Beijing.

En la cumbre de este año, el tema volvió a ocupar buena parte de la agenda. En el marco de un panel dedicado a discutir cómo podría utilizarse la edición genética para tratar la anemia falciforme, Victoria Gray, una superviviente de 37 años, relató cómo sus graves síntomas habían perturbado su infancia y adolescencia con episodios de fuertes dolores que obligaron a su hospitalización durante meses, episodios que incluso la pusieron al borde morir.

La anemia falciforme es un grupo de trastornos hereditarios en los que los glóbulos rojos adquieren forma de hoz. Las células mueren antes de tiempo, lo que deja una escasez de glóbulos rojos saludables, cuadro que provoca anemia, dolores intensos, infecciones, daños en los órganos y derrames cerebrales. Una enfermedad crónica que suele tratarse con medicamentos, transfusiones y, con menos frecuencia, mediante un trasplante de médula ósea.

Gray se sometió a un tratamiento que consistió en editar los genes de las células de su médula ósea. Sus nuevas “supercélulas”, como ella las llamó durante su exposición, transformaron su vida. “A los pocos minutos de recibir la transfusión de células editadas, sentí que volvía a nacer” relató emocionada la mujer, madre de dos hijos. Según los científicos y médicos que participaron del ensayo, la paciente tardó entre siete y ocho meses en sentirse mejor. "Empecé a disfrutar de la vida, que antes sentía que se me escapaba de las manos", dijo Gray.

“Gray es uno de los 200 voluntarios para ensayos clínicos basados en CRISPR”, explicó David Liu, del Instituto Broad de MIT y Harvard, centro dedicado a la genómica humana para las ciencias biomédica del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Liu ha dirigido el desarrollo de nuevas y mejoradas formas de CRISPR. Además, lleva a cabo ensayos para otras enfermedades, como el cáncer, la pérdida genética de la visión y la amiloidosis, que ocurre cuando proteínas anormales -llamadas amiloides- se acumulan y forman depósitos en los riñones y el corazón, lo que puede causar que el órgano pierda su funcionalidad.

Durante el congreso, el científico expuso el caso de Alyssa, una adolescente del Reino Unido a la que diagnosticaron un tipo de leucemia que afecta a los linfocitos T, glóbulos blancos que integran el sistema inmunitario y se forman a partir de células madres localizadas en la médula ósea. Liu explicó que en el caso de Alyssa, la quimioterapia no funcionó. Tampoco el trasplante de médula. Fue entonces que los médicos del Hospital Great Ormond Street de Londres le propusieron probar un método basado en CRISPR.

Para hacerlo, tomaron células T sanas de un donante y utilizaron CRISPR para modificarlas. Las células tratadas se alteraron para que no fueran rechazadas por el sistema inmunitario de Alyssa, y para que, además, localizaran y atacaran a las células T cancerosas. Estas células se administraron a Alyssa como tratamiento. "Hasta ahora, unos diez meses después del inicio del tratamiento, su cáncer sigue siendo indetectable", aseguró Liu.

La espinosa cuestión del acceso a estos nuevos tratamientos surgió una y otra vez durante el transcurso de la cumbre científica. Los científicos señalan que las terapias de edición genética son caras, y una vez aprobadas probablemente cuesten millones de dólares. ¿Quién podrá pagarlas? Al día de hoy, queda claro que un número muy reducido de pacientes, incluso en los países que cuentan con los más altos índice de riqueza.

Por ahora, las terapias CRISPR siguen siendo consideradas como experimentales. Ninguna ha sido aprobada. La única forma de acceder a ellas es a través de ensayos clínicos, y la mayoría se llevan a cabo en países ricos. Natacha Salomé Lima, psicóloga y bioeticista de la Universidad de Buenos Aires de Argentina señaló que mientras el 70% de los casos de cáncer en el mundo se dan en países de renta baja y media, dos tercios de los ensayos de terapias genéticas contra el cáncer se llevan a cabo en países de renta alta.

Los organizadores de la cumbre se esforzaron por reunir expertos de todo el mundo, y también por incluir a personas que padecen trastornos tratados con la técnica de edición genética. El entusiasmo, sin embargo, no pudo eludir el hecho de que no todos los tratamientos CRISPR han sido exitosos. Muchos investigadores advirtieron que todavía no está del todo claro cómo funciona el tratamiento.

En este sentido precisaron que aunque se puede manipular el ADN e intercambiar bases o fragmentos del código genético, nadie puede estar seguro que la técnica no desencadene accidentalmente cambios en otras partes del genoma con consecuencias perjudiciales. Es el caso de Terry Horgan, un joven de 27 años que falleció al año pasado mientras participaba en un ensayo clínico diseñado para tratar la distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad mortal que provoca degeneración muscular. Hasta el momento, no queda claro si el deceso estuvo relacionado con el tratamiento.

En lo inmediato, y más allá de la muerte de Horgan, los científicos no dejan de alertar sobre el riesgo de que científicos deshonestos creen empresas que ofrezcan procedimientos no aprobados a personas desesperadas que están dispuestas a pagarlos, o incluso vender procedimientos no autorizados diseñados para “mejorar” genéticamente a las personas, advirtió Robin Lovell-Badge, biólogo especializado en células madre del Instituto Francis Crick de Londres.

Por lo pronto, en el primer día de la cumbre, algunos manifestantes se apostaron en la entrada del recinto con pancartas en la que se leía: "Detengan los bebés de diseño". Un temor compartido por muchos científicos, preocupados porque en el futuro se den intentos de editar genes de óvulos, espermatozoides y embriones. La cuestión ética es evidente. En teoría, podría cambiarse el ADN de un embrión para evitar que un bebé desarrolle una enfermedad hereditaria, pero también para otros fines.

Los científicos suelen tener permiso para estudiar embriones durante 14 días antes de tener que destruirlos. Sin embargo, las investigaciones que trabajan con embriones tempranos sugieren que son más propensos a efectos no deseados y potencialmente dañinos como consecuencia de la edición genética, cambios que también se transmitirían a la siguiente generación.

Según se desprende los trabajados presentados en el congreso, en la actualidad hay más de 50 estudios experimentales en marcha que utilizan la edición de genes en personas para tratar distintos tipos de cáncer, el VIH y enfermedades sanguíneas, entre otras. En la mayoría de esos tratamientos interviene CRISPR. El año pasado, una voluntaria neozelandesa fue la primera en recibir un tratamiento experimental con CRISPR para reducir su colesterol, método que podría beneficiar a casi todo el mundo.

El resonado caso de He Jiankui no estuvo ausente en el debate. Su trabajo, que nunca se publicó porque fue rechazado por las principales revistas médicas, fue puesto en circulación durante el congreso y analizado por un panel de cuatro expertos. El veredicto fue unánime. Las afirmaciones de He  no estaban respaldadas por sus resultados, los padres de los bebés podrían haber estado bajo presión para aceptar participar en el experimento y los investigadores siguieron adelante sin comprender del todo lo que estaban haciendo. Una señal de alerta.

(Con información de agencias y de la revista MIT Technology Review)

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